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El día domingo, aquella mención de aquel día me carcomió la curiosidad durante toda la semana, y cómo Giovanni actúa de formas impredecibles, desapareció de mi mundo

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El día domingo, aquella mención de aquel día me carcomió la curiosidad durante toda la semana, y cómo Giovanni actúa de formas impredecibles, desapareció de mi mundo. No respondió mis mensajes, me esquivó rotundamente y casi se escapa el día de ayer cuando fui a cuidar a sus hermanos, pero por suerte llegué unos minutos antes y me lo encontré de frente.

Le pregunté directamente que le pasaba y luego de unos balbuceos se fue corriendo a su habitación para encerrarse por dos horas. Por un momento pensé que se había escapado por la ventana, hasta que apareció en la cocina por algo de comer.

Una vez más le pregunté que le pasaba y los balbuceos comenzaron nuevamente. Le tomé la mano y le sonríe para darle tranquilidad, hasta que dijo con bastante claridad que quería llevarme a un lugar.

Es por eso que ahora estoy esperando fuera de mi casa para que pase por mí, aunque debo admitir que tengo un poco de miedo de que me deje plantado, porque como dije, Giovanni Andreotti puede ser muy impredecible a ratos si así lo quiere.

Me miro la punta de los zapatos para mantenerme distraído de mi alrededor y de mis pensamientos, hasta que por fin aparece Giovanni conduciendo el auto de su madre.

Suelto un suspiro aliviado al verlo bajar la ventanilla del copiloto.

—¡Ey tú!, ¿qué haces ahí? —dice con un tono que denota buen humor —Arriba.

Le sonrío y me levanto del suelo para seguido sacudir mi trasero y subirme junto a él.

—Hola —le digo.

—Sí, sí, hola —dice divertido.

Al parecer sí está de bastante buen humor.

Lleva unas gafas de sol, debido a que por suerte no amaneció nublado, y eso lo hace ver mucho más atractivo que de costumbre, porque las gafas y el reflejo del sol en su rostro le dan un brillo especial.

—¿Qué tanto miras? —se levanta las gafas y se gira.

—Estás de buen humor —comento.

—He dormido bien —se encoge de hombros y se gira para seguir con el camino —No te ves muy a gusto.

—Si estoy a gusto —digo rápido —Es solo que aún tengo un poco de sueño. Dormí poco.

—Sí, lo sé. Mis hermanos y luego el bar. Deberías dormir, al menos tienes unos 40 minutos para ello.

—¿Dónde vamos? —le pregunto, porque aún no tengo esa respuesta.

—Tú solo duerme, Moretti.

Si ayer no logré conseguir respuesta, dudo que ahora tenga un poco de suerte, así que me acomodo y cierro mis ojos para tomar una siesta.

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—No —murmuro al sentir que me mueven.

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora