Mediaban las primeras horas de la madrugada cuando Greta se apartó de sus amigos para recorrer, por su cuenta, el camino que había entre la pista de baile de la fiesta de egresados en la que se encontraban y el baño de mujeres. Esquivando rondas de chicos que bailaban en manada y grupos de chicas que no paraban de tomarse fotos, fue abriéndose paso hacia su destino.
Las luces y la música confluían en un combo distorsionante que le impedía a ella, quien, además era muy distraída, reconocer a la gran mayoría de los que se cruzaban en su trayecto. También, un tanto mareada por los efectos de las bebidas que había consumido, zigzagueaba en esa noche en la que el calor había arruinado los peinados con gran voracidad.
Entre la puerta de entrada a los sanitarios y el sector donde se desarrollaba la fiesta había un ancho pasillo con sillones negros y blancos, espejos colgados en las paredes y colillas de cigarrillos desparramadas por el suelo. Las luces tenues que adornaban ese corredor y los destellos de colores que se filtraban desde la pista de baile, no eran del todo cómodos para tener una visión clara del lugar. Se apreciaban contornos de chicos y chicas apoyados a las paredes. Eran pocos y Greta, tal como estaba, en su paso de ida no alcanzó a distinguir ningún rostro conocido.
Entró al baño de damas apoyando la palma de su mano extendida para abrir la puerta, como dándole una cachetada que hizo chirriar las bisagras vaivén. Se lavó la cara con abundante agua y se miró al espejo, estudiando su rostro desarreglado, alentada por la ausencia de otras personas en el lugar. Se dedicó una sonrisa mientras retocaba el color de sus labios. Luego de arreglarse el pelo con los dedos, se sintió más renovada, refrescada por ese breve cambio de aire. Aunque no estaba al ciento por ciento se sentía más animada de volver al encuentro con sus amigos, que ya estarían preguntándose por ella. Así que miró un breve rato su celular, para chequear un par de fotos publicadas en las que la habían mencionado, y salió por la puerta, esta vez, agarrándola con un poco más de delicadeza.
Al retomar el camino por el pasillo notó que, solamente, había un par de chicos fumando, apoyados contra la pared, conversando entre ellos. Los miró, pero no los reconoció. Siguió su camino, mirando al suelo, hasta que uno de esos dos, cuando ella pasaba justo por al lado, la tomó de la mano y la atrajo hacia ellos. ¿Qué pasa, linda, estás perdida?, le preguntó uno. A los dos se les podía notar que estaban pasados de alcohol. Nosotros te vamos a alegrar la noche, dijo el otro mientras la acorralaban contra la pared. Déjenme, por favor, me están lastimando, dijo Greta, quien sentía el dolor punzante que le provocaban las manos de uno de ellos apretando sus muñecas contra la pared. Esto te va a gustar, coincidieron los dos diciendo lo mismo, a la vez que uno le comenzaba a levantar el vestido, acariciando sus piernas con violencia.
De repente, por detrás de los dos depravados, aparecieron un par de manos fuertes que agarraron, una cada una, de los pelos a ellos y les dieron la cabeza contra la pared, dejándolos inconscientes en el suelo. Esas manos se extendieron para abrazar a Greta y preguntarle si se encontraba bien y reconfortarla diciéndole que ya había pasado todo, que ya estaba segura. Aliviada, ella se hundió contra el pecho de su salvador y descargó toda la tensión acumulada en esos segundos con un llanto mudo, ahogado contra la camisa de su protector, mientras él le repetía que se quedara tranquila, que nadie le iba a hacer daño de nuevo. Hasta que Greta estuvo un poco más tranquila, permanecieron así.
Luego, se apartó un poco de quien era su sostén en ese momento, para mirarlo a los ojos, aunque había reconocido su voz y sabía que se trataba de Alex, y para agradecerle, con palabras entrecortadas, por el enorme acto de valentía.
Alex se mantuvo a su lado, sin dejar de abrazarla, hasta que Greta se reencontró con sus amigos, quienes miraron con gesto de sorpresa cuando la vieron llegar abrazada a él. Una vez con ellos, se separaron, aunque ella deseaba haber seguir así todo el tiempo, ya que, en ese momento, no le parecía que hubiera una manera de sentirse más segura que estando rodeada por esos brazos fuertes.
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Una pausa en el intento
Teen Fiction1 | Julián siempre fantaseó con enfrentar sus miedos y confesarle a Amelia el amor que sentía por ella. Una y otra vez, ideó en su mente el momento y la manera en que lo intentaría. Pero la forma en que se desencadenaron ciertas circunstancias lo c...