PRÓLOGO

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Faith.

La brisa marina de Estambul me revuelve el pelo y me limpio las lágrimas una vez más en lo que va de noche. Llevo más de dos horas sentada sobre estas rocas y ni siquiera me importa que el rocío de la noche me esté cayendo encima, ni que la cabeza esté a punto de estallarme por el llanto. Lo único que siento es el dolor y la angustia que me aplastan el corazón.
     El móvil me vuelve a sonar una vez más y ver su nombre en la pantalla no hace sino agravar el desconsuelo de mi pecho. Me ha llamado más de diez veces, pero no he sido capaz de contestar a ninguna de sus llamadas. La imagen de verlo abrazado a ella me perfora el pecho una vez más y un sollozo lleno de sentimiento sale de mi interior. ¿Por qué he tenido que enamorarme de él? ¿Por qué he tenido que enamorarme de la única persona que sé que no va a poder amarme? Ahora mismo me gustaría arrancarme el corazón y lanzarlo al mar para no sentirme así.
     Me quito las gafas y las limpio con la camiseta, deshaciéndome del resto de lágrimas que hay en ellas y me las vuelvo a colocar. Me rodeo las rodillas con los brazos y apoyo la barbilla sobre ellas, fijando la mirada en el mar tranquilo y sereno. Ojala yo estuviera igual de tranquila.
     << ¿Qué voy a hacer ahora?>> pienso.
     No puedo seguir cerca de él sabiendo que ha vuelto con su ex novia. No puedo hacer como si no sintiera nada, porque ya lo he intentado y en vez de dejar de quererle, lo único que he conseguido ha sido amarle más. Tengo que alejarme todo lo posible e intentar pasar página, por muy poco que me guste y por mucho que vaya a costarme, porque sé que me costará.
     -Faith.
     Su voz penetra en mis cinco sentidos y la piel se me eriza. Me giro muy lentamente, intentando controlar mis nervios y me lo encuentro de pie justo detrás de mí. Hago un barrido sobre su cuerpo con la mirada de abajo arriba. Sus botas negras, la bandana que lleva atada al tobillo izquierdo, el vaquero negro con uno de los dobladillos por dentro de la bota y otro fuera y su camiseta de manga corta negra ajustada. Sigo subiendo por sus fuertes, bonitas y grandes manos, decoradas por algunas pulseras de cuero y otras de plata y sus inseparables anillos (ahora lleva uno en el dedo meñique y otro en el dedo anular, ambos en la mano derecha), sus fuertes brazos y su preciosa cara. Admiro su barba oscura, sus rosados y perfectos labios y su pelo oscuro con mechas recogido en uno de sus moños que tanto me gustan. Lo último que miro son sus preciosos y oscuros ojos, que me observan expresando tantas emociones que me siento aturdida.
     -Can - trago y me levanto de las rocas, sacudiéndome el pantalón -. ¿Qué haces aquí?
     -Necesitaba verte. ¿Podemos hablar?
     -No creo que tengamos nada que hablar – digo -. Tengo que irme.
     Cruzo las piedras y empiezo a caminar por el asfalto, cuando el fuerte brazo de Can me agarra de la mano y me gira. Sus brazos musculosos me rodean la espalda, dejando mis brazos pegados a su torso y busca mi mirada casi con desesperación.
     -Espera, Faith.
     -Suéltame y deja que me vaya, Can – le pido.
     Sentir el calor de su cuerpo y aspirar su delicioso aroma hacen que el pinchazo de mi pecho aumente. Necesito irme de aquí.
     -Necesitamos hablar.
     -¡Pues yo no quiero! – protesto y me zafo de su agarre -. No tenemos nada que hablar. Vete y vuelve con tu querida Pembe.
     Me giro de forma brusca con la intención de irme a casa, pero Can es más rápido que yo y en un par de zancadas me adelanta y se coloca delante de mí.
     -Entre Pembe y yo no hay nada, Faith. Todo ha sido un malentendido.
     Se pasa las manos por el pelo, recogiéndose un mechón que se ha soltado del moño.
     Que intente hacerme creer que estoy equivocada me pone furiosa y aprieto los dientes antes de gritarle:
     -¡Os vi, ¿vale?! ¡Vi cómo os abrazabais y cómo casi os besabais, Can! No intentes hacerme ver lo blanco negro – le suelto llena de rabia -. ¡Deja de jugar con mis sentimientos de una vez!
     -¿Puedes escucharme un segundo y dejar de divagar? – Can levanta la voz -. Te estoy diciendo que ha sido un malentendido. Si nos viste abrazados fue porque Pembe empezó a llorar diciéndome que me quería y que quería que volviera con ella y me abrazó. Yo simplemente la abracé porque me sentía mal por hacerle daño, nada más. Y no nos besamos. Ella lo intentó, pero yo la aparté. No pasó nada más, Faith, te lo juro – su respiración es agitada y la desesperación que vislumbro en sus ojos cuando ve que no digo nada me hacen apartar la mirada. Camina hacia mí y coge mi cara entre sus manos -. ¿Cómo voy a volver con Pembe cuando no puedo dejar de pensar en ti, de querer tocarte, querer acariciarte, besarte? ¿Cómo voy a estar con otra persona, sintiendo lo que siento por ti?
     -¿Qué… qué quieres decir? – le pregunto, sintiendo cómo un nudo se forma en mi garganta por sus palabras.
     Me acaricia las mejillas con delicadeza y me aparta un mechón rizado de la cara.
     -Que me he enamorado de ti, Faith. Estoy enamorado de ti.
     El corazón me da un vuelco a causa de su confesión y ni siquiera sé qué decir. ¿Él me quiere? ¿Can Doğan está enamorado de mí?
     -No juegues conmigo – le digo con voz entrecortada.
     -Te juro por mi vida que no estoy jugando contigo. Te quiero.
     Ni siquiera me doy cuenta de que he vuelto a llorar hasta que el pulgar de Can me limpia las lágrimas con suavidad. Estoy medio paralizada por lo que me acaba de decir y lo único que hago es mirarle a los ojos, esos ojos oscuros que me dicen mil cosas. Sin embargo, cuando intento pronunciar la primera palabra, los labios de Can me asaltan y me besa con intensidad. El sabor de su boca me produce un cortocircuito cerebral y casi no atino a corresponderle. Se separa lentamente, dejándome con el corazón desbocado, y me acaricia la cara.
     -Por favor, dime algo – me suplica con cierta impaciencia.
     -Tengo que irme.
     Me separo de su cuerpo y salgo corriendo como alma que lleva el diablo, con el corazón a punto de reventarme. 

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora