🧸 [𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟦𝟫]🧸

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𝑃𝑎𝑡𝑒𝑟𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑...
¿¡𝑸𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑟𝑎𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑗𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑟𝑎 𝑓𝑎𝑐𝑖𝑙!?

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Ir con el doctor.
Una simple frase de cuatro simples palabras, que a más de alguno le ha producido una pequeña fobia o inseguridad.

Porque nos asusta el hecho de estar enfermos y tener que ser revisados por alguien, para así buscar alguna solución que nos haga mejorar en consideración.

Algo que también se podía dar con distintas situaciones de nuestra vida cotidiana, como ir al dentista por culpa de un molesto diente, el cual nos quita nuestra tan amada tranquilidad.

Pero a Mateo no molestaba un diente, sino que una gripe que lo estaba empezando a sentir mucho peor con el paso del tiempo. Porque ahora le dolía bastante la garganta, y la secreción nasal de su nariz había aumentado considerablemente.

Algo que solo se sumaba a la ansiedad que estaba sintiendo en aquella incómoda sala de espera, de esa clínica a la cual Matías y Mauro habían decidido llevarlo. En la cual lo aceptaron de inmediato para hacerle una pequeña revisión médica, por lo que terminó en aquel lugar junto con algunos niños y los padres de estos mismos, quienes esperaban pacientemente su turno para poder ser atendidos.

Mauro... — Mateo llama débilmente a Monzón, estando recostado sobre el pecho de este.

¿Si? ¿Qué pasa corazón? — el mayor consulta, dejando un par de mimos sobre la cabecita del contrario.

—¿Ya vamos a pasar? — el morocho inquiere, queriendo que todo esto se terminara de una buena vez y poder regresar a casa.

Ya casi bebé, ya nos falta poco. — Mauro responde. —Así que no te preocupes, que ya nos vamos a ir a la casa nuevamente. — dice, dejando un beso sobre la frente del más pequeño, quien solo tose un par de veces para después fijar su vista en Spallatti.

—Matias. — el menor pronuncia, llamando de esta manera al mayor. —¿Verdad que no va a pasar nada malo? — consulta más que temeroso.

No, por supuesto que no va a pasar nada malo. — Matías responde, dejando un beso también y unas caricias sobre el rostro de Mateo, quien solo sonríe por su gesto. —Porque aquí estamos para cuidarte. — comenta, dándole una tranquilidad extra al morocho, quien pasa a abrazar su dichosa mantita.

—Mateo Monzón Spallatti. — un enfermero alto, de cabello rubio y ojos azules llama al rizado, por lo que es el turno de aquel en pasar. —Por aquí, por favor. — pide amablemente, una vez que los padres del menor se hubieran puesto de pie con este mismo.

—Quizás sea bueno que solo uno entre. — Spallatti comenta, no sabiendo si podían estar los dos al momento de la consulta.

—No, yo no quiero que vengan los dos. — Mateo exige ante lo que había escuchado.

—¿Podemos entrar los dos, verdad? — Mauro le consulta al enfermero, rogando para sus adentros que si pudieran.

—Si, por supuesto. — aquel acepta, guiando de esta manera a los tres con el doctor que atendería al pequeño. —Doctor Agustín. — llama, abriendo la puerta de la oficina lentamente.

Oficina la cual estaba muy bien decorada con estampados infantiles, como lo eran animales de la selva, entre ellos una gran jirafa. La cual servía para medir la estatura de los nenes que llegaban, junto con todos los diplomas que aquel doctor había conseguido a lo largo de su vida, en torno a su carrera médica, claro estaba.

—Muchas gracias Valentín. — el antes mencionado le agradece al rubio, quien solo asiente y sonríe un par de veces para después retirarse. —Adelante, por favor. — les pide a los recién llegados, quienes no dudaron ningún segundo en entrar. —Tomen asiento por favor y siéntanse cómodos. — pide, invitando aquellos para que se sentaran enfrente de él. —Hola buenas tardes, mi nombre es Agustín Cruz. — se presenta, como primer punto en todo esto. —¿Y en qué puedo ayudarlos? — consulta, para después fijar su vista en Mateo, quien simplemente busca refugió en el pecho de Mauro.

—Un gusto doctor, yo me llamo Mauro y él es Matías, mi pareja... — Monzón dice, presentándose también ante el médico y Spallatti de paso. —Y el asunto es que Mateo está un poco enfermo, tiene fiebre, moquea y tose bastante. — indica, haciendo que el doctor anoté lo que había dicho en unos papeles.

—¿Cuántos años tiene Mateo? — Agustín pregunta, mirando un poco la ficha que tenía en sus manos.

—Tiene cinco. — Monzón responde sin dudar.

—¿Y todas las vacunas de Mateo están en orden? ¿Posee alguna otra enfermedad o algún tipo de alergia? ¿O no ha tenido mayores emergencias médicas en este último tiempo? — Cruz inquiere, solo para saber si tenía que ponerle atención a otra cosa en especial que no fuera la evidente gripe que el menor tenía.

—Sus vacunas están en orden, no posee ninguna enfermedad o alergia y con lo último... — Spallatti responde, dándole unos cuantos papeles en torno a Mateo al doctor.

Los cuales tenían explícitamente descrito lo que el pequeño había sufrido en torno al maltrato que le fue ejercido por sus padres biológicos, hasta el punto de su no querida visita al hospital.

Aunque no fue el primer incidente que Mateo tuvo con aquellos, ya que cuando el morocho tenía aproximadamente dos años y empezaba a caminar, se cayó de las primeras cinco escaleras de su casa.

Por querer llegar al piso de arriba, seguramente, debido a que quería ver a sus padres, a causa de que necesitaba un poco de atención por parte de estos, ya que era un día domingo, dónde solo él y sus padres estaban en casa.

Y aquellos por estar en sus asuntos, dejaron al pequeño en la sala, rodeado de muchos juguetes y más cosas, para que no los molestaran mientras trabajan. Pero nada en la vida era seguro, por lo que Mateo terminó por aburrirse y trató de subir por su propia cuenta las escaleras, aunque en el intento resbaló y se cayó fuertemente al suelo.

Dónde no tardó mucho tiempo en ponerse a llorar por un largo rato, hasta que Pedro se dignó a bajar para ver qué causaba los molestos llantos de su propio hijo.

Terminando de esa manera con Juliana, en una "suave" pelea, mientras los dos iban al médico con el pequeño, solo para cerciorarse de que aquel no se había lastimado de gravedad.

Siendo la última y primera vez que esos dos demostraron un poco de empatía y un poco de preocupación por su propia sangre.

Pero pasando a contratar a una mujer, para que se hiciera cargo del menor los días domingos, solo hasta que tuviera la edad suficiente como para no meterse en tantos líos y permanecer quieto en un solo lugar.

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|| Paternidad... ¿¡Quién carajos dijo que era fácil!? : Litcko  ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora