(53) Reencuentro

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Amélie Leclerc

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Amélie Leclerc

Había salido a correr a la playa para tratar de retomar mi rutina, pero me era imposible hacerlo sin evitar pensar en todo lo que estaba pasando en estos momentos en mi vida. Perdería muy pronto a Monako, me acababa de graduar de derecho y había sido despedida aunque había aplicado para el trabajo de mis sueños, no tenía asegurado eso a pesar de que estuviese en el curso, hace muy poco había asumido el apellido Leclerc y todo lo que conlleva y por último, pero no menos importante había terminado con Lando algo que jamás existió.

Por algo dicen que duelen más los casi algo que un algo.

Sin darme cuenta corrí más de mi meta y me preocupé un poco por dejar tanto tiempo solo a Monako, por lo que cuando vi que había corrido dos millas más regresé lo más rápido que pude.

No esperaba encontrarme a Lando cuando abrí la puerta de mi apartamento en el suelo junto a nuestro perro.

Había olvidado por completo que él tenía una llave de mi casa por haber vivido conmigo durante el verano pasado. O tal vez había entrado con la llave de repuesto que siempre dejaba afuera por si olvidaba la tradicional

No deseaba que estuviera de nuevo en casa, pero ver a Monako jugar luego de tanto tiempo sin hacerlo me hizo dejar que se quedara.

—¿A qué hora viniste?—pregunté curiosa, él pareció sorprenderse al verme.

—Anoche—respondió muy secamente—. Sé que no quieres que esté aquí, pero realmente necesitaba verlo.

—Si vienes a despedirte, está bien— eleve mis hombros en señal de no me importa y seguí mi camino hacia la cocina para prepararme algo de comer y servirle su alimento a Monako.

Entrando a esta sonó el teléfono de la casa y no pude contestar, ya que Lando lo tomó primero, —¿Hola?— saludo a la persona que estuviera en la otra línea.

—Ahora te la paso— dijo luego de unos minutos escuchando.

—Es Charles— me aviso y paso el teléfono para que pudiera hablar.

—Buenos días— hablé en francés para que el británico no entendiera por completo lo que conversamos.

Charles replicó en el otro lado de la línea—Hola Amélie, ¿cómo has estado?

—Normal, supongo que hablas por Monako, ¿cierto?

—Sí, quería saber cómo te encuentras con eso.

—Mal, pero supongo que debo dejar que pase— las lágrimas comenzaban a salir de nuevo por mis ojos, por lo que regresé a la cocina y serví yogur en dos platos con un poco de arándanos y granola.

—Come— le dije a Lando poniendo su plato en la mesa y sentándome a su lado como lo solíamos hacer para desayunar.

¿Cuánto tiempo te dijeron que le quedaba?—continuó la conversación con mi hermano.

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