Can.
-No sé qué hacer ya, tío. La llamo y no me lo coge, le escribo mensajes y no contesta, voy a su casa y no me abre – Ömer se lamenta y se tira de las raíces del pelo rizado -. Faith, eres como mi hermana, ayúdame.
Han pasado cinco días desde que Damla y él discutieron y el pobre está que fuma en pipa.
Mi chica le mira con una ceja arqueada y se mete el ibuprofeno en la boca. Le ha bajado la regla y la barriga la está matando. La pobre se pone fatal. Le he dicho que iba a llevarla a pasar la noche fuera, pero no sé si será buena si no se encuentra del todo bien.
Faith se termina el contenido del vaso de agua y lo deja en el fregadero. Luego camina hasta nosotros y se coloca de pie entre mis piernas. Estoy sentado en una de las banquetas de la isla. Le acaricio la cintura por debajo de la sudadera y ella se acurruca en mi pecho. Mi hermano bebe de su copa y mira a Ömer, comprensivo.
-A ver, es una tesitura un tanto complicada. Tú eres mi amigo y ella también – le dice ella -. Y, sintiéndolo mucho, tengo que posicionarme con Damla – frunce los labios y se encoge de hombros -. ¡Nunca se olvida una cita, cenutrio! – levanta la voz.
-No fue mi intención – se defiende él -. Pero ella se puso como una fiera.
-Y encima la llamaste histérica y controladora. Pues te llevaste el gordo – sigue diciéndole ella -. Así que vas a tener que currártelo mejor, querido.
-Joder... - Ömer bufa y se toca la frente con la mano -. Ya me podrías dar ideas.
-Ömer, amigo, hermano – Faith le coloca la mano en el hombro -, sabes de sobra qué cosas les gustan a Damla. Tira de ahí y ya verás cómo te sale algo precioso. Bueno, Can – me mira -, ¿nos vamos?
-¿Estás segura de que quieres ir si te duele tanto la barriga? – le pregunto, preocupado por su bienestar -. Podemos dejarlo para el próximo fin de semana.
-Con las pastillas se me pasará, no te preocupes. Venga, vamos – tira de mí, emocionada -. Ah, y Ömer – se gira de nuevo hacia su amigo -, espero que cuando vuelva mañana todo esté arreglado – sonríe -. ¡Suerte! – le da un abrazo y vuelve a cogerme de la mano -. Hasta mañana, chicos.
Yo levanto la mano, despidiéndome de Engin y Ömer y ellos hacen lo mismo.
-Cariño, ¿te importa esperarme en el coche mientras yo cojo un par de cosas? – le doy las llaves del Mercedes.
-Vale – coge las llaves y sale de la cocina.
-¿Podemos saber adónde vas a llevarla? – me pregunta mi hermano.
-A acampar en el bosque. Hoguera, nubes, chocolate y estrellas – le contesto abriendo los armarios y cogiendo cosas que necesitaré. Luego lo meto todo en una mochila y la cierro -. Así que no se os ocurra interrumpir a no ser que sea una urgencia del tamaño de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. ¿Está claro?
-¡Está con la regla, enfermo! ¡No vais a poder follar! – me suelta Ömer.
-¿Quién ha dicho que sea por follar, capullo? – le espeto con cara de pocos amigos -. Es por el ambiente romántico. Me voy, adiós.
Cojo mi chaqueta y salgo de casa. Faith ya está en el coche esperando y cuando subo y suelto la mochila en el asiento trasero, sonríe y me pregunta:
-Bueno, ¿adónde me llevas?
Me saco una de mis bandanas del bolsillo del vaquero y se la enseño.
-Es una sorpresa. Tienes que ponerte esto hasta que lleguemos – le quito las gafas y le hago un gesto para que se gire.
Le cubro os ojos y ato la bandana a la parte trasera de su cabeza.
-¿Está muy lejos? – pregunta nerviosa y entusiasmada a partes iguales.
-No, tranquila, llegaremos enseguida – sonrío. Me inclino hacia ella y le beso la comisura de la boca -. Espero que te guste.
-Si lo has organizado tú, me encantará.
Sonrío y enciendo el motor del coche. Abro el portón metálico con el mando a distancia y salgo de casa. Conduzco durante unos diez minutos hasta que llegamos a la entrada del bosque. Aparco el coche y bajo. Cojo la mochila y rodeo el vehículo para ayudar a Faith a bajar.
-Tenemos que andar un poco. Así que te vas a colgar esto – le meto un brazo en el asa de la mochila y hago lo mismo con el otro – y te vas a subir a mi espalda.
-Vale – se muerde el labio, nerviosa.
Me coloco de espaldas a ella y la ayuda a subirse a mi espalda. Ella se agarra a mi cuello y yo la agarro con fuerza de los muslos para que no se resbale.
-¿Lista? – la veo asentir por el rabillo del ojo -. Pues vamos.
Entro en el bosque con ella encima y camino con cuidado de no tropezar. Aún no es de noche, así que por lo menos tengo la luz del sol para caminar por aquí. En la tienda de campaña tengo linternas para alumbrar un campo de fútbol.
-¿Vas bien? – le pregunto cuando llevo un rato caminando.
-Sí, ¿y tú? ¿Peso demasiado?
-¡Qué va! Eres un peso pluma totalmente – contesto.
-Más bien es que levantas cientos de kilos en pesas.
Río. Es tan mona.
Diez minutos después, y gracias a mi gran sentido de la orientación, llegamos al lugar del bosque donde coloqué la tienda un rato antes de ir a recoger a Faith a su casa. Dejo a Faith en el suelo con cuidado y le pido que espere unos minutos. Enciendo las lámparas, porque ya empieza a oscurecer, suelto la mochila y coloco la manta en el suelo para sentarnos. Perfecto.
-¿Lista? – me coloco detrás de ella. Asiente. Le desato la bandana -. Espera, voy a ponerte las gafas – le pongo sus gafas de pasta rosa claro y me echo a un lado -. Ya puedes abrir los ojos.
Faith abre los ojos y una preciosa sonrisa se forma en su cara al ver la tienda de campaña, la manta, la mochila y las linternas.
-¿Vamos a acampar?
-Sí, ¿te gusta? – le pregunto, un poco nervioso por su respuesta.
Ella se gira hacia mí y me abraza dando saltitos.
-¡Me encanta, Can! – exclama, emocionada, y me da un beso en los labios, que yo alargo rodeando su cintura y metiéndole la lengua en la boca.
<<Tiene la regla, no podéis hacerlo. Apártate antes de que te dé algo>>, me recuerda mi mente.
Me separo de ella a regañadientes y entrelazo nuestros dedos, tirando de ella hacia la tienda. La siento en la manta y me coloco a su lado.
-¿Qué traes ahí? – me pregunta cuando cojo la mochila.
-Todo lo necesario para esta noche – abro la cremallera y empiezo a sacar cosas -: Filipinos, galletas Oreo, chocolate, nubes, galletas para las nubes, agua, zumos, palomitas, pastillas para tu dolor de regla, repelente para osos... y un largo etcétera de más cosas que necesitamos y otras que te encantan – sonrío.
-Has pensado en todo – dice ella con ojos brillantes -. Es perfecto – mira a su alrededor -. ¿Hacemos una hoguera?
-Creí que nunca lo dirías – sonrío.
Entre los dos buscamos piedras grandes y formamos un círculo en el suelo para que el fuego no se propague. Le enseño cómo hacer el fuego y ella solita se encarga de hacerlo todo, como si llevara toda la vida haciéndolo.
-¡Lo he conseguido! – exclama eufórica. Sus ojos brillan como diamantes y la sonrisa que tiene en la cara es tan genuina que no puedo evitar acercarme y besarla -. ¿Y esto?
-Que eres perfecta – le beso de nuevo -. ¿Quieres hacer nubes?
Faith asiente emocionada y yo saco la mochila de la tienda para coger el paquete de nubes y los palos para pincharlas. Entre los dos las preparamos y
las ponemos al fuego. Faith coge las galletas y el chocolate y prepara unas especies de mini bocadillitos de galleta, chocolate y nubes que están de muerte.
-Si tuviéramos caramelo ya sería la leche – dice, masticando.
Un poco de chocolate se le queda en la comisura de la boca y antes de que se dé cuenta de que se ha manchado, me acerco y le paso la lengua por la esquina del labio inferior, retirando el chocolate.
-Mmm... sabe mucho mejor de tu boca – murmuro sobre sus labios.
Una erección empieza a formarse en mis pantalones, pero me recuerdo una y otra vez que no podemos hacerlo hasta que Faith termine su semana de menstruación.
-¡No es justo! – lloriquea quejándose y se tumba -. Tengo ganas de hacerlo y no podemos. A ver, como poder, se puede, pero es un asco.
Me termino la galleta y me tumbo boca abajo a su lado. Me apoyo en los codos y la miro.
-Así nos cogemos con más ganas cuando lo hagamos – le beso la mejilla repetidas veces -. ¿Te sigue doliendo mucho?
Niega con la cabeza.
-Ahora mismo no. Se me ha aliviado con la pastilla que me he tomado en tu casa.
Nos quedamos en silencio y sólo se oyen los sonidos de la naturaleza, los grillos, las chicharras, el viento moviendo las hojas de los árboles... Y, mientras tanto, Faith observa el cielo estrellado y yo la observo a ella. Me quedo embelesado en su rostro, en la forma en que sus gafas se apoyan en el puente de su nariz, en sus labios rosados y finos, su piel suave y morena, su pelo rizado y corto... es tan hermosa que a veces me parece irreal.
<<Este es el momento>>, me digo.
Me levanto de la manta y entro en la tienda para sacar la caja que he metido en el bolsillo pequeño de la mochila.
-¿Pasa algo, Can? – me pregunta Faith desde fuera.
-Ya salgo, amor.
Cierro la cremallera de la tienda cuando salgo y me escondo la caja tras la espalda.
-¿Qué escondes ahí? – se levanta de la manta y se acerca a paso lento y con los ojos entrecerrados.
-Un regalito – contesto, apretando los labios, un poco nervioso.
<<Vamos, dáselo, le va a encantar>>, me anima mi subconsciente.
Tomo una profunda respiración y saco la cajita de detrás de mi espalda.
Faith me mira expectante y cuando abro la caja y ve el colgante, la expresión de su rostro pasa a sorpresa y emoción.
-Can..., es precioso – me mira con ojos brillantes.
Saco la cadena de plata con un corazón de cuarzo rosa y dejo la caja encima de la manta.
-Es cuarzo rosa. Simboliza el amor eterno – le digo en un tono suave y lleno de ternura. Ella me mira con los ojos llenos de lágrimas -. Cuando estuve en Sudáfrica haciendo fotos de una tribu, había una curandera que al parecer también era vidente. Me regaló el collar y me dijo que el amor de mi vida no era la persona con la que mantenía una relación, si no otra que aún no había llegado. Esa persona eres tú, Faith. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Nunca lo olvides – le cuento la historia. Nunca he creído en el destino ni nada de eso, pero en cuanto apareció ella empecé a creer en él, porque esa curandera ha acertado de pleno con lo que dijo.
Faith me dedica una mirada de pura adoración y una lágrima cae por su mejilla.
-Tú también eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Can – solloza, limpiándose las lágrimas -. ¿Puedes ponérmelo?
Se gira, quedando de espaldas a mí y paso los brazos por delante de ella, colocando el colgante en su cuello. Faith se recoge el pelo y yo abrocho el cierre, acariciándole la nuca cuando se lo dejo puesto.
-Gracias – me dice cuando se gira -. Es precioso.
-Te queda perfecto – le acaricio las mejillas, limpiándole las lágrimas -. Te quiero, mi amor.
La quiero tanto que a veces duele. No sé qué sería de mí sin ella. Ya ni siquiera puedo imaginar un futuro en el que ella no esté conmigo.
-Te quiero – se abalanza sobre mí y me rodea el cuello con los brazos, abrazándome con fuerza -. Más que a nada.
Sonrío como un bobo y aspiro su aroma a vainilla, mezclado con su perfume.
-¿Quieres bailar? – le pregunto, separándome de ella.
-No tenemos música, Can.
Me saco el móvil del bolsillo y pongo Ay tenli kadin, nuestra canción turca favorita. Ella sonríe al escuchar las primeras notas y me rodea el cuello con los brazos para bailar. Nos miramos a los ojos sin dejar de movernos al ritmo de la canción. Sonreímos, nos besamos, nos acariciamos el uno al otro... todo es más que perfecto. Acaricio la mejilla de Faith con las yemas de los dedos y ella agarra mi mano y se la lleva a la boca para besármela.
-Tengo una extraña obsesión con tus manos, ¿lo sabías? Bueno, con tus manos, tu pelo, tu barba... contigo, en general.
Sus palabras me hacen sonreír y vuelvo a besar su dulce y adictiva boca.
Pasamos el resto de la noche charlando, comiendo galletas, haciendo más nubes, hablando de las estrellas y escuchando música, hasta que el sueño nos puede y nos metemos en la tienda de campaña a dormir un poco. Faith se despierta cuando apenas faltan un par de horas para que amanezca porque le duele la barriga, pero enseguida se le pasa cuando se toma una de las pastillas que he traído y se vuelve a dormir cuando la abrazo, haciéndole un masaje en el vientre.
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Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉ
RomanceFaith es una chica divertida, familiar, ingeniosa y sin filtros, cuyo objetivo es convertirse en una buena chef y abrir su propio restaurante. Se pasa los días entre clases de cocina, turnos en la tienda de ropa en la que trabaja y reuniones con su...