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A la mañana siguiente, ya con la amistad entre Isa y Gabi consolidada, mientras buscaban libros en la biblioteca de la escuela para la clase de literatura, Isa comenzó, de manera muy sutil, a hacer preguntas acerca de Julián. Quería saber todo acerca de él, para seguir descubriéndolo en cada uno de sus gustos.

Gabi, que tenía un olfato prodigio para detectar gente enamorada, no necesitó de mucho para darse cuenta hasta donde quería llegar su nueva amiga. Así que, con su manera desinhibida, logró que la chica rebelde le confesara acerca del flechazo que sintió por Julián desde el primer momento en que lo tuvo cerca. Soltando una carcajada exagerada, Gabi le dijo que eso lo habían notados todos en el salón. Bueno, todos menos Julián, se corrigió. Pero no pudieron conversar mucho más porque vieron que llegaba Alex a encontrarse con ellos, y Gabi no sabía qué tan públicos quería hacer sus sentimientos Isa.

A Alex se lo notaba nervioso, confundido, con la mente en otro lado. Y no era para menos, aunque nadie lo supiera y, tal vez, eso fuera algo que moriría con él, sus sentimientos por la profesora de teatro no eran para nada superficiales. La semana anterior se habían visto por última vez, por lo menos eso fue lo que acordaron con Sara, luego de un verano en el que, aunque ya supieran que lo que estaban haciendo no estaba bien, decidieron entregarse a sus deseos y disfrutar de una relación secreta. Así que, de todos modos, envuelto en su propio vaivén de cuestionamientos, como estaba Alex, jamás hubiera oído una palabra de lo que conversaban Isa y Gabi, por más que lo hubieran gritado frente a su cara.

Los tres salieron de la biblioteca rumbo a la clase de literatura. En el camino se encontraron con Julián, que ya traía en sus manos un libro para la clase. Lo había comprado durante el verano, en una de sus visitas a la librería de Teresa Rauch. Él y Capote, dijo Gabi levantando las cejas. Una relación longeva, remarcó para que Isa se percatara de los gustos literarios de su amigo. Luego, se saludaron y siguieron caminando, hablando muy poco entre ellos. Uno enamorado, uno confundido, uno feliz y uno meditabundo. Cualquiera de los cuatro podía ser cualquiera de esos.

Julián vio, por una de las ventanas, que Amelia y Olivia estaban sentadas al sol, sin mucha prisa por entrar a clase. Amelia lucía cansada, mientras su amiga no hacía más que escribir en su celular. No había nada que dibujara una sonrisa tan auténtica en el rostro de él como ver a Amelia, aunque fuera a la distancia. Quien se percató de eso fue Isa, y decidió que actuaría para lograr que Julián se fijara en ella antes de que fuera tarde para tener una oportunidad con él. A fin de cuentas, nada era más valioso que luchar por amor.


Cuando ya todos estaban en el salón de clase, aunque el profesor aún no había llegado, Olivia seguía en su salsa de mensajeo. De vez en cuando, emitía una escueta frase, a modo de respuesta, para contestar alguna pregunta que le hacía su compañera de banco, pero no mucho más que eso. Estaba sumergida en el mundo virtual y, al parecer, eso dejaba a Amelia aún más sola de lo que se sentía. Y, como si no fuera poco, pudo notar cómo la miraba Isa, quien luego de intimidarla con su mirada, se dio vuelta, muy sonriente, para decirle a Julián algo que lo hizo reír.

En cuanto el profesor entró al salón, todos se callaron y se acomodaron como para empezar con la clase. La única que no se percató de esa presencia fue Olivia, que seguía atenta a su celular, el cual no paraba de emitir el sonido que se oye al entrar un nuevo mensaje en una conversación abierta. Su amiga intentó advertirla con un leve golpe con el codo, pero ella no se dio por aludida y, para cuando quiso darse cuenta, ya tenía al profesor parado frente a ella, pidiéndole el equipo, para mantenerlo bajo custodia hasta que finalizara la hora de clase.

Una pausa en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora