El fin de semana había quedado atrás. De la fiesta del viernes por la noche sólo quedaban las anécdotas que recordaban, en grupos de cuatro o cinco personas, todos los integrantes de la clase mientras esperaban que comience la hora de atletismo. Resignado, Gabi ataba los cordones de sus zapatillas deportivas, masticando la rabia de tener que terminar la mañana del lunes haciendo actividad física, él, que nunca había sido amante del deporte. Alex estaba listo desde la hora del recreo, ansioso por descargar la rabia de su historia con Sara dando vueltas alrededor de la pista de atletismo.
En el vestuario, mientras esperaban al profesor, los dos le consultaban a Julián, con tono de intriga, acerca de lo que había estado hablando con Olivia en la fiesta. Y le decían, de paso, que habían notado que a Isa no le había agradado mucho eso de que todos estuvieran sumidos en la diversión y él y Olivia, sentados en ese sillón, apartados de los demás, conversaran con tanta proximidad. Le dieron a entender que, por más despreocupada y segura de sí misma que pareciera su novia, habían notado que no le había resultado muy agradable ese momento y que advirtieron que no lo había pasado bien durante aquel lapso.
Julián, que no se atrevió a contarle a sus amigos que sus intenciones con Olivia habían sido las de saber más acerca de Amelia, se limitó a hacerse el desentendido e insinuar que no sabía a qué se referían, aunque como precio de ese recurso, lo volvió a invadir la sensación de culpa de la que había creído librarse.
Conscientes de la estrategia defensiva de su amigo, Gabi y Alex le recordaron a Julián que Isa era una chica estupenda y que confiaban en que él no le haría daño y no la condenaría a sufrir los tormentos de un desaire amoroso. Esas palabras le cayeron como un golpe de realidad que lo dejó helado. Él no se veía a sí mismo de esa manera, en su poca y casi nula experiencia, siempre había intentado ser cortés y atento, y jamás se le hubiera cruzado por la cabeza hacer sufrir a alguien.
Una vez que el profesor llegó y, luego de tomar asistencia, los apuró a salir al campo de deportes con aplausos enérgicos. Todos salieron a toda prisa, casi ciegos de ansiedad por comenzar a trotar. Alex, el primero de la fila, se cruzó con su padre al entrar a la pista de atletismo, que le daba clase a otro curso y, cuando lo vio, lo llamó para invitarlo a jugar al tenis cuando saliera de la escuela. Un poco más rezagado salió Gabi, que, a su ritmo, intentaba poner ganas en algo que no le gustaba pero que le serviría, seguramente más adelante, para subirle el promedio a sus calificaciones con esta asignatura, la cual, a fin de cuentas, no le exigía estudiar en casa.
El último en salir fue Julián. Había quedado anonadado, estupefacto con las palabras que había oído de sus amigos. El hecho de que ellos le hicieran una observación que, en cierto sentido, era similar a lo que él presentía y lo había tenido pensando durante el fin de semana, quería decir que todo era cierto, que su comportamiento no había sido del todo acertado. Eso que no saben lo del sábado a la mañana en la librería, pensó Julián, para su alivio o para su pesar.
Aún cabizbajo, y tras un llamado de atención por parte del profesor que le exigía un poco más de garra, se mantuvo durante sus diez giros alrededor de la pista de atletismo, debatiéndose entre dos opciones casi tan parecidas como distintas al mismo tiempo. Por un lado, podía, de una vez por todas, quitarse esa idea absurda y platónica de su amor por Amelia y dejarse llevar por la oportunidad que el destino le había dado con Isa, quien, además de ser sumamente ideal para él, porque parecía entenderlo, había demostrado estar muy enamorada y dispuesta a darlo todo por esa relación. Y, por otro lado, la opción un tanto más ilógica pero que, en cierto punto, parecía más acertada, era la de dejar a tiempo su relación con Isa, con idea de no hacerle un daño más grande a los sentimientos de ella, y seguir en su terca fantasía de juntar el valor para declarar sus sentimientos a Amelia.
En eso estaba, mientras los minutos pasaban y los kilómetros iban sumándose en su podómetro. Y, abstraído en sus pensamientos, como tantas veces lo hacía, no había advertido que, en una de las tribunas, entre tantos alumnos que utilizaban ese lugar para repasar antes de un examen, estaba sentada Isa, con una sonrisa divertida en su rostro, viéndolo correr con desgano.
En un momento, Alex, que ya le iba sacando una vuelta de diferencia, pasó a su lado y le dio una palmada en la nuca y le dijo que espabilara, que estaba su novia mirándolo, que la saludara. Julián no le contestó nada, sólo se limitó a mirar a un costado para comprobar la presencia de Isa.
Y fue en ese instante, cuando vio el rostro enamorado de esa chica que, detrás de todo ese caparazón de rebeldía que le ofrecía al mundo, le había dejado a él ver su lado romántico, cuando comprendió que ella no se merecía el daño que él podría ser capaz de causarle si, por un capricho egoísta, decidía seguir con una relación de la cual no estaba del todo seguro porque, en lo más profundo de su interior, sabía que estaba enamorado de Amelia y que, después de tanto tiempo así, sería muy difícil que eso cambiara de un momento para el otro. Entonces decidió que lo más sano sería no forzar una relación que, en algún momento, tarde o temprano, terminaría lastimando a alguno de los dos.
Pero para Julián no era todo tan simple. A su colección de dudas, se le sumó la búsqueda de las palabras correctas para que lo suyo con Isa volviera a ser una amistad sincera en la que no quedaran escombros de la explosión repentina de una relación que no funcionó, al menos para él. Así que, ya en la última vuelta alrededor de la pista, al pasar por el sector en el cual estaba Isa, le dedicó una sonrisa que, si ella sabía interpretarla, era la de un amigo que la quiere mucho, que siente complicidad con ella, pero no la de alguien que está enamorado. Al menos no de ella.
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Una pausa en el intento
Teen Fiction1 | Julián siempre fantaseó con enfrentar sus miedos y confesarle a Amelia el amor que sentía por ella. Una y otra vez, ideó en su mente el momento y la manera en que lo intentaría. Pero la forma en que se desencadenaron ciertas circunstancias lo c...