-Bueno, hija... Te deseamos lo mejor y lo sabes. Aprenderás todo lo que necesites y vivirás experiencias hermosas- empezó mi mamá con una sonrisa- Dios estará contigo siempre.
-Confiámos en ti, sabemos que no tenemos que darte ninguna advertencia- siguió mi papá.
Yo solo sonreí en respuesta a ambos ¿Debía contestar algo?
Y ahí estaba parada, frente a la universidad en la que en unos cuarenta pasos sería la mía y el lugar donde viviría por los próximos seis años, si todo salía bien.
La universidad Marxwell, una escuela de Miami bastante prestigiosa y anhelada por la mayoría de los adolescentes en Estados Unidos. Logré entrar gracias a una beca y, con completa honestidad, ya me estaba arrepintiendo, cada cosa nueva que me enteraba de esta universidad era una excusa más para no venir.
Pero, ya estaba hecho y mis padres estaban más que orgullosos, más que nada, porque mi mamá vino aquí. Y, estar lejos de ellos por un tiempo, no me sonaba tan mal.
Tiene las típicas "fraternidades", esas casa donde alguien, que no sabes ni siquiera quien, te mete en un edificio del campus con un nombre griego y un montón de gente a la que tienes que llamar tu hermana. Nunca escuche algo tan ridículo en toda mi vida.
Tenía tanto miedo. Esas fraternidades son caracterizadas por los "rituales de iniciación" y con lo poco que sabía de eso, ya tenía claro que me harían pedazos.
¿Como una chica que tenía 18 años, que nunca besó a un chico ni una sola vez, tampoco tuvo sexo, ni tomó alcohol, fumó o a la que toda su vida la inculcaron con la palabra del Señor, puede sobrevivir a esta catástrofe de sociedad? Sencillo, no puede.
-Hola, ¿eres Margaret Pines?- escuché detrás de mi la voz de un chico.
Me di vuelta para verlo: cabello castaño oscuro, ojos marrones, mi altura, bastante musculoso, un tatuaje de dos líneas negras en el brazo izquierdo justo debajo de la axila y un portapapeles en las manos.
-Si, es ella- respondió mi mamá por mi- ¿Eres el chico de tercer año que le dará el tour?- preguntó con entusiasmo y el chico asintió- ¡No puedo creer que sigan haciendo eso! ¡Es maravilloso!
Humillarme frente a un chico lindo y que no me vuelva a hablar nunca más, check.
-¿Nos sacas una foto?- continuó mi papá para completar esta vergüenza extendiéndole su celular.
-Claro- contestó el chico muy amable agarrando el teléfono.
Mis padres se acercaron hasta estar a mi lado y forcé una sonrisa.
Amaba a mis padres, pero esto me hacía odiarlos de una forma inhumana. Ambos eran predicadores de la iglesia, eran las personas más religiosas que había conocido después de Dios. Nunca me dejaron salir y, básicamente, fui educada para saber que todo lo que hacía un adolescente normal estaba mal.
Una vez, la foto tomada, el chico le devolvió el teléfono a mi papá. Los abracé una última vez, agarré mi maleta y mi mochila y empecé a alejarme de ellos siguiendo al castaño.
-Lo lamento mucho. Son imposibles- solté. Siempre sentía que tenía que disculparme por sus actitudes.
Él soltó una risa.
-Mis padres son peores, te lo aseguro- contestó- En mi primer día, empezaron a hablar con chicos para que sean mis amigos- explicó y sonreí pensando que quizás no estaba sola.
-¿Cómo te llamas?- pregunté.
-Oh, perdona- se disculpó- Para la gente de la escuela soy Bryan Kennedy- continuó.
-¿Gente de la escuela?- cuestioné confundida.
-Odio mi nombre, así que lo voy cambiando cuando me parece- respondió completamente serio. Pero, de todos modos, había algo en él que me parecía extremadamente cool. Siempre hablaba con esa tranquildad divertida. Jamás se me había acercado una persona con esa actitud y amabalidad- Para mi grupo de teatro soy Tobey Maguire, si, amo "Spider-Man". En la primaria era Malcolm Wilkerson, muy fan de "Malcolm in The Middle" en esa época- me explicó y solté una risa.
-Wow, eso es increíble- me sorprendía mucho- ¿Y por qué Bryan Kennedy?
En ese momento entramos al edificio principal después de subir algunos escalones. Este era gigante, podía ver pisos antiguos de baldosas blancas y negras, el techo alto con algunos dibujos interesantes, amplios pasillos con ese estilo medieval y seguramente cien salones de clases.
-Siento que impone respeto- respondió- Mi nombre real, ciertamente no lo tiene- siguió. Paró de caminar, así que, hice lo mismo. Volvió al portapapeles- Entonces...- me miró después de unos segundos- Margaret... Me gusta, pero, ¿tienes algún sobrenombre?
-Umm... Maggie- respondí.
Él asintió y pareció que estaba pensando, porque miró al techo.
-¿Puedo decirte Max?- me preguntó- Me hace acordar a esa película de Lindsay Lohan, la del auto. Se llamaba Maggie y se hacía pasar por un tal Max.
-Si... Supongo que si- respondí, él sonrió y seguimos caminando.
Varios estudios, habían comprobado que un sobrenombre es la prueba de que le agradas a alguien, es un símbolo de cariño ¿Ya hice un amigo y es así de genial?
Bryan me mostró la universidad con bastante detalle: varios salones y de que eran, dirección, algunos profesores, el teatro, el patio, la cafetería, la pileta de natación, algunas canchas de deportes. Todo era increíble.
También me explico como era que funcionaba, aunque yo ya lo supiera. La universidad se dividía en clases como en la escuela y tomabas las que necesitabas para la carrera elegida, lo que significaba, que podías compartir clase con gente que estudiaba otras cosas. Era un sistema bastante bueno a decir verdad.
El campus estaba separado en dos, había fraternidades para chicos de primero, segundo y tercero. Y, del otro lado, estaban las de cuarto, quinto y sexto. Me comentó que no solian crusarse mucho, a menos, que sea extremadamente necesario.
-Bueno, Max...- empezó él mientras nos dirigíamos donde estaban las fraternidades- Ahora, tu casa- miró el portapapeles. Ya me quiero ir- Te toca Kappa Delta.
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Las hermanas Omega 💌 La aventura de crecer
Teen Fiction"Regla número 1: Somos nosotras cuatro y solo nosotras. Regla número 2: No podemos decirle a nadie. Regla número 3: Todos los martes 1:35 AM detrás del arbusto a dieciséis metros de la casa Delta. No antes, no después, no otro día. Regla número 4: N...