Con mi dedo índice, toqué su barbilla y le hice girar la cabeza hacia donde yo miraba. Se quedó unos segundos así, suspiró y volvió a mí. Me miraba diferente, podía jurar que con preocupación.
Aprovechó el agarre de nuestras manos para tirar de mí y hacer lugar entre la gente mientras me llevaba hasta la puerta. Estaba bastante confundida, pero cedí.
Finalmente salimos afuera y me soltó la mano. Volteó para mirarme otra vez y se resfregó los ojos.
-Maggie... Déjalo ya- soltó.
-¿De que estás hablando?- estaba terriblemente perdida.
-Mira... entiendo que tengas preguntas, pero, ya pasó, ya está y no hay nada que podamos hacer, ni para salvar a Eddie, ni para realmente averiguar algo concreto- explicó.
-Pero...- no podía creerlo- ¿De dónde sacó otro anillo? No tiene ningún sentido y...
-Pudo haber hecho otro- contestó acercándose a mí- Literalmente, hacen cuarenta cada año para los ingresantes. No es raro, Maggie. No es raro que tenga un anillo.
No lo reconocía, realmente no. Sentía que abandonaba lo que había empezado.
-Creí que ibas a ayudarme- le dije empezando a estar molesta por su actitud- Creí que estabas de mi lado.
-Estoy de tu lado- respondió casi encima de mis palabras con rapidez.
-¿Y entonces por qué...
-¡Porque estás obsesionada!- exclamó interrumpiéndome y me sobresalté. Jamás lo había oído así. Se dio cuenta de que levantó la voz y respiró hondo- Entiendo que es difícil para ti, intento ayudarte, pero el tema de Eddie ya está. Olvídate de Drake.
-No si el escribió las cartas- respondí. Fue más una excusa que me salió del alma para no olvidarlo, pero aún así, seguía siendo una posibilidad.
-Estoy muy seguro de que no fue él- lo decía en serio, me dio hasta miedo- No creo que le importe lo suficiente.
-Yo si le importo.
-Teniendo eso en mente mira a donde te llevó.
Jamás, pero jamás me hubiera imaginado tener una pelea con Miles. Él era demasiado increíble y gentil para siquiera pensar que podía gritar.
Recordé la primera vez que lo vi, lo incómodo que estaba, apenas podía verme a los ojos o hablarme con claridad, lo callado que era. Ahora, tenía más confianza, podía mirarme, me besaba sí quería y me decía cosas bonitas.
Miles se convirtió en lo que más odiaba: en un Delta Gamma.
Y yo, yo pasé de ser la persona más virgen del planeta a acostarme con el chico más sexy y problemático de toda la universidad sin ningún tipo de compromiso.
Me convertí en una Kappa Delta.
Empecé a pensar que las personas calladas, observan, observan mucho.
-Fuiste tu- aseguré- Tu enviaste las cartas- no tenía dudas, ninguna.
-¿Qu...? Maggie...- no parecía enojado, parecía harto y cansado de mis suposiciones. Miró al piso un segundo y volvió a a mí- Ok... ¿Por qué lo haría?- preguntó.
Dios, basta, Maggie, te volviste loca, completamente loca.
-Yo...- me explotaban los ojos de lágrimas ya. Me acerqué a Miles por completo y lo abracé- Lo siento mucho... Es... Tienes razón, estoy obsesionada, no puedo más, Miles- lo admití porque era verdad.
Todo me estaba haciendo perder la razón poco a poco.
-Tranquila- me devolvió el abrazo con suavidad mientras me acariciaba para calmarme, funcionaba- Te prometo que te ayudaré, en serio. Pero... descansa esta noche, ¿si?
Levanté la cabeza para mirarlo y sonreí.
-De acuerdo- respondí.
Me devolvió la sonrisa.
-Todo estará bien- agregó y asentí.
Volvimos adentro y Miles ofreció traerme algo para comer, a lo que accedí.
Me quedé parada en el lugar, hasta que me choqué de costado con alguien.
-Disculpa... Oh...- empecé y me detuve al darme cuenta y no saber reaccionar con calridad.
-No hay problema, señorita.
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Las hermanas Omega 💌 La aventura de crecer
Teen Fiction"Regla número 1: Somos nosotras cuatro y solo nosotras. Regla número 2: No podemos decirle a nadie. Regla número 3: Todos los martes 1:35 AM detrás del arbusto a dieciséis metros de la casa Delta. No antes, no después, no otro día. Regla número 4: N...