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—¡Cierra la boca! —me quejo —Si sigues chillando como una puta loca no te llevaré a ningún lugar

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—¡Cierra la boca! —me quejo —Si sigues chillando como una puta loca no te llevaré a ningún lugar.

—¡Le diré a papá que me dijiste malas palabras! —reclama mi hermana.

—Ni siquiera sé por qué quieres ir por helado justo hoy —la miro a través del retrovisor —Casi llueve, demente.

—El helado en un día lluvioso es una deliciosa —responde ella.

—Cómo digas —volteo los ojos y me vuelvo a concentrar en el camino, intentando ignorar todo lo que dice mi hermana desde la parte trasera.

Papá no puedo mantener la boca cerrada y tuvo que decirle a Chiara que el idiota raro de Leonardo trabaja en una maldita heladería, por lo que mi hermana se empeñó en que la invitara al lugar, como le debía un helado de la vez que me escapé de casa. Y de eso ya pasó un mes, ni siquiera sé por qué lo recuerda.

—Vamos a casa —me quejo al ver que las gotas de lluvia han comenzado a impactar contra el vidrio.

—No seas aburrido —siento que me da un golpe en el brazo —O sino llamaré a papá.

—Te odio —digo entre dientes. 

Ni siquiera tengo un paraguas, por lo que me bajo y apresuro mis pasos en dirección al interior sin importarme que Chiara se moje, después de todo yo le dije que nos fuéramos.

—¿Acaso no podías esperarme unos segundos? —se queja.

—No te ibas a mojar menos si te esperaba —me burlo —No seas una nenita. 

Le muestro mi lengua y me voy a la mesa del fondo, a lo que ella sigue mis pasos.

Se sienta frente a mí de brazos cruzados y con su ceño fruncido, dejándome en claro que está molesta porque la dejé sola durante unos segundos, pero yo le muestro que no me interesa su berrinche de cría.

—Si sigues con esa cara nos podemos largar —me encojo de hombros. 

Antes de que mi hermana  pueda responder algo, una tercera persona se une a nuestro pequeño círculo. 

—Buenas tardes ¿En qué los puedo ayudar?

¡Ja! En tu cara de ángel, Chiara. Tu querido Leonardo ni siquiera se molestó en venir a atenderte.

—Hola —dice mi hermana, mientras la chica de mechas rosadas me da una rápida mirada, de seguro recuerda que fui el bobo que dejó dos helados derretidos. —¿Está Leo?

—Fue al baño justo antes de que entraras —le responde la tipa que al parecer se llama Lenna —Si quieres puedes decirme lo que quieres y cuando él esté listo le pido que te lo traiga.

—¡Si! —chilla mi hermana. —Quiero un helado de Nutella con chispas de colores.

—Está bien, pequeña —la chica me mira —¿Vas a pedir algo? —niego con la cabeza —Al menos hoy no perderemos dos helados por tu culpa. 

El Rey De Roma #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora