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Julián entró en la cafetería con intenciones de pedir un café grande y sentarse, en soledad, a mirar hacia la calle a través del ventanal que había. Pasó por la caja y le solicitó a Gabi la orden habitual. Cuando dijeron su nombre y le entregaron el vaso con el mismo escrito, salió caminando rumbo a alguna mesa que estuviera vacía. Los días de semana, a esa hora, era el momento en que más gente concurría al lugar. Mientras caminaba entre las mesas, iba saludando a algún que otro rostro conocido, de la escuela o de algún otro lado.

En ese popurrí de saludos y caras familiares, divisó que un par de mesas más adelante, en la dirección en la cual iba, estaban Amelia y Olivia, conversando, muy enfocadas en lo suyo, aunque ambas miraban hacia su sector de la mesa. Amelia miraba su celular, Olivia también lo hacía y, de su lado, además, había un libro apoyado. En el momento que él iba a pasar por al lado de ellas, Amelia levantó la cabeza, miró a Julián y dibujó una sonrisa fresca en su rostro. Él sonrió y saludó con un leve movimiento de mano. Olivia también despegó su mirada del celular y saludó a Julián, pero, a diferencia de su amiga, lo hizo con palabras; no sólo eso, sino que, además, lo invitó a que se sentara con ellas, luego de preguntarle si estaba solo. Julián aceptó.

Desde su lugar de trabajo, Gabi vio cómo, su amigo, el tímido y reservado Julián, se sentaba con dos de sus compañeras de clase con las que no tenía un trato muy fluido y, más lo sorprendió, que una de ellas era Amelia y, aunque sería el tema que habían acordado hablar más tarde, de sobra sabía él que esa era la chica de la cual estaba enamorado su amigo.

Se quedó inmóvil durante un rato, viéndolo conversar con ellas de una manera diferente, un tanto más efusivo, más distendido y gesticuloso que de costumbre. Aunque, desde donde estaba, no alcanzaba a oír nada de lo que hablaban, comprendió que, aunque él sospechara, pero no supiera, realmente, con qué saldría su amigo cuando tuvieran la charla acordada, estaba claro que nunca le había visto ese brillo en la mirada, esa soltura de quien camina por las nubes. Y, además, notaba que la sonrisa de Amelia Miranda estaba condimentada con los mismos ingredientes. Se correspondían.

Julián y Amelia soltaban chispazos que podrían prender fuego la cafetería en un santiamén. Pero, como era lógico, la que más aportaba al tema de conversación que se había formado era Olivia. Tenía sentido porque, al sentarse junto a ellas y estar, los tres, alrededor de la mesa, Olivia compartió con ellos una imagen que había visto en una red social, la cual trajo a colación el tema de la pandemia. Además de esa imagen, la mejor amiga de Amelia estaba muy informada acerca de los últimos acontecimientos con respecto a ese tema y no dejó de aportar datos durante un largo rato. Los otros dos la escuchaban con atención y se miraban en todo momento. Julián le miraba las manos, que estaban apoyadas sobre la mesa. Amelia miraba su pelo, sus labios y su cuello. Se estudiaban atentamente.

Cuando pasó un largo rato y Julián ya había terminado su café bastante tiempo antes, las dos chicas se pararon para irse del lugar. Le preguntaron a él que haría, como invitándolo a acompañarlas, pero Julián les dijo que se quedaría esperando un rato más, que vendría Alex a estar con él. Así que negó con la cabeza cuando Olivia le ofreció alcanzarlo hasta su casa.

La habían pasado muy bien los tres juntos, por eso Julián prefirió dejar las cosas como estaban, diciéndose a sí mismo que ya tendría tiempo de salir de la cafetería con Amelia, quien lo miró por última vez antes de salir hacia la puerta principal con la misma sonrisa fresca en el rostro con la que lo había saludado al principio. Él le dedicó, también, la misma sonrisa con la que la había cumplido al comienzo.

Cuando las dos se fueron, Julián se quedó un rato mirando hacia el ventanal que había ido a visitar en un primer momento. Pero, a diferencia de lo que pudiera haber planeado, lo hacía saboreando en sus oídos el suave pétalo de las palabras de Amelia, cualesquiera que hayan sido, nada en particular, sólo el simple sonido del timbre de la voz de aquella chica que tantos anhelos le generaba, el cual aún resonaba en sus oídos como el eco de un bosque en soledad.

Una pausa en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora