No me dejaron entrar a matemáticas. Cuando llegué no había absolutamente nadie por los pasillos y desde la ventana de la puerta el profesor Clarson me vio y me hizo la seña de "no" con el dedo índice.
Suspiré con cansancio. Tenía más de hora y media para matar el tiempo.
Estaba bastante enojada la verdad, ni que hubiera sido tan tarde y todo por estar haciéndole preguntas a Bryan sobre algo que en realidad no hacía diferencia que supiera la historia completa o no.
Por eso también estaba molesta. Nadie sabía nada. Nada oficial o concreto. Todo eran palabras sueltas. Nadie sabía la historia completa... Bueno... Alguien si, pero no era bajo ninguna circunstancia opción decir un nombre con la letra "E" cerca de Drake.
Fui hasta la biblioteca. No había nadie. Aproveché para estudiar unas cosas de física y practicar para un exámen que tendría pronto.
Cuando terminé con eso aún me quedaba bastante tiempo, así que, me puse a rondar por la biblioteca por segunda vez. A pesar de que ya llevaba en la universidad casi dos meses y medio, solo había ido una vez, y como no fue una visita buena en si, no había vuelto a ir.
-¿Eres Margaret Pines?- escuché a uno de mis costados en uno de los padillos y ví a una chica con anteojos sosteniendo unos libros.
-Si...- respondí confundida.
-Sígueme- dijo, volteó y empezó a caminar.
Le hice caso y la seguí hasta un escritorio.
Ella fue detrás de el y se agachó para agarrar algo supuse.
-Drake Marxwell dejó esto para ti- puso tres libros sobre el escritorio y se acomodó los lentes- Me dijo que la próxima vez que vea a una chica castaña de ojos marrones con mochila azul con estrellas doradas le preguntara si era Margaret Pines- explicó- Me alegro que al fin vinieras. Ser bibliotecaria y estudiante a la vez ya me lleva bastante trabajo- no lo decía como un reclamo hacia mi, solo un comentario.
-Ok... Gracias- contesté aún confundida.
Agarré los libros y ví que la chica agarraba una mochila y se iba corriendo.
Fui hasta una de las mesas y me puse a ver lo que había dejado el rubio.
"1984" de George Orwell. "La felicidad paradójica" de Gilles Lipovetsky. “El fin de todo” de Katie Mack.
Leí los tres títulos intentando comprender que juego me proponía jugar ahora.
-Al fin viniste- escuché su voz detrás de mi y cuando sentí su perfume supe que se estaba acercando. Se sentó a mi lado y sonrió.
¿Este chico vive en las paredes?
-¿Por qué dejaste esto?- pregunté.
-Para que te guste filosofía- respondió obvio- Y para que veas que tengo una mente abierta. Este...- señaló "El fin de todo"- es de astronomía y... me no me disgustó. Hay cosas interesantes supongo.
-No me importa si te gusta o no astronomía- contesté. Sentí que hizo eso porque sintió que tenía que probarme algo.
-Pero a ti si te importa y quiero saber porqué- aclaró. Ese comentario fue lindo, lo admito, me hizo sentir bien.
Yo también quiero saber porqué... Yo también, pero no puedo preguntártelo porque sabrás que lo sé y no queiro enterarme de que pasaría si así fuera.
Ese pensamiento hizo desaparecer el otro.
Sentí que puso un mechón de pelo detrás de mi oreja con suavidad y lo miré otra vez.
-Dime que tal cuando los leas- soltó y se levantó para irse.
No, no.
También me levanté con rapidez y lo agarré del brazo para darlo vuelta con brusquedad.
Lo atraje hacia mi casi dándole un abrazo y lo besé. Estos momentos lindos hacían que se me hiciera imposible dejarlo ir.
Drake me agarró de la nunca con ambas manos y profundizó el beso muchísimo más. Drake siempre estaba quince pasos adelante y eso me hacía descotrolarme para alcanzarlo.
Así que por eso, chau chaqueta de cuero. Empecé quitársela yo por los hombros y él continuó tirándola al piso. Sus manos fueron a mi cintura y más abajo. Chau mi camiseta ¿Y por qué no? Chau la de él.
¿Iba a tener mi primera vez en una biblioteca? Tal vez.
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Las hermanas Omega 💌 La aventura de crecer
Teen Fiction"Regla número 1: Somos nosotras cuatro y solo nosotras. Regla número 2: No podemos decirle a nadie. Regla número 3: Todos los martes 1:35 AM detrás del arbusto a dieciséis metros de la casa Delta. No antes, no después, no otro día. Regla número 4: N...