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Sigo con mi mirada clavada en el lugar de Giovanni, en el lugar vacío

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Sigo con mi mirada clavada en el lugar de Giovanni, en el lugar vacío. Él no apareció y no quiero creer que eso sea producto de nuestra riña, aunque si él se aparecía el día de hoy, todos iban a comenzar a lanzar teorías acerca de nosotros.

Al parecer ni siquiera Martina sabe a qué se debe la ausencia de su novio, porque ha estado durante toda la hora mirando la puerta y luego el lugar que debería ocupar su novio.

Muevo mi pie impaciente hasta que por fin se hace presente el toque que indica la libertad por unos minutos. Desde que llegué aquí, nunca había deseado con tantas ansias que llegara el receso.

Me coloco fuera del salón de Clara y muevo mi mano en su dirección para que me vea.

—Santo cielo —es lo primero que sale de su boca al verme.

—¿Hola?

—¿Qué te pasó? —me toma del rostro un poco preocupada.

—Yo... eh... —intento decir —¿Vamos al comedor? Muero de hambre.

—No intentes evadir mi pregunta —me toma del brazo y me arrastra al comedor —No me ocultarás que te pasó, ya que suficiente tengo con qué Vanni me haya ocultado que le pa... —sé detiene de golpe —Por favor dime que no fue Vanni.

Merda.

¿Qué debería decirle? Estoy más que seguro que Clara es demasiado inteligente para creer lo del intento de robo y algo me dice que Giovanni no le dijo eso.

—¿Podemos buscar algo para comer y luego te explico?

Así tengo tiempo para invertir algo.

—Vale, hoy desayunamos afuera —suelta un suspiro —Le enviaré un mensaje a Matteo para decirle que no estaremos con él en este receso.

Entramos al comedor y mientras caminamos a la fila, que para nuestra suerte está corta, Clara escribe algo en su celular, de seguro le está enviando un mensaje para mi hermano.

Tomamos un sándwich junto a una fruta, para luego caminar en dirección a las gradas y sentarnos alejados de las personas curiosas.

—Soy toda oídos.

—Vale —suelto un suspiro —Ayer intentaron robar mis cosas cuando iba a unas cuadras de aquí —comienzo con mi mentira —Y me empezaron a dar golpes —hago una mueca —De un segundo a otro sentí menos golpes y era Giovanni que había aparecido de la nada. Él me ayudó.

Vale, eso no lo creería nadie.

—¿Vanni te ayudó? —asiento —Ahora entiendo porque no me quiso explicar qué le pasó —hace una mueca —No le agradas mucho y dice que no quiere que los relacionen como amigos.

—Lo sé —digo un poco incómodo, porque a pesar de qué sé que no le agrado, escucharlo en voz alta es distinto —Yo no creía que era él quien me estaba ayudando.

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora