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Casualidad o lo que sea, cada año, cuando llega el día de entrega de diplomas a los egresados, la jornada amanece con un sol radiante y picante que se posa sobre el asfalto como si buscara derretirlo. La sombra de los árboles se adelgaza debido a que las hojas se contraen para intentar aguantar las largas horas de calor, dejando que se filtren, por entre las ramas, intermitentes resplandores de claridad que van dibujando figuras marmoladas en las veredas. Las paredes blancas de algunas casas irradian un penetrante reflejo que se cala hasta con los ojos cerrados.

Cerca y a lo lejos, a un lado y a otro, se oye el motor de los aires acondicionados trabajando sin parar. Olivia se quedó contemplando ese solitario paisaje de finales de primavera, en los que ya parece haberse instalado el verano, durante el instante en que se asomó a la intemperie para cerrar la persiana de su habitación.

Antes de poner su dormitorio en penumbras, había dejado su celular sobre la mesa de luz, con intención de conectarle el cargador porque su batería estaba a punto de quedarse sin carga. Luego de cerrar, se recostó sobre la cama y encendió el televisor, no pensaba dormir siesta, pero como la tarde estaba tan calurosa no se podía pensar en otra cosa. Escogió una serie, basándose en las sugerencias que le aparecían, luego de haber terminado, la noche anterior, de mirar las cuatro temporadas de alguna otra. Olivia no tardó demasiado en quedarse dormida, por más que ese no había sido su plan en un primer momento.

Después de un par de horas, la despertó el portazo que dio, sin querer, su madre al cerrar la puerta del baño. Olivia se sobresaltó y pasó por ese breve instante luego de un sueño profundo en el que se duda si es temprano en la mañana o tarde en la noche.

A tientas, intentó mirar la hora en su celular, pero la pantalla no le respondió. Enseguida se dio cuenta que se había olvidado de enchufar el cargador al tomacorriente de la pared, detrás de la mesa de luz. En el televisor la esperaba, quién sabe desde cuánto tiempo atrás, el mensaje que le preguntaba si continuaría mirando capítulos de la serie. Aún confundida y agobiada por el calor de esa tarde, conectó el cargador del celular a la red eléctrica y permaneció acostada un rato más, mirando las pequeñas líneas de luz que dibujaban en una de las paredes los rayos de sol que penetraban por la persiana.

Suspiró. Estaba calmada, jamás habría creído subsistir tanto tiempo sin su celular, aunque lo hubiera pasado durmiendo. Al pensar en eso, y en un arrebato por sentirse dueña de su propia voluntad, decidió que no miraría el celular hasta la noche, cuando estuviera por ir al acto de entrega de diplomas, tal como había quedado con Amelia.


Un rato más tarde se dispuso a prepararse para ir al acto. De todos modos, primero fue hasta el living, donde estaba su madre, casi debajo del aire acondicionado, merendando mientras leía un libro. Olivia se acercó y le preguntó qué estaba leyendo, mientras le robaba una de las dos tostadas con mermelada que tenía en un plato. Este es el último de Antony G., le contestó mientras lo cerraba y acariciaba la tapa. Cuando lo termine te lo paso, agregó. Después le ofreció café o algo fresco, lo que prefiriera. Olivia optó por la segunda opción. Y, cuando, finalmente, estuvieron las dos sentadas, conversando acerca de la vestimenta que sería más cómoda para una noche tan calurosa como la que llegaría en algunas horas, además del calor que haría en el salón donde se llevaría a cabo el evento, su madre le comentó acerca de lo raro que le parecía no verla pegada a su celular, aunque eso la hiciera ver como mala madre.

Pero cuando la mamá de Olivia terminó de hacer ese último comentario, del cual se arrepintió casi antes de terminar de decirlo, las dos, madre e hija, se miraron a los ojos y comenzaron a reírse como si hubiera pasado algo verdaderamente gracioso. Es verdad, mamá, contestó Olivia y salió caminando rumbo a su habitación a buscar el celular, mientras no paraba de reír. Al llegar y verlo ahí, sobre la mesa de luz, como si fuera algo que había sido prioridad mucho tiempo atrás y en ese momento sólo fuera algo lejano, se detuvo y lo miró en silencio, sabiendo que lo único que podría llegar a encontrar sería un par de notificaciones.

En eso estaba cuando se encendió la pantalla y Olivia pudo ver, a unos tres pasos del aparato, que se trataba de un mensaje de Amelia, de la cual tenía ocho mensajes anteriores. Dudó un rato, no sabía cómo proceder. Su rebeldía por ignorar ese aparato tecnológico hasta más tarde estaba provocando que su amiga, quien tal vez necesitara algo importante, estuviera sintiéndose olvidada por completo. Respiró hondo, tragándose la culpa, dio media vuelta y volvió con su madre, postergando su vinculo con el aparato hasta más tarde.

Una pausa en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora