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Miro de reojo como Moretti termina de ordenar todas las cosas a su paso y luego se acerca, para sentarse frente a mí

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Miro de reojo como Moretti termina de ordenar todas las cosas a su paso y luego se acerca, para sentarse frente a mí. Por mi parte, tengo desparramadas sobre la mesa las cosas que me envió, junto a mi computadora.

—¿Listo? —le pregunto.

—Sí —asiente.

Me explica toda la información que encontró respecto a las vanguardias, orden cronológico, principales exponentes y principales obras, pero no soy capaz de entender que es todo eso que dijo, porque solo lo miro a él. Solo lo miro.

—¿Tienes alguna duda?

—¿Qué? —le pregunto.

—Dime que al menos escuchaste algo de lo que dije —hace una pequeña mueca.

—¿Salvador Dalí?

—Vale —suelta un suspiro —Algo escuchaste. Pero te decía que ahora tenemos que ordenar, ya que solo me dio tiempo para ordenar la información de una vanguardia —señala el papel —Ese es el orden que decidí tomar para que la información sea más entendible, pero si no te gusta podemos...

—Está bien —lo interrumpo. Prefiero que sea él quien tome las decisiones, porque lamentablemente es un listillo y yo no.

—Vale —sonríe más para sí mismo —Entonces sigamos —toma las hojas —¿Te parece si yo hago estas y tú estas? —me entrega la mitad de los papeles.

—Lo que digas —recibo los papeles —Yo hago esto.

Tomo un marcador y comienzo a seleccionar cosas que parecen ser más relevantes, mientras él teclea algo en la página en blanco de la computadora. Cuando deja de lado el aparato, me atrevo a tomarlo y a escribir algo de lo que he entendido respecto al señor Dalí y el surrealismo. Sin embargo, la molesta campanilla suena y ambos levantamos la cabeza.

¿Por qué no me sorprende ver a este tipejo? Aunque debo admitir que esperaba que hoy no se apareciera por este lugar.

—Vuelvo en un momento —me dice Leonardo —Tengo que atender.

¡Ja! Atender. ¿Acaso cree que soy tonto?

Miro de reojo como el tipo sostiene un vaso con café y una bolsa con vaya a saber Dios, bolsa que le extiende a Moretti. Se inclina para besar al chico al otro lado del mostrador, pero él gira el rostro, lo que internamente me hace sonreír.

¿Qué debería hacer? ¿Seguir avanzando en el trabajo para demostrarle a Moretti que no soy tan idiota como él cree? ¿O seguir espiando como el imbécil le coquetea?

Bueno, Andreotti dejará sus genes chismosos por un día y se enfocará en lo que más odia. Las tareas escolares.

Sigo tecleando y paso a la siguiente vanguardia cuando Leonardo se digna a aparecer frente a mí.

—Volví —informa y en respuesta volteo los ojos. Como si no hubiera notado que llegó —¿Quieres galletas? —me extiende la bolsa que le entregó el tipejo hace unos minutos atrás.

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora