Capítulo 52

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Una ola de magia salvaje salió súbitamente del cuerpo de Liam, agitando los alrededores. Fleur, que veía todo el proceso, quedó sorprendida con la densidad de la onda, habiéndola hecho retroceder unos metros.

—Parece que estoy mejorando en esto —pensó Liam mientras se levantaba —. Aunque no creo que haya forma de lograr aplicar toda la fuerza del modo dragón al cuerpo humano, sí que puedo al menos fusionar un poco las características.

No era ninguna transformación híbrida, pues la única diferencia física respecto a su estado normal era que aparecían unas marcas carmesíes al lado de sus ojos. Este estado no aumentaba tanto el poder de Liam como la hacía la transformación completa, pero le permitía luchar en un cuerpo con el que estaba mucho más acostumbrado.

La dificultad era encontrar el punto máximo antes de que no pudiera reprimir la transformación, con tal de maximizar los beneficios, lo cual requería un control extremadamente fino de la magia que, por suerte, Liam poseía.

Habían pasado algunos meses desde que emprendieron su viaje alrededor del mundo, meses que habían sido muy fructíferos. Para empezar, Fleur logró llegar al Reino de la Creación del Núcleo y, por ende, desbloquear su Herramienta del Alma.

La chica había quedado encantada con su nueva arma, aunque era normal debido a que la Herramienta del Alma representaba lo más adecuado para cada portador.

Liam, en vez de cultivarse y aparte de practicar con la integración del dragón, había estado aprendiendo e informándose sobre varios temas. Esta información la fue recolectando de los muchos lugares que visitaron.

Era un problema que la gente desconfiara de él debido a su apariencia y aura, pero realmente no había nadie que pudiera darle una buena pelea aparte de algunos pocos expertos ocultos y de su maestro.

Sin embargo, no era ingenuo. Sabía que existían cultivadores en niveles mucho más altos al suyo y también sabía que esas personas probablemente vivirían apartadas de la sociedad mágica, quizás incluso en otro mundo. Teniendo en cuenta que no le quedaba mucho para llegar a ese nivel, decidió prepararse al máximo.

Aprendió runas, practicó sus barreras e incluso logró aprender a forjar, que era necesario para lo que pretendía. Sus talentos eran, le permitían lograr cosas en unos pocos meses que a otros les llevaría toda su vida.

Su objetivo era crear una forma de protegerse, una armadura. Pero no sería una armadura normal, eso no le serviría de nada en una pelea contra un cultivador del Reino Ancestro. En cambio, forjaría la armadura en acero extremadamente condensado, gracias a su fuerza física sería posible. También agregaría runas de potenciación, tantas como fueran necesarias, además de otros recursos mágicos que no solo llevarían su capacidad de defensa a un nivel desconocido, sino que también elevarían la potencia de sus ataques.

Pero antes de llevar a cabo su proyecto, quería lograr tanta potencia mágica como fuera capaz. La forma de dragón era extremadamente poderosa, pero solo en el contexto de una pelea. Para realizar trabajos precisos como la forja de la armadura requería su forma humana y, por esa razón, había intentado fusionar ambas formas en primer lugar. 

Ahora solo le quedaba un último paso antes de poder ponerse manos a la obra: llegar a la Corroboración del Camino.

Era más una cuestión de ceremonia que no de cultivo, en realidad. Había cumplido con todos los requisitos para llegar al Reino hacía mucho tiempo, pero lo había estado reprimiendo con tal de no perder demasiado su control de magia, hecho que podría afectar a Fleur que siempre estaba cerca.

Pero ahora estaba todo listo, miró a su acompañante para dirigirle unas palabras.

—Fleur, presta mucha atención —le avisó con seriedad —. Voy a demostrarte que, si bien los Reinos tienen un orden fijo y establecido, cumpliendo ciertos requisitos puedes saltarte algunos pasos.

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