94. Acuerdos de paz...

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Tras una plática en donde Juliana había expresado lo que sentía, y Valentina lo que pensaba con respecto a toda la situación por la que habían atravesado, las chicas habían llegado a un punto de paz, un acuerdo en donde cada una respetaría las decisiones de la otra. Esto no significaba que Juliana perdonaría a su madre así de la noche a la mañana, pero tenía claro que al menos tenía que agradecerle lo que había hecho por su hija, también había decidido respetar la decisión de Valentina de seguir ayudando a Beatriz, aun no entendía muy bien el actuar de su esposa, pero lo dejaría pasar y se dedicaría a aprovechar mejor su tiempo en las cosas que realmente valían la pena, como el disfrutar a su familia, a esa mujer que se encontraba sobre sus piernas y que la volvía loca.

- ¿Entonces crees que ese es el mejor método para combatir el dolor de cabeza? - le preguntó Juls.

- No lo creo... Estoy segura de ello. - le respondió Valentina - ¿Quieres que lo comprobemos? No sé, solo piénsalo... Podemos aprovechar que Lunita está profundamente dormida, que la noche es perfecta y que nadie nos puede ver.

- ¿Quieres que lo hagamos aquí? - preguntó con una sonrisa.

- Ni que fuera la primera vez... Bueno, lo hemos hecho en la piscina, pero podemos ponernos más cómodas. - se puso de pie y le tendió la mano a Juliana quien no dudó en tomársela.

- Ya veo... Quieres empezar llevando tú el control. - dijo esto en cuanto se sentó en una tumbona y Valentina volvió a posicionarse a horcajadas sobre sus piernas.

- Empezaré yo y luego ya veremos que pasa... - le guiñó un ojo y luego le dio un beso.

- ¡Eres tan bonita! Mi bonita, perfecta y perversa mujer... - suspiró - Me encantas toda tú, me encantan tus pechos, las curvas de tus caderas, tus piernas, tus labios tan perfectos... Esta naricita tan peculiar, - le dio un suave pellizco - ¡Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida!

Valentina no solo sintió la picardía en las palabras dichas por Juliana, sino que también la sinceridad en ellas, muchas veces lograba tocarle hasta el alma cuando le decía cosas y esta no era la excepción... Dibujó una sonrisa en su rostro tratando de no derramar ninguna lágrima, colocó luego sus manos en las mejillas de la morena y fijó sus ojos en los de ella.

- ¡Tú eres la más hermosa! Que bendición la mía el tenerte... - se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra los de Juliana percibiendo el sabor a alcohol que aún se mantenía en su boca. El beso comenzó suave, con calma y sin prisa, se separaron en cuanto les hizo falta el aire y en ese momento Val deslizó la lengua sobre los labios de la morena.

- Mmm... - gimió Juliana - Tengo que agregar que eres deliciosa, mi manjar favorito. - presionó su mano contra la espalda de Val.

Continuaron besándose hasta que nuevamente se vieron obligadas a buscar aire. Tomando una respiración profunda, los ojos de Juliana se centraron en los pechos de Valentina, esos que extrañaba poseer como lo hacía antes. La castaña jadeó cuando la mano derecha de su esposa se posó en uno de ellos; Juls podía sentir a través de la tela el pezón duro y erecto.

En la cara de Valentina se notaba una sonrisa de complicidad y placer, más cuando Juliana colocó la otra mano en el otro pecho y comenzó a jugar con ellos frotando sus pulgares en los pezones en movimientos sincronizados. La castaña estaba disfrutando mucho, dejaba escapar pequeños gemidos de placer, hipnotizada por los toques de su mujer, pero en cuanto esta le pellizcó los pezones bruscamente a través de la tela, la castaña pegó un grito.

- ¡Lo siento! - se disculpó Juliana - ¿Te lastimé? ¿Aún te duelen?

- ¡No! En realidad extrañaba esto, así tal cual... ¡Se siente demasiado bien! - afirmó Valentina, la noche estaba fresca, pero tenía pequeñas gotas de sudor en su frente, producto de las caricas de Juliana.

Golpe del destino...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora