El amor puede llegar de diferentes formas a revolucionar tu mundo. Crees que tienes todo claro en la vida, que no dudas de nada, que estás con la persona correcta. Pero luego llega esa persona que puede mostrarte que vivías entre unas paredes que es...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¡Giovanni!
—¡¿Qué?! —suelto de golpe al escuchar el grito de mi hermana.
—¡No me grites! —se queja.
—¡Tú comenzaste! —contraataco.
—Porque eres un sordo —voltea los ojos.
—Mejor dime que quieres.
—Te preguntaba por qué estabas con la boca abierta —se ríe.
—No estaba con la boca abierta.
—Claro que si —se burla.
—Estaba pensando —me excuso.
—¿En qué?
—Eso no es tu asunto, pequeña entrometida —le muestro mi lengua.
—Eres un completo...
—No puedes decir malas palabras —me burlo.
—¡Agh! —se levanta del sofá —Odioso.
Da pequeñas zancadas para desaparecer de la sala, lo que a mí solo me causa gracia. Sin embargo, al encontrarme solo, una vez más, mi mente vuelve a mis pensamientos anteriores.
Martina.
Creo que es momento de solucionar las cosas con ella y lo mejor para terminar con nuestras peleas, es hacer caso a su súplica.
Debo presentarla en mi casa y la cena navideña es la ocasión perfecta para ello. La fecha en que todos estamos un poco cariñosos, por lo que es difícil entrar en discusiones.
Me levanto del sofá y camino en dirección a la cocina, donde mi hermana está comiendo una barra de cereal. En cuanto me ve me da una mala mirada.
—¿Dónde está mamá, niña enojona?
—¡No me llames así!
—¿Dónde está mamá, hermanita? —me acerco a ella y dejo un beso en su mejilla.
Eso la hace cambiar su postura. Chiara parece ser una niña seria en ciertos aspectos a pesar de su edad, sin embargo, cuando le muestran afecto se vuelve una blanda.
—Está en el patio trasero con Fede.
—Gracias, cariño —dejo otro beso en su mejilla.
Como en la cocina hay una puerta que da directo al patio trasero, aprovecho de pasar por ahí, ya que me da un poco de pereza rodear el lugar.
—¡Mamá!
—¡Ay! —da un pequeño saltito, el cual provoca que a Federico se le escape una carcajada.
—¿Te asusté? —asiente —Lo siento —me río —Solo venía a decirte que saldré y no sé a qué hora llegue.
—Está bien —limpia sus manos en el delantal que tiene amarrado en la cintura y se acerca a mí —Cuídate y no hagas nada estúpido.
