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La marcha tranquila de los autos por el centro de la ciudad le daba a ese domingo por la tarde una música suave, como el sonido de la lluvia cuando llovizna sereno. Pero ese día no había nubes en el cielo, sólo el sol adornaba desde lo alto. Una bocina de vez en cuando y alguna motocicleta acelerando a lo lejos, complementaban los sonidos de ese paisaje común a todos los que ansiaban disfrutar la última tarde del fin de semana. Ese era el caso de Alex y Julián, que habían salido caminando, dejando la moto de Alex en casa de los hermanos Rivero, ya que Matilda les había propuesto salir los tres caminando, así la acompañaban hasta que encontrara a sus amigas en el centro.

Ajenos a cualquier preocupación rutinaria, caminaban a paso moderado, conversando sobre lo que habían hecho la noche anterior, aunque fuera poco lo que tenían para contar.

Matilda dijo que había pasado la noche en casa de una amiga. Ella y algunas más habían estado gran parte de la noche con compañeros de la escuela y, entrada la madrugada, cuando todos se fueron, se habían quedado a dormir en esa casa.

Alex, que poco tenía para contar, dijo que pasó su sábado en un bar del centro, con algunos compañeros del equipo de básquet, bebiendo cerveza hasta que quedó poca gente en el local.

Julián sintió deseos de rematar la conversación con algo que pareciera, llamativamente, más sofisticado que lo que acababan de contar sus interlocutores, pero lo cierto es que no tenía mucho para recordar de la noche anterior más que su vista apuntando al techo de la habitación, con sus pensamientos anclados en la cara de Amelia, en cada detalle de sus labios, sus mejillas y sus ojos. Así que, prefirió resumir contando la última parte de lo que había hecho, que era quedarse dormido con las luces encendidas. Somos un fracaso, dijo Alex y comenzaron a reír los tres al mismo tiempo, mientras se adentraban en las cuadras de mayor tráfico.

Ya recorriendo las calles céntricas, en un momento dado, Matilda les dijo que los abandonaba, que iba a saludar a unas amigas que estaban en la heladería de la vereda frente a la que ellos estaban transitando en ese momento. Julián y Alex la vieron alejarse, mientras, en el espacio móvil que quedaba entre un auto y otro de los que marchaban por la calle, la vieron llegar al encuentro de Amelia y Olivia. La siguieron con la vista, mientras no hacía más que abrazar a la chica de la cual Julián estaba perdidamente enamorado, como si la estuviera felicitando por algo. Pero no se dijeron nada entre ellos, simplemente siguieron caminando sin apartar la mirada de las baldosas dos metros más adelante de sus pasos. Mientras tanto, ambos masticaban comentarios, sin atreverse a soltárselos uno a otro.

Al llegar a la esquina, a la vez que esperaban para cruzar la calle, Julián observó de reojo que las tres salieron caminando en dirección opuesta al lugar en el que ellos estaban.

La tarde continuó. Los automóviles siguieron su marcha como si el paso de las horas no fuera más que un detalle que sólo serviría para privarlos de los rayos de sol. En tanto que ellos andaban, algún que otro conocido los saludaba al pasar. Luego de un par de vueltas, a Julián le pareció interesante la propuesta de su amigo, de sentarse en un banco en la plaza y, tal vez con un café comprado al paso, disfrutar de las últimas horas de la tarde.

Como hacía calor para tomar café, Julián pensó que, después de haber visto a Matilda, Olivia y Amelia alejándose de la heladería, podría ser buen plan tomar un helado. Pero al decirle a Alex, quien venía de una noche cargada de alcohol, prefirió el duro banco de cemento de la plaza y nada más. Mirando a un lado y a otro, los dos parecían buscar a alguien. Pasados unos minutos, Julián le preguntó a Alex acerca de su vida sentimental, en qué andaba, con quién estaba saliendo, dando por sentado que su amigo nunca estaba solo.

Terminé con una chica algunos años mayor que yo. La pasamos muy bien mientras duró, pero, más allá de lo mucho que ella significaba para mí, consideré que lo mejor era que cada cual siguiera su camino. Por lo menos, dejándolo a tiempo, lograríamos no hacernos un daño que resultara irreparable. Sé que ella también lo entiende del mismo modo, por más que, por momentos, insista en querer volver. Nos costó mucho a los dos poder comprender que esa relación era un error, por eso, algunas veces quisimos intentarlo nuevamente. Pero lo mejor es dejar las cosas como están, dijo Alex mientras miraba a la nada. A lo lejos, la marcha de los automóviles seguía siendo la música de fondo.

Una pausa en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora