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Me duele la maldita espalda, porque lo poco y nada que dormí, lo hice con la espalda pegada en la pared

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Me duele la maldita espalda, porque lo poco y nada que dormí, lo hice con la espalda pegada en la pared.

Andreotti sigue abrazado a una de mis piernas, lo que me impide mover mi trasero de la cama, que por cierto es muy incómoda. Definitivamente cuidarlo en ese estado fue un caos.

Cuando volví al cuarto creí que estaría dormido y para mi suerte si lo estaba, pero despertó al oírme y comenzó a vomitar, por lo cual ahora está con su torso completamente desnudo.

Giovanni se remueve en el reducido espacio y un quejido sale de su boca. Como ha aflojado su agarre de mí, aprovecho de moverme, pero el movimiento lo hace presionarme nuevamente, para seguido levantar su cabeza de golpe. Gran error.

—¿Qué mierda? —suelta con una mueca.

—Hasta que despiertas —digo entre dientes y me levanto.

—¿Por qué estoy a medio vestir? —pregunta a la defensiva.

—Vomitaste —volteo los ojos —¿Acaso crees que te hice algo, Andreotti?

—No me sorprendería.

—El único que se pasó con lo del espacio personal fuiste tú —eso lo hace abrir sus ojos más de lo normal —Así que yo debería estar molesto.

—¿Debería creerte? —dice recobrando su postura.

—No me interesa si me crees o no —tomo mi sudadera —Ponte los zapatos y muévete, porque tengo que dejar cerrado.

Me da una mala mirada y se pone sus zapatos de manera rápida. Al levantarse hace una mueca, porque de seguro sintió el golpe de realidad y debo admitir que no siento lástima por él.

—¿Dónde está mi ropa? —señalo el suelo en respuesta.

—La metí en esa bolsa.

Giovanni se acerca a la bolsa y la abre, pero en cuanto siente el asqueroso olor a vómito, hace una notoria mueca y la deja caer al suelo.

—Toma esto —le extiendo mi sudadera negra —Hace frío.

—No la necesito.

—¿Pretendes salir así? —bajo la mirada a su abdomen adornado por unos cuadritos. —Solo te estoy intentando ayudar.

—Deja de mirarme —me arrebata la sudadera y la pasa por su cabeza.

—¿Acaso no quieres que hoy te diga lo guapo que eres? —suelto en tono burlón —Ni siquiera de borracho tu ego baja.

—¿De qué hablas?

—Hora de irnos.

Abro la puerta y me hago a un lado para que salga. Él me mira esperando una repuesta a lo que preguntó, pero yo no pretendo hablar de lo odioso que se comportó.

—Muévete —voltea los ojos y sale del lugar, pero se queda en el pasillo, de seguro, sin saber donde ir.

Saco mi mochila y seguido la llave de mi bolsillo para cerrar el cuarto. Cuelgo el feo llavero en una caja que hay en la pared, ya que tiene que estar ahí por si alguien más necesita usar el viejo cuartucho del bar. Intento no tocar a Giovanni al momento de adelantarlo y camino seguido de sus pasos para llegar al callejón.

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora