6

167 21 22
                                    

Lo veo frente a mí, con esa maldita mirada perversa que tanto me atemoriza y por más que me digo una y otra vez que no es real, lo sigo viendo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lo veo frente a mí, con esa maldita mirada perversa que tanto me atemoriza y por más que me digo una y otra vez que no es real, lo sigo viendo.

—¡Eh, italiano! —una voz me hace salir de mi trance —Espabila, tío. Te ves ridículo.

Él, el rey de Roma me hace volver al mundo real y quiero gritarle que me siento agradecido de que haya podido sacarme de mi pesadilla a pesar de que él no entienda ni en lo más mínimo lo que pasa por mi cabeza, pero desaparece a paso rápido. Al parecer ambos no estamos en nuestro mejor momento.

Miro a donde estaba mi mirada clavada hace unos segundos y ya no está, no era real, solo era mi imaginación jugándome una muy mala pasada.

Muevo mi cabeza intentando espantar todos los pensamientos que me atormentaban y cabizbajo camino a mi primer día de trabajo en la heladería.

Los días lunes y martes puedo llegar a un horario prudente si voy caminando, pero los días miércoles tengo un choque de horario y para mi suerte el jefe me dejó llegar a las 5:30 pm todos los miércoles porque le aclaré que mis retrasos serán debido al colegio.

El clima está bastante agradable para caminar. El sol alumbra las calles, pero de una manera tan suave que te hace sentir relajado. Las hojas de los árboles cada vez se vuelven más anaranjadas y el viento las golpea suavemente.

Llego a la heladería y me dan una camiseta blanca junto a una gorra color rosa. Yo estaré en la parte de la heladería junto a otros dos chicos, pero cuando el frío se comience a hacer más presente uno de los tres tendrá que abandonar el puesto para pasar a la parte de la cafetería.

—Hola, Soy Lenna —me saluda una chica de mechas rosas, las cuales combinan con su gorra —Y él es Aldo —señala al chico que está ordenando unas cucharas.

—Hola, un gusto —los saludo.

—Mierda, que linda voz —dice Lenna —Tienes un acento muy lindo. Yo pensé que era broma cuando el jefe dijo que tendríamos a un italiano.

—Nunca hables del jefe frente a ella —dice Aldo a modo cómplice, pero con intenciones de que Lenna lo escuche —Es su padre.

—Y te recuerdo que tú eres su sobrino —dice Lenna.

—¿Son familia? —pregunto impresionado.

—Así es —responde Lenna —Su madre y mi padre son hermanos.

—Pero otro día te podemos contar más sobre nuestro árbol genealógico —Aldo me extiende un trapo rosa —Acompañe a limpiar las mesas mientras la mocosa atiende.

—Deja de llamarme mocosa —se queja Lenna.

Suelto una risita y acompaño a Aldo a las mesas. Él se encarga de pasar un trapo que contiene un líquido para desinfectar y luego yo paso uno seco para que la superficie no quede húmeda.

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora