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Federico se vuelve a ensuciar la cara con crema del panqueque que lleva picoteando durante los últimos minutos, y su hermano mayor voltea los ojos una vez más, mientras intenta limpiarle el rostro

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Federico se vuelve a ensuciar la cara con crema del panqueque que lleva picoteando durante los últimos minutos, y su hermano mayor voltea los ojos una vez más, mientras intenta limpiarle el rostro.

—¿No debería estar durmiendo? —me pregunta Giovanni, siendo la primera vez que me habla desde que se sentó entre los pequeños.

—Tus pa...

—Papá y mamá nos dejaron estar de pie —responde Chiara por mí.

Giovanni vuelve a quedar en silencio y toma el plato con galletas de corazón que traje de la cafetería luego del trabajo. El resto de cosas las buscamos en el mueble y lo que nos faltaba lo fuimos a ver a una tienda que hay cerca.

Ayer en la noche Bruno me llamó para preguntarme si tenía tiempo libre después de salir de la heladería, ya que fiarse de Giovanni no era algo muy viable y al parecer tenía razón, porque su hijo ni siquiera sabía de la cena.

Por aceptar pasar este rato con los niños Andreotti, tuve que pasar mi cita de San Valentín en la heladería entre interrupciones, porque justo hoy las parejas decidieron aparecerse en el lugar.

—¿Es en serio? —escucho la voz molesta de Giovanni.

Federico una vez más está con la cara manchada de crema y su hermano cada vez parece más cabreado ante ello.

—Es mejor que dejes de comer esto —le quito el panqueque a Fede.

—Lo llevaré al baño para que se limpie —me dice Chiara.

La niña se levanta y toma al pequeño de la mano para llevarlo a limpiar su cara.

En cuanto desaparecen, Giovanni baja la mirada y comienza a juguetear con el vaso que estaba usando hace unos minutos.

—¿Podemos hablar? —le pregunto, pero él sigue sin mirarme —Tenemos...

—Olvídalo —me corta —Si hablas de lo que pasó en los vestidores, solo olvídalo —me mira —No tiene importancia.

—Yo... —trago saliva —Yo hablaba del trabajo —sonrío al ver que un leve rubor se hace presente en la piel pálida de sus mejillas. —Tenemos que entregarlo en unos días y prometiste hacerte cargo.

—Yo... yo... —tartamudea.

Está nervioso. Algo no muy normal en él.

—Avancé un poco —continúo al ver que no dice nada —Y si no quieres que lo terminemos juntos está bien, pero tendrás que hacer una parte.

Sigue en silencio.

—Giovanni —digo en un tono suave.

—Vale —suelta después de un rato —Lo terminaremos. Juntos.

—¿Estás seguro? —asiente.

—¿Qué día tienes libre? —enfoca su mirada en las galletas.

—Siendo después de mi horario en la heladería, puedo cualquier día —respondo —pero si quieres trabajar más temprano, podemos hacerlo en la heladería. No van muchas personas en este tiempo.

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora