COMPLETA
Libro 1 de la trilogía F1 "Un Beso"
Años después de la muerte de Hervé Leclerc su familia se enfrenta a un nuevo reto cuando se enteran de que existe una hermana más, fuera del matrimonio de sus padres, de apellido Leclerc.
Yendo al Gran Pr...
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3 años después
Sábado 9 de agosto, Positano, Italia, 2025.
Lando Norris
Hoy era nuestro día.
Hoy es el día en que Amélie se vuelve la señora Norris.
Hace un año le pedí a Millie que se casara conmigo y ella acepto. Lo hice en nuestro viaje durante el verano pasado en Milos, Grecia. Ahora, este verano, ya nos casaríamos.
Quisiera contarles con exactitud como sucedió todo, pero en estos momentos me estoy muriendo de los nervios al estar en el altar a punto de ver a mi futura esposa.
Sonaba tan bien decir que Millie será mi esposa.
Nunca pensé que fuera a querer esto tan joven, pero sí, con ella quería todo.
Durante unos meses cumpliríamos veintiséis los dos y con esto nada más uniríamos nuestras vidas de una manera más formal que antes.
Mi padre y hermano estaban parados a mi lado, mientras esperábamos a que la venezolana entrara acompañada de su padrastro y antes sus damas de honor.
Claro estaba que Livvie, Lucy y Anto eran parte, pero también incluyó a Cisca y a Flo porque en todo este tiempo se volvieron para ella familia.
Anto ya tenía nueve años, estaba cambiando muchísimo y me alegraba vivir ese proceso.
Su familia era mi familia y viceversa.
La ceremonia se estaba dando a la orilla del mar mediterráneo. Y la paz que se respiraba en el ambiente era magnífica.
De un momento a otro, vi a futura esposa caminar hacia el altar entre la multitud de tulipanes blancos que decoraban a sus alrededores. Los invitados se pusieron de pie, los cuales nada más era el círculo cercano y luego en la fiesta llegarían los demás.
Yo vi su caminata con los ojos llorosos.
Se miraba perfecta.
Llevaba un vestido largo de tejido suave que caía de su cadera hacia el suelo, creando una esbelta línea A, y en la parte del corpiño era un corsé con cintura ceñida y hombros drapeados abstractos, algo sencillo, pero que la hacía mirarse sumamente elegante y hermosa. En su cabeza llevaba una tiara unida a un vuelo con cola que arrastraba entre la grama. Todo en ella irradiaba felicidad, sobre todo esa sonrisa enorme blanca que mostraba debajo del velo.
Llegó hasta a mí y puse juntas nuestras manos nerviosas.
— Te ves preciosa — le susurré en el momento en que la recibí.
— Tú te ves guapísimo — paso su dedo en mi mejilla por una pequeña lágrima que se escapo de mis ojos.
Comenzó la ceremonia y el padre nos unió como marido y mujer durante ese tiempo.
