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Una vez en la fiesta, contrario a lo que se ve en cualquier película y a lo que creía Gabi, no se encontraron con un descontrol desenfrenado en el que hubiera chicos y chicas amontonados por todos lados, bebiendo sin control, con filas en la escalera de la casa, baños llenos de chicas y otro tanto esperando afuera, y con una piscina en la que hubiera chicos en calzoncillos, con botellas, y chicas sin corpiño. Nada de eso.

Una luz tenue, de color amarillento, cálido, y música suave, canciones lentas, nuevas, ambientaban el amplio living, con sillones anchos, que daban la vuelta al lugar, fue lo que recibió a los cuatro una vez que cruzaron la puerta de entrada. Serían poco más de quince, al menos en un primer conteo que hizo Julián recorriendo el lugar con la vista. Se notaba que los primeros habían llegado poco tiempo antes.

Aún faltaban algunos compañeros de clase, que llegarían en cualquier momento o, tal vez, no vendrían. En todo caso, el ambiente parecía agradable. Todos en una misma conversación, mientras el anfitrión llegaba con vasos descartables para todos y les daba la bienvenida con tono alegre y los invitaba a sentarse en cualquiera de los lugares libres que quedaban en los sillones.

Los cuatro se sentaron casi al mismo tiempo, uno al lado del otro. Gabi en la punta de uno de los sillones desocupados, quien sonrió mirando a sus compañeros. A su lado, Alex, que preguntó si se podía fumar adentro, aunque imaginaba la respuesta. Luego Isa, quien sostuvo una rara sonrisa en el rostro, la típica de quien llega a un lugar y se encuentra algo distinto a lo que imaginaba. Y, finalmente, Julián, quien no dijo mucho. De todos modos, el sillón en el que se sentaron era espacioso, ocupaba casi el ancho de la pared que tenía un enorme ventanal detrás, que daba al patio donde estaba la piscina, así que al lado de Julián quedaba lugar, como mínimo, para dos personas más.

Mientras se acomodaban, a la vez que se servían algo para tomar en los vasos que les habían traído, sonó el timbre. Uno de los chicos que estaba ahí, el más próximo a la puerta de entrada, se paró y fue a recibir a los que llegaban. Eran dos chicas: Amelia y Olivia. Entraron al lugar saludando alegremente. Hola, hola, saludo general, dijeron tirando besos al aire. Nos sentamos por acá, dijo Olivia ya en el living. Se sentó en el otro extremo del sillón donde estaba Gabi y, al lado de ella, su amiga, Amelia, quien quedó junto a Julián. Ella lo miró y le sonrío.

De modo que Julián, para alimento de la confusión que sentía en su interior durante los últimos días, se encontró con que estaba sentado en medio de las dos chicas que le agitaban el pensamiento. Durante los primeros minutos, casi media hora, estuvo prácticamente tieso. Pero, de a poco, tal vez, ayudado por un par de vasos de cerveza que bebió ávidamente, fue ablandando su postura y su lengua, comenzando a intervenir en la conversación que se había formado para ese entonces.


Con el paso de los minutos, los invitados comprendieron que el motivo por el cual los habían invitado a la supuesta fiesta, que había resultado ser, en realidad, una reunión de compañeros de curso, y se debía a que, los mentores del encuentro, entre los que se encontraba el anfitrión, estaban planeando formar una lista para postularse en las elecciones del consejo estudiantil y querían contar con el apoyo de sus compañeros de clase.

Como eran un grupo que nunca tenía grandes conflictos y siempre se apoyaban unos a otros, tardaron poco tiempo en estar deseándose suerte y brindando por el éxito de la nueva meta. Asimismo, los convocantes ofrecieron que, quien quisiera, se sumara a ellos. Algunos se sumaron, pero no muchos. Gabi tuvo la intención de sumarse, pero con el trabajo no dispondría de mucho tiempo y no quiso comprometerse de gusto.


Una vez dejado de lado el tema en cuestión, la noche siguió el rumbo como para que el encuentro se convirtiera en algo más distendido. Alguien propuso karaoke y se sumaron unos cuantos. De modo que, unos pocos se pararon para cantar, en grupos de tres o cuatro, canciones con bastante ritmo. Otros fueron a la cocina para reponer las botellas vacías.

Poco a poco, se generó un ambiente más festivo. Para ese entonces, Alex estaba en el patio, sentado al borde de la piscina, hablando por teléfono. Isa y Gabi sumados al karaoke. Julián, aún sentado en el mismo lugar desde que había llegado a la casa, vio que en ese sillón en el que estaba sólo quedaban él y Olivia. No vio para dónde había salido Amelia.

Olivia, que, como la mayoría de las veces, había estado la mayor parte del tiempo sumergida en su celular, levantó la vista y vio que Julián estaba mirándola. Se sonrieron mutuamente. Ella, guardando el teléfono en el bolsillo de su campera, hizo un movimiento sin despegarse del sillón, para acercarse a él, y le preguntó cómo se sentía, si estaba pasándola bien. Él le contestó que sí y, seguido, le dijo que parecía ser que los habían dejado solos. Amelia fue a servirse agua, viste que ella no es del alcohol, dijo Olivia, como aludiendo que Julián sabía todo acerca de su amiga. ¿Está bien ella?, preguntó él sin saber por qué había hecho esa pregunta, y, en esa milésima de segundo siguiente, se arrepintió de lo dicho, aunque ya fuera tarde. Ante el gesto de Olivia, como insinuando que no sabía a qué se refería, Julián se corrigió enseguida, diciendo que lo había preguntado por el agua, y con eso sintió que enmendaba el traspié.

Olivia se acercó, todavía, un poco más a Julián y comenzaron a hablar de manera un poco más fluida. Ella, que desde hacía mucho tiempo esperaba que su amiga le diera la autorización para oficiar de celestina, lo cual, según sus propias palabras, era uno de sus puntos fuertes, pudo darse el gusto, en ese momento, de hablar con un Julián un poco más desenvuelto, despojado de esa coraza de timidez que siempre lo recubría.

Así que, mientras ella intentó llevar la conversación para el terreno que quería, él también pretendió llegar a ese mismo lugar o tema o tópico o lo que fuera que pudiera ser el nombre de Amelia en la conversación, sin que ninguno de los dos intuyera que el otro tenía las mismas intenciones.

Pero la ilusión de ambos duró poco. Cuando Julián se disponía a preguntarle algo acerca de Amelia, una banalidad que fuera llevando la conversación hasta ella, en ese mismo instante, se acercó esa chica que comenzaría a ser el motivo de la conversación, con una botellita de agua en una de sus manos y un vaso en la otra. Así que Julián interrumpió lo que estaba a punto de preguntar, tragando sus palabras y devolviendo un silencio incómodo, del típico que, quien se acerca, lo primero que piensa es que están hablando de él. Así fue como, para desilusión de ambos, la conversación quedó inconclusa.

Una pausa en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora