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Casi todos los alumnos del curso se inscribieron en las clases de teatro, incluso Alex, quien nunca había demostrado interés en esa actividad extraescolar, solamente lo había hecho el año anterior para estar con sus amigos. De modo que, el segundo día de clase, ahí estaban casi todos para comenzar con las actividades que les daría Sara, quien, a partir de ese año, comenzaba a ser la profesora titular del taller teatral.

Luego de decirles algunas palabras de bienvenida y contarles cuales serían los objetivos para el año que comenzaba, la joven profesora les propuso una actividad que serviría para aumentar la confianza entre compañeros. Sin muchos rodeos, activa como siempre, procedió a explicar la tarea: Cada cual debía escribir su nombre en un papel, ponerlo dentro de una caja de cartón que ella había preparado para la ocasión.

Una vez que estuvieron todos los papeles ahí adentro, después de mezclarlos, sacó la mitad de ellos. Quienes habían salido sorteados serían los que tomarían, uno cada uno, los papeles que quedaban aún en la caja, y ahí estaría el nombre del compañero o compañera con quien deberían trabajar en equipo durante el próximo trimestre.

En esa azarosa designación, a Gabi le tocó formar pareja con Olivia. El papel con el nombre de Isa, que no estaba muy contenta con la actividad, fue tomado por Greta, quien tal vez era la compañera más simpática de la clase. Julián, tal como lo había deseado, y aunque nunca había sido agraciado con semejante suerte, sacó el papel que decía el nombre de Amelia. Y, como la cantidad de alumnos era impar, el último que quedara en la caja debería formar pareja con la profesora. Tan irónico es el destino, que el papel que quedó para lo último, en el fondo de esa pequeña caja, fue el que decía el nombre de Alex.


La primera tarea que debían hacer las parejas recientemente conformadas era vendarse los ojos y, ayudándose entre ambos, tendrían que caminar de un lado al otro del salón, intentado esquivar un par de sillas dispuestas para la ocasión, las cuales serían los obstáculos para superar en pareja. Y así, de un momento para otro, gracias a esta entretenida propuesta, con la que todos los alumnos comenzaron a divertirse y reír, fue la primera vez que Julián y Amelia tomaron sus manos. Enamorados en secreto, uno del otro, ambos vivieron un momento ansiado y, al mismo tiempo, impensado algunos minutos antes.

Para él, nada de todo lo que hubiera imaginado se comparaba con ese lapso eterno de tiempo. Todo se sentía perfecto. La suavidad de esas manos de tacto sereno hacía que Julián sintiera que flotaba dentro del salón de clase. Ella, de sonrisa interminable, aunque él no la viera, sintió que su corazón latía cada vez más fuerte al notar las manos temblorosas de Julián uniéndose con las suyas, como encarnando lo que alguna vez había sido sólo un sueño. Sin saber lo que uno sentía por el otro, por primera vez, tenían la suerte de poder estar tan cerca como siempre lo habían deseado y de caminar juntos en la misma dirección, con un objetivo en común.

Distinto fue el caso de Alex y la profesora. Sara, contra todo lo que se había propuesto a sí misma, aprovechó la ocasión para decirle al oído a su compañero de actividad que no aguantaba más, que lo extrañaba y que todo el tiempo que había estado alejada de él no había servido para nada porque no pasaba una noche en la que no se durmiera pensando en su sonrisa. También, le susurró al oído, disimuladamente, que desde todo su mundo se desmoronó en el momento en el que vio que Alex era su alumno y que, por lo tanto, todo lo que había pasado entre ellos no había sido más que un tremendo error, que había tratado de cerrarle la puerta a todo lo que pudiera llegar a sentir por él, pero, pese a todos sus intentos, nada había sido suficiente para borrarlo de su corazón. Sara le pidió perdón al oído, con voz temblorosa.

A Alex, que a pesar de lo difícil que le había resultado, logró ignorar sus sentimientos, proponiéndose ser un alumno más, se le estremeció la piel al oírla decir todas esas palabras y, desconcertado, reprimiendo las ganas de decirle que la amaba, salió corriendo del salón de clase, luego de tirar la venda de sus ojos y decir que esa actividad le parecía una estupidez.

Una pausa en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora