19

57 17 34
                                    

Habitualmente, Alex pasaba a buscar a Julián media hora antes de que sonara el timbre en el Santo Tomás. Así había sido desde que comenzaron a ir a la escuela sin la necesidad de que sus padres los llevaran. Antes en bicicleta, luego, la mayoría de las veces, caminando y, a partir del año anterior, cuando Alex había comprado su motocicleta, así lo hacían. En parte porque a su amigo, la casa de Julián le quedaba de pasada y, por otra parte, porque ambos, aunque fuera de manera tácita, sabían que ese era un momento que era sólo de los dos, en el que compartían el sol de la mañana y, además, conversaban en plena confianza acerca de algo que hubiera ocurrido el día anterior o, como cada lunes, acerca del fin de semana que había quedado atrás. 

Pero esa mañana, un rato antes de que se escuchara el rugir de la moto de su amigo, alguien llamó a la puerta de la casa de los Rivero.

Desde su habitación, Julián escuchó la voz de Isa, quien se presentaba ante su padre como una compañera de clase preguntando por él. Sorprendido, bajó las escaleras corriendo con prisa, intuyendo que, si se demoraba, su padre comenzaría con su clásico interrogatorio, el cual era infaltable cada vez que se presentaba en su casa alguien que él no conocía. Por suerte, pensó, alcanzó a llegar antes de que comenzara la primera pregunta. Así que su padre se retiró, con su taza de café en la mano, dejándolos solos, sin emitir ningún comentario y guardándose las preguntas para hacérselas a Matilda o, en cualquier caso, a Julián cuando lo encontrara nuevamente en casa, aunque para eso debiera esperar a la tarde.

Los dos jóvenes se saludaron con una sonrisa, mirándose apenas a los ojos. Julián, que poco había dormido durante la noche, ya que la había pasado dando vueltas en su cama, primero sin atreverse a enviarle un mensaje a Isa, tal vez para disculparse por su indiferencia y, luego, cuando ya era tarde para un mensaje, había estado debatiéndose si abordarla en la entrada de la escuela, como tomando las riendas del asunto, o esperar al primer recreo para conversar con ella, si era que algo de lo que ensayaba esa noche le salía tal como lo planeaba.

Ella, que tampoco había dormido esa noche, primero culpándose por haber sido tan impulsiva y, de ese modo, haber arruinado todo lo perfecto que habían tenido esa tarde y, luego, pensando en cómo plantearle a Julián que no quería perder su amistad, que si él no quería nada con ella no habría problema alguno, pero que, por favor, no permitieran que ese momento arruinara el afecto que estaba comenzando a concretarse.

De modo que, en cuanto Julián agarró su mochila y una fruta, ambos salieron caminando rumbo a la escuela sin saber si comenzar a disculparse el uno con el otro o si tomarse de la mano y sonreír. Se oyó una moto a sus espaldas, aunque ninguno de los dos le prestó atención y siguieron caminando. Pocos metros después, para sorpresa de ambos, incluso de él mismo, Julián rompió el hielo diciéndole a Isa que había pensado en ella toda la noche y que, después de la tarde que habían pasado juntos, había descubierto a alguien que, además de linda y agradable, le provocaba un estado de plenitud indescriptible. Y, seguido a eso, casi sin hacer una pausa, tomó su mano, la giró contra sí y la besó de una manera que dejó a Isa sin reacción.

Parecía haberle devuelto el favor, habían quedado a mano en cuanto a besos sorpresivos. Luego, siguieron el camino rumbo al Santo Tomás, conversando sobre mantener la relación en secreto, típico de adolescentes, hasta que creyeran que era correcto compartirlo con los demás.


Al llegar a la escuela, en la entrada, los esperaban sus amigos. Alex, con una sonrisa diferente en su rostro, como de complicidad, le dijo a Julián que había pasado por él, pero que su padre le había dicho que ya se había marchado. Gabi, en su salsa, distraído, un poco mirando a todos lados y otro poco dormido como cada mañana a esa hora. Todos sus compañeros iban llegando a clase, y, entre tantos, Amelia y Olivia. Amelia los miró de reojo y saludó con timidez, más que nada apuntando su saludo a Julián. Olivia saludó distraída, sin apartar la vista de su celular y sin parar de escribir en él.

Una pausa en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora