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La música suena fuerte por los parlantes, mientras yo intento servir con trago con mi mejor sonrisa, cuando en realidad solo quiero ir a casa y dormir hasta no poder más

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La música suena fuerte por los parlantes, mientras yo intento servir con trago con mi mejor sonrisa, cuando en realidad solo quiero ir a casa y dormir hasta no poder más.

—Sé que estás fingiendo —me dice Miguel cuando mi clienta se ha retirado.

—Quiero dormir —me quejo.

—Tranquilo —me da un golpecito en el hombro —Solo te quedan... —mira su reloj —Unas cuatro horas.

—Gracias por el apoyo, amigo.

Suelta una carcajada y se va a la esquina de la barra para atender a otra persona, quien le hace señas.

Con un trapo me dedico a limpiar los restos de líquido que han quedado sobre el mesón. Es medianoche y al parecer ya están todos ebrios, puesto que derraman parte del contenido de sus vasos.

—¿Qué me recomiendas? —levanto rápidamente la mirada al reconocer su voz.

—Giovanni —intento ocultar la sonrisa —¿Qué haces aquí?

—¿Acaso está prohibido que venga? —arquea una ceja.

—No, claro que no.

—Entonces, ¿Qué me recomiendas? —vuelve a preguntar.

—Nada —niego con una sonrisa —Creo que tú y el alcohol no son buenos amigos.

—Pero que dice... —es interrumpido por el grito de Miguel.

—Leo, un poco de ayuda.

—Dame un segundo —le pido a Giovanni y me acerco a mi amigo para atender a un grupo de personas.

De reojo miro al chico que me espera sentado en un taburete, y veo como se mira en el reflejo del espejo que adorna la repisa de licores, mientras acomoda su cabello. Es todo un pretencioso.

—Aquí tienen —le digo al grupo dejándola ronda de shots sobre el mesón —Disfruten.

—¡Gracias! —exclaman demasiado efusivos.

En cuanto termino, siento la mirada de Giovanni sobre mí, por lo que le hago un gesto a Miguel y me acerco al chico.

—¿Qué haces aquí? —vuelvo a preguntar.

—¿Te molesta que esté aquí? —niego con la cabeza. Odio que responda las preguntas con otra pregunta. —Querías hablar.

—Sí, pero me dijiste que hablaríamos el día martes.

—Cambio de planes —se encoge de hombros.

—Yo... no puedo —hago una mueca —Esto está movido —miro a Miguel, quien una vez más me pide ayuda.

—Puedo esperar.

—¿Estás seguro? —asiente.

—Pero tráeme algo de beber. No creo poder aguantar con la garganta cerca.

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora