Can.
Tiro el condón usado dentro de su envoltorio en la papelera del baño y me limpio un poco antes de coger el colgante con el corazón de cuarzo rosa del lavabo y volver a la habitación, donde Faith me está esperando tumbada en su cama. Está mirando su móvil y con la mano escayolada sujeta la sábana celeste contra su pecho desnudo. Tiene las mejillas sonrojadas por los dos orgasmos que acaba de tener, el pelo revuelto, los ojos vivos y se muerde el labio, concentrada.
Sonrío.
-Ya estoy aquí – anuncio, entrando en el cuarto.
Faith levanta la mirada y suelta el móvil sobre su regazo y me devuelve la sonrisa. Me siento en el filo de la cama y rodeo su cuello con el colgante para abrocharlo y dejarlo caer sobre su pecho.
-Gracias – dice, agarrando la piedra y acariciándola con los dedos.
Le doy un beso en la comisura de la boca y me vuelvo a meter en la cama con ella. Apoyo la espalda en el cabecero de hierro y atraigo su cuerpo al mío. Faith reposa la cabeza sobre mi pecho después de darme un beso en el pectoral y comienza a juguetear con las pulseras de mis muñecas. Yo le acaricio los rizos con los dedos y le beso la frente repetidas veces.
-Estás muy callada – murmuro sobre su pelo, al verla con la mirada perdida.
Normalmente siempre habla mucho, bromea y se ríe cuando estamos en la cama. No es muy propio de ella estar tan callada y pensativa.
-¿Mmm? – levanta la cabeza y me mira. Yo la miro desde arriba y ella me besa la barba -. Estoy bien, sólo estaba pensando – se ajusta las gafas y vuelve a apoyarse en mi pecho.
-¿En qué? – me intereso.
Sus dedos repasan las líneas del tatuaje de mi pectoral, produciéndome un delicioso cosquilleo en la piel.
-En lo mucho que te quiero – contesta.
Una sonrisa boba se forma en mi boca y el corazón se me pone feliz. Cada vez que me dice que me quiere siento que el corazón se me va a salir del pecho.
-Yo también te quiero mucho, cariño – le digo.
-Oye – levanta la cabeza de nuevo -, ¿crees que tu padre se habrá llevado una mala impresión de mí?
Ver la preocupación brillando en su cara me produce tanta ternura que no puedo evitar abrazarla con fuerza.
-¡Claro que no, mi amor! – la tranquilizo -. Lo que creerá es que soy imbécil por haber dudado de una preciosidad como tú.
Ella suelta una pequeña risa, y luego se pone seria.
-En cierto modo hasta me siento mal por haberle pegado, ¿sabes? – hace un mohín gracioso con la boca -. Pero es que me puso de los nervios.
-¿Puedo saber qué te dijo?
-Básicamente hizo alusión a lo bueno que eres en la cama, lo bueno que eres con la lengua… se encargó de hacerme saber lo bien que te lo pasabas con ella, me insultó y me dijo que soy un entretenimiento pasajero y que disfrutara el momento porque volverías con ella – me cuenta, frunciendo el ceño, molesta -. Intenté ignorarla, pero no pude.
Me imagino la situación y se me revuelve el estómago por lo retorcida que puede llegar a ser Pembe. No la conozco tan bien como creía.
-Yo tampoco hubiera aguantado, la verdad – reconozco. Yo habría reventado al que me lo hubiera dicho, no le habría dado sólo un puñetazo -. No tienes que sentirte mal, Faith. Ella se lo buscó. Quería que le pegaras.
-Ya. Yo también me he llevado lo mío – levanta la mano escayolada.
-¿Te duele? – le acaricio los dedos con cuidado.
-Un poco. Pero me toca el calmante en un rato, así que puedo aguantar – contesta.
Le beso los deditos y ella sonríe.
-¿Mejor?
-Un poco. También me duele un poco aquí – se toca el codo. Yo lo beso -. Y aquí – se toca el hombro y también lo beso -. Y puede que un poquito por aquí – se toca el lateral del cuello con una sonrisita. Yo me acerco y hundo la cara en su cuello para besarlo.
Faith se ríe por el roce de mi barba.
-¿Algún sitio más? – entrecierro los ojos, divertido.
-Aquí – señala su boca y una expresión tímida y divertida se adueña de su carita.
Me inclino hacia delante y uno mis labios con los suyos. Su dulce boca me acoge y le rodeo la espalda con los brazos y pego su cuerpo al mío. Luego volvemos a abrazarnos otro rato. Unos minutos después, se separa e intenta pasar por encima de mí para salir de la cama.
-¿Adónde vas? – le pregunto.
-Quiero darte una cosa – responde.
-Dime qué es y yo lo cojo – le digo.
-Can, tengo la mano rota, no estoy tetrapléjica. Relájate, por favor – me pide.
Levanto los brazos en señal de rendición y le dejo que se levante de la cama. La veo caminar hasta la cómoda con las sábanas envolviéndole el cuerpo desnudo y aprovecho para colocarme los calzoncillos de nuevo. Cuando me acomodo en la cama la veo acercarse con un collar en la mano.
-Lo llevaba el día que te conocí – me lo da.
Lo cojo entre mis manos y lo reconozco. Es el fósil de una caracola de color ámbar en un cordón de cuero. Recuerdo que lo vi en su cuello, pero la verdad es que no le presté demasiada atención. Estaba más interesado en su preciosa cara, que me dejó sin aliento nada más mirarla.
-Es muy bonito – la miro y sonrío.
-Quiero que lo tengas tú – dice -. Para que siempre que lo veas pienses en mí y sepas que te quiero más que a nada en el mundo.
-Faith, ya pienso en ti las veinticuatro horas del día – río.
Ella sonríe y yo me derrito con su hoyuelo. Me coloco el collar alrededor del cuello y abrocho el cierre. El fósil reposa en mi pecho, junto al ojo de tigre y el águila, y Faith sonríe con los ojos brillantes.
-Te queda muy bien – dice.
-Ven aquí – la siento en mi regazo -. Muchas gracias, mi amor.
-No hay de qué – me rodea los hombros -. Así yo tengo un collar tuyo, y tú tienes otro mío.
<<Dios, ¿puede ser más bonita?>>, me pregunto mientras me la como con los ojos.
Faith me abraza y yo rodeo su cuerpo cubierto por las sábanas con mis brazos. Aspiro el aroma de su piel y le beso el hombro desnudo. Me pasaría el resto de mi vida así.
Sam aparece y se lanza sobre nosotros, cargándose el momento.
-¡Sam! – le grita Faith, regañándole. Se mira el reloj de la muñeca -. Claro, es que es su hora de cenar. ¿Te quedas? – me pregunta, mirándome.
-Creí que nunca me lo pedirías – sonrío.
-Lo único es que vas a tener que conformarte con algo precocinado, porque no puedo cocinar con la mano así – hace una mueca de disgusto.
-No te preocupes. Puedo cocinar yo. Tú sólo dime qué quieres comer, y yo lo preparo – le digo.
-Vale, pues vamos.
Se levanta de encima de mí y se acerca al armario para sacar algo de ropa cómoda para vestirse y yo recojo mi ropa del suelo y me la pongo. Recogemos un poco la habitación y hacemos la cama para dejarlo todo medio decente. Una sonrisa se forma en mi boca cuando la veo ponerse mi sudadera y ella entrelaza nuestros dedos para luego salir de su habitación e ir a la cocina que está en esta misma planta. La de abajo suelen dejarla más que nada para almorzar y cenar alguna que otra vez, aunque más que nada es para que Faith cocine sus platos y dulces.
-Bueno, ¿qué te apetece cenar? – le pregunto cuando nos metemos en la cocina.
Se rasca la barbilla, pensativa.
-¡Champiñones! – exclama segundos después.
Me río con ternura ante su amor por los champiñones y, por suerte, hay una bandeja sin estrenar en el frigorífico cuando abro la puerta. La saco, además de unas pechugas de pollo. Lo coloco todo en la encimera y empiezo a cocinar, bajo la atenta mirada de Faith, que analiza cada movimiento que hago.
-¿Todo correcto, chef? – le pregunto en un tono divertido, troceando un par de ajos.
-Sí, señor. Es sólo que no estoy acostumbrada a quedarme de brazos cruzados en la cocina – utiliza un tonito triste que me hace pellizcarle los labios y darle un piquito -. Pero ya me siento mejor.
Sonrío y ella también.
Troceo los champiñones y las pechugas e improviso algo que a Faith parece gustarle sólo por el olor que desprende mientras se hace en la sartén. Mientras yo preparo la cena, Faith le da la cena a Sam, que nada más terminar, se coloca a mi lado, a la espera de coger algo que pueda zamparse.
Los brazos de Faith me rodean la cintura desde atrás y apoya la cabeza en mi espalda.
-Me estoy pensando seriamente contratarte como ayudante cuando consiga abrir mi restaurante – me da un beso por encima de la camiseta.
-Sería todo un honor, mi vida – remuevo el contenido de la sartén con la cuchara de palo.
Cojo la mano sana de Faith y me la llevo a los labios para besarla y darle un mordisco que la hace reír.
-El mejor fotógrafo de los últimos tiempos, un dibujante de primera y buen cocinero – habla -. ¿Me falta algo?
-Que soy guapo, estoy muy bueno y te doy unos orgasmos magníficos – la pico.
-¡Idiota! – se ríe.
Bromeamos un rato más y cuando la cena está lista ponemos la mesa juntos y nos sentamos a cenar. A Faith le encanta la cena y la sonrisa que cubre su rostro me hace tan feliz que podría alimentarme de ella durante todo lo que me quede de vida. Además, que una gran chef como ella te diga que eres buen cocinero es un halago muy bueno a tener en cuenta.
-¿Cuánto tiempo tienes que estar con la escayola? – le pregunto cuando la veo tomarse el antiinflamatorio.
-Un mes – contesta -. Así que te aviso que vas a tener que estar cocinando tú hasta que me quiten esto.
-Yo, encantado, amor – sonrío a medio lado.
Cuando cenamos, lo recogemos todo entre los dos (asegurándome de que Faith no se haga daño en la mano) y luego preparamos té. Nos servimos un vaso para cada uno y nos sentamos en el sofá del salón.
-¿Te apetece ver una peli? – me pregunta, cogiendo el mando de la tele.
-Vale – bebo un poco de té y suelto el vaso en la mesita de centro.
-Esta vez eliges tú - me da el mando -. Yo voy a por una cosa para acompañar el té.
Se levanta del sofá y desaparece antes de que pueda contestarle.
<<Qué lista es>>, pienso.
Suspiro. Abro el menú de la tele y las aplicaciones de Smart TV aparecen. Están Prime Video, Netflex… y Disney +. Sonrío al ver la última. Creo que ya sé qué película vamos a ver hoy. Abro la aplicación, busco la película entre todas las que hay y la dejo en pausa mientras que Faith llega.
-¿Necesitas ayuda? – le grito a Faith, captando la atención de Sam, que está tumbado a mis pies.
-No, ya estoy aquí.
Mi amada aparece con miles de bombones, galletas, dulces y chocolatinas de todo tipo entre los brazos.
-¿Qué traes ahí, el arsenal secreto de chocolate de Santa Claus? – bromeo.
-No, es mi arsenal personal de galletas y dulces – lo suelta todo encima de la mesita, con cuidado de no tirar los tés y se sienta a mi lado de nuevo -. Bueno, ¿qué vamos a ver?
-Ahora lo verás.
Pongo la película y en cuanto empieza a sonar la música del inicio, Faith la reconoce y me mira sonriente y con los ojos iluminados.
-¿Has elegido Frozen? – asiento -. ¡Eres un amor, Can! – sus ojos se enternecen y se acurruca contra mi pecho -. ¡Espera! – paro una vez más la película. Faith se levanta de nuevo y corre por el pasillo para volver dos segundos después con el peluche de Olaf -. Listo, ya puedes poner la peli – se vuelve a acurrucar contra mi pecho con el peluche y me da un beso en el cuello.
Una risa vibra en mi pecho y le paso los brazos por los hombros para abrazarla. Siempre es tan madura (menos cuando se le va la pinza) que a veces se me olvida que sólo tiene diecinueve años.
Pongo en marcha la película y Faith se pierde en la pantalla de la televisión. Canta todas las canciones y se mea de la risa con todas las escenas en las que sale Olaf. Yo aprovecho para hacerle algunas fotos y videos sin que se dé cuenta y subo un par a las historias de Instagram y las demás las guardo en la galería de fotos. El resto de la película me lo paso compartiendo galletas con Faith y mirando cada una de sus expresiones, mientras abraza el peluche de Olaf y se relaja por las cosquillas que le hago en la espalda. Puedo asegurar sin asomo de duda que, con cada risa que sale de sus labios, me enamoro más y más de ella.
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Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉ
RomanceFaith es una chica divertida, familiar, ingeniosa y sin filtros, cuyo objetivo es convertirse en una buena chef y abrir su propio restaurante. Se pasa los días entre clases de cocina, turnos en la tienda de ropa en la que trabaja y reuniones con su...