Capítulo 10

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Observé el gran lago desde la orilla. Parecía simplemente estar sentado pero en realidad estaba constantemente absorbiendo magia. 

El invierno se estaba acabando, la nieve se había fundido prácticamente en su totalidad y el lago ya no estaba congelado. Más importante, las hojas de los árboles habían empezado a aparecer. No pude evitar reflexionar acerca de cuánto había mejorado en un solo año. Ya no era solo un estudiante común, ahora mis reservas mágicas superaban con creces a la gran mayoría de brujos adultos y, aunque aún me faltaba desarrollar mi conocimiento respecto a la magia y aprender más hechizos, estaba seguro de que, en Hogwarts, no había un solo alumno que me pudiera derrotar.

Mis entrenamientos con Dumbledore no eran muy frecuentes debido a que ninguno de los dos tenía el tiempo suficiente, él con sus deberes de director y yo con los míos de estudiante. Sin embargo, lo poco que me había enseñado hasta ese momento era increíblemente útil. Me dio consejos sobre como controlar mi magia y, bajo su guía, mi En ahora alcanzaba los ochenta metros.

Las tutorías con el director no consistían en aprender más hechizos, sino en ayudarme a comprender mejor la magia pues, citándolo, "No sirve de nada que te enseñe hechizos si más tarde puedes simplemente crearlos tú". Y ciertamente le tenía que dar la razón, juntando el conocimiento que había adquirido más mis conocimientos básicos sobre la ciencia podía lograr bastantes cosas.

Además esto me dio un enfoque sobre cómo mejorar y no quedarme estancado. Aprender y estudiar, la mente era mucho más importante que el cuerpo a la hora de usar magia, no solo el conocimiento sobre esta en sí, también era necesario saber que provocaba cada vez que moldeaba su magia de cierta forma.

Ahora que estaba en el Reino de la Recolección de Magia también se había fortalecido su cuerpo y, cuando no estaba en la biblioteca estudiando, hacía un poco de ejercicio. No era nada excesivo pero era necesario, Mente sana in corpore sano, decían en mi anterior mundo.

-No debería faltar mucho... -me dije a mí mismo -. Creo que hoy es el día en el que esos tres traerán al dragón para que el amigo de Charlie lo lleve hasta Rumanía.

Después de eso, sabía que McGonagall los atraparía debido a que Malfoy era un entrometido y luego los castigarían a ayudar a Hagrid en el bosque prohibido. En realidad estaba un poco preocupado, si Dumbledore era tan fuerte en este mundo, seguro que Voldemort también lo sería.

Incluso me preguntaba si el tipo le enseñaría el cultivo a sus subordinados, no dudaba que él mismo lo conocía. Al final, lo único que podía hacer era teorizar, seguramente solo le explicaría el secreto a sus subordinados de más confianza.

-Snape no es un cultivador -afirmé para mí mismo. Severus no había lograrse la confianza de Voldemort completamente hasta que mató al viejo -. Supongo que con esto podría confirmar que no se lo explicó a todos los Mortífagos.

Las clases habían terminado hacía ya tres horas, el sol ya estaba cayendo, se ocultaba tras las innumerables montañas del horizonte. El toque de queda para los estudiantes era al cabo de media hora y, sin embargo, él no iba a cumplirlo. Ya estaba demostrado que la trama no seguía su curso original, Harry no tenía su 'armadura de la trama', pues esto era la vida real. Mi obligación como discípulo de Dumbledore era cuidar al Chico que Vivió y asegurarme que no le sucediera nada malo.

Levantándome de mi posición de meditación, le di una última mirada al lago antes de volverme completamente invisible.

-Es hora de hacer de ángel de la guarda -murmuré con humor.

Mi velocidad, después de ingresar al Reino de la Recolección de Magia, había aumentado a un nivel inhumano. Si me esforzaba al máximo, podía llegar hasta los sesenta quilómetros por hora. Sabiendo esto, está claro que mi trayecto hasta la cabaña del guardabosques no fue muy duradero.

Pisotear los CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora