Un viernes de finales de primavera, en el que la noche invitaba a disfrutar de la luna llena y las estrellas candentes a lo alto, Julián miraba el cielo por la ventana de su habitación, con un libro en la mano. Atrás había quedado la concentración con la que había leído los primeros capítulos de una novela policial, ávido de intriga.
Distraído, enamorado, pensando en Amelia para no variar, planeó ir al día siguiente a la librería de Teresa Rauch para ver si, ayudado por la casualidad, se cruzaba con ella en el local. Con ese propósito era que intentaba avanzar con el libro que estaba leyendo, para tener el motivo de acercarse hasta allí justificando que buscaba más obras de ese autor. Hizo una mueca con su boca, riendo de un solo lado, un gesto que se dedicó a sí mismo como diciéndose lo tremendo que era. Bueno, supongo que forma parte de lo que uno hace por amor, pensó para él mismo y abrió el libro en la página que aún tenía marcada con su dedo índice mientras lo había estado sosteniendo, apoyando el pulgar en la tapa y los tres dedos restantes en la contratapa.
Nuevamente inmerso en el universo policial de la novela que leía, fueron pasando los minutos mientras no hacía más que disfrutar de esa obra de un autor estadounidense del que nunca había leído algún otro título. Así estaba cuando sonó su celular, indicándole que había recibido un mensaje. Olvidado arriba de la cama, posaba su teléfono móvil cuando Julián lo tomó con una de sus manos. Sus cejas se elevaron al comprobar que el mensaje que había recibido era de Olivia. Era un texto breve en el que, iniciando con un saludo de una palabra, le preguntaba si lo interrumpía en algo. No, para nada, ¿qué pasa?, contestó Julián luego de escribir, borrar, volver a escribir, volver a borrar, volver a escribir y volver a borrar.
Después de enviar ese mensaje, lo invadió la inseguridad y la duda, comenzó a decirse a sí mismo que la manera en cómo había respondido, más que nada con esa pregunta distante, sabiendo que se trataba de la mejor amiga de Amelia, había sido un error muy torpe de su parte. Pero lo hizo preso de la urgencia por saber el motivo por el cual Olivia lo había contactado ya que, más allá de que eran compañeros de escuela y que siempre habían tenido un buen trato, muy pocas veces habían conversado ajenos al ámbito que los reunía; motivo que se debía, principalmente, a la timidez de Julián, más aún, sabiendo que ella era amiga íntima de la chica que lo tenía enamorado.
Pasaron diez interminables minutos hasta que Olivia volvió a escribir. Durante todo ese tiempo Julián no hizo más que reprocharse por lo distante de su mensaje. probó retomando la lectura, pero, desde luego, no funcionó. Cuando sonó la notificación de un nuevo mensaje recibido, tomó su celular con tal nerviosismo que le temblaban las manos y una leve humedad dibujaba sus dedos sobre la pantalla.
En el nuevo texto, Olivia le preguntó si iría a la fiesta que se haría más tarde en la casa de una compañera. Julián apretó los labios, esta vez, intentando que su respuesta fuera acertada o, al decir verdad, que fuera una contestación que a él lo dejara satisfecho por haber usado las palabras adecuadas. En ese instante, mientras planeaba la oración perfecta, recordó que, algunas horas antes, Gabi le había preguntado lo mismo. A su amigo le había contestado que no tenía muchas ganas de ir a una fiesta. Pero, en esta nueva ocasión, al tratarse de un mensaje de Olivia, concluyó que Amelia también iría a esa fiesta y, nuevamente, comenzó con su plan imaginario, el que siempre venía a su mente y nunca se atrevía a concretar, de acercarse a ella y confesarle todo lo que sentía.
Así que, alentado por la posibilidad de contar con esa oportunidad, se entusiasmó con la idea de ir al evento. Ya sin importarle si las palabras que utilizaba eran las correctas, clavó la mirada en la pantalla y, escribiendo con prisa, contestó: Sí, vamos a ir con Gabi. ¿Vos?
Ni siquiera esperó a que se dibujara la primera tilde gris, la que indicaba que el mensaje había sido enviado, que Julián, apurado por embarcarse en esa salida de viernes por la noche, entró en la conversación con su amigo y, sin saludarlo o preguntarle qué estaba haciendo, le consultó a qué hora debía pasarlo a buscar para ir a la fiesta en la casa de esa compañera. Gabi que, en todo momento, figuraba en línea, enseguida le contestó fijando horario, pero también le preguntó a qué se debía ese cambio de planes tan repentino, aclarándole que le encantaba ese Julián hambriento por vida nocturna. Julián escribió, sin muchos rodeos: Me pintó hacer algo distinto. Usando esa palabra, "pintó", se sintió una persona diferente. No era habitual ese lenguaje en él, pero, esta vez, luego del breve intercambio con Olivia, que aún no había terminado, estaba colmado de satisfacción y se sentía dueño de un brillo distinto, el mismo que la luna le aportaba desde el otro lado de la ventana.
Al poco tiempo de dejarlo todo organizado con su amigo, Julián recibió un nuevo mensaje de Olivia. No había pasado mucho tiempo desde su respuesta, nomás el suficiente para que él, luego del intercambio con Gabi, estuviera adentro del vestidor de su habitación eligiendo la ropa para esa salida. El mensaje de Olivia, un poco más extenso que los anteriores, decía que tenía muchas ganas de ir, que estaba intentando convencer a Amelia de que la acompañara, que eso estaba muy difícil, pero que calculaba que sí, que las dos irían a la fiesta. Al leer ese nombre escrito por alguien más, dirigiéndose a él, Julián se sintió raro, como si estuviera entredormido, le costaba creer que estuviera hablando con alguien acerca de lo que haría Amelia.
La sintió parte de su cotidianeidad, un nombre recurrente que se mencionaba en voz alta y no en el silencio de sus pensamientos, como si fueran de público conocimiento esos sentimientos que nunca le había confesado a nadie porque no se atrevía a compartir lo que sentía por ella, aunque sospechara que a veces, o todo el tiempo, era más que evidente. Esta nueva situación que, además de que le había dibujado una sonrisa en el rostro y lo tenía atontado en ese instante, era nueva para él, no le permitía detenerse un instante, reflexionar y preguntarse por qué motivo Olivia le había enviado un mensaje preguntándole si iría a esa fiesta.
ESTÁS LEYENDO
Una pausa en el intento
Teen Fiction1 | Julián siempre fantaseó con enfrentar sus miedos y confesarle a Amelia el amor que sentía por ella. Una y otra vez, ideó en su mente el momento y la manera en que lo intentaría. Pero la forma en que se desencadenaron ciertas circunstancias lo c...