CAPÍTULO 43

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Can.

Entro en la cocina en busca de un poco más de hielo y miro por la ventana, observando a Faith tocar la guitarra y cantar con sus amigas y su familia. Suspiro. He visto la cara que ha puesto cuando he dicho que a veces extraño viajar y vivir aventuras, pero sé que ella cree que no me he dado cuenta o que lo disimula bien, pero no es verdad. La conozco demasiado bien. Y sé que está dándole vueltas a la cabeza, pensando que es la responsable de que esté aquí y no haciendo lo que quiero. Y nada más lejos de la realidad. Soy feliz aquí, con ella. No querría estar en ningún otro lugar ahora mismo.
-Te la has tirado – dice Murat, entrando en la cocina, seguido de mi hermano, Ahmet, Ömer y los amigos de Faith. Son majos los chicos.
-¿Perdón?
-A Faith. A mí no me la das, tío. Habéis follado – insiste -. Sólo hay que veros las caras y las miraditas que os echáis.
Sonrío un poco y luego asiento.
-Anoche – contesto -. Y antes de que preguntéis: fue alucinante, mágico. Ni siquiera tengo palabras para describir lo que sentí. Y puedo aseguraros que quiero sentir eso durante el resto de mis días – les cuento -. Y no, no os voy a dar los detalles de su cuerpo, porque no me da la gana.
Camino hasta el congelador y saco una bolsa de hielo, la abro y echo los cuadrados de agua helada en la cubitera.
-Mejor, porque no quiero saber los detalles del cuerpo desnudo de mi mejor amiga, por mucho que la quiera – comenta Ismael en un turco bastante bueno, sentándose en una banqueta. Se ve que Faith les ha enseñado bien el idioma -. Yo la verdad es que al principio quería partirte las piernas, aunque Faith me aseguró que me reventarías antes de cinco segundos. Pero en estos días me he dado cuenta de que la quieres de verdad – me dice Ismael.
-La quiero más de lo que jamás pensé que se podía querer a alguien – digo en un tono lleno de amor -. Faith es todo mi mundo. No hay selva, ni viaje que pueda competir con eso.
-Así que es eso lo que te preocupa – Ömer se apoya en la isla -. Que crea que no eres feliz quedándote a ti.
-¿No habéis visto la cara que ha puesto cuando me han preguntado si echo de menos viajar? – les pregunto -. No me preocupa que lo crea, sé que lo cree - recalco.
-Pues habla con ella y hazle ver que se equivoca – ahora es Ahmet quien habla -. Vamos, tío, quieres a esa chica más que a ti mismo, y más que a tu cámara de fotos, que eso ya es decir mucho. Habla con ella cuando nos vayamos todos. Ya verás como deja de pensar eso.
Tiene razón. Tengo que hacerle entender que soy feliz aquí con ella, que la quiero, que me dan igual los viajes y las aventuras si estoy con ella, y que jamás me iré de aquí, a menos que ella venga conmigo.
-¿Encontráis el hielo o qué? – Raquel, la otra amiga de España de Faith entra en la cocina. Es una chica alta, morena, de pelo liso y largo negro y borde de serie.
-Estamos teniendo una conversación de hombres, querida – le dice Pedro.
Raquel le hace un corte de mangas.
-Anda, que con esa bordería vas a quedarte para vestir santos – le suelta.
-Habló Romeo, ¡no te jode! – le dice Raquel, haciéndonos reír.
-Ya vamos, tranquila – dice Ismael -. Bueno, lo que decía, que me alegro de que esté contigo. Pero como la hagas sufrir, te corto los huevos y se los doy de comer a mi gato – me amenaza cuando Raquel se va -. Y cuando digo que te corto los huevos, me refiero a que vengo yo, Pedro, los novios de Bea y Melisa y toda la familia de Faith. ¿He sido claro?
-Cristalino como el agua. No voy a hacerla sufrir. Antes preferiría tirarme por un puente – contesto totalmente seguro de mis palabras.
Volvemos al jardín y nos unimos a las voces de Faith y los demás, que ahora cantan una canción que no conozco, pero que tiene una letra muy pegadiza.
Después de cantar un buen rato más canciones de todos los estilos, idiomas y épocas, recogemos y planeamos lo que haremos mañana antes de que la familia de Faith se vaya a su casa, que sus amigos de España se vayan al hotel y que los chicos se vayan a sus propios hogares.
Una vez solos, mi hermano se va a su habitación y Faith y yo nos vamos a la mía. Nos duchamos (por separado, para mi desgracia) y cuando terminamos y nos metemos en la cama, creo que es hora de quitarle los miedos y las dudas de la cabeza.
-Faith – la llamo, acariciándole el brazo.
-¿Sí? – se gira y queda cara a cara conmigo.
-¿Estás bien? – le pregunto, apartándole el flequillo de los ojos.
Asiente, con el ceño fruncido.
-Sí, ¿por qué lo preguntas?
-He visto la cara que has puesto cuando he dicho que a veces extraño viajar – su cara cambia por completo cuando entiende que me he dado cuenta. Se muerde el labio, incómoda, y se incorpora, sentándose en la cama -. Faith, no quiero que piensen que no soy feliz aquí contigo.
-No es eso, Can – habla -. Siempre he pensado que echabas de menos viajar, pero cuando lo has dicho, no sé, ha sido como un golpe de realidad. He sentido que soy la culpable de que no estés haciendo lo que te gusta por quedarte aquí...
-No, no sigas – me incorporo en la cama y tiro de ella para que se siente a horcajadas en mi regazo -. Quiero que me escuches muy atentamente. Estoy aquí porque quiero estar aquí. Sabes que no lo estaría si no quisiera – asiente - . Estoy aquí porque estoy enamorado hasta los tuétanos de ti y quiero pasar el resto de mi vida contigo – sus ojos se llenan de lágrimas y el mentón le tiembla -. Soy feliz aquí, Faith. De verdad. Me da igual no volver a viajar nunca más si sé que voy a estar siempre contigo – una lágrima resbala por su mejilla y yo se la limpio delicadamente con el dedo -. Y si lo hago, puedes estar segura de que será contigo – le aseguro. No me imagino estar lejos de ella.
-Pero lo echas de menos, Can.
-Lo echo de menos igual que tú puedes echar de menos España, pero no por eso quieres volverte allí, ¿verdad? – asiente -. Así que deja de llorar y dame un abrazo muy fuerte.
Ella se ríe, marcando ese hoyuelo tan precioso que tiene en la mejilla derecha y se lanza a mis brazos. Le rodeo la cintura con fuerza y aspiro el aroma a vainilla de su piel. Cierro los ojos cuando sus dulces labios besan mi cuello y clavo los dedos en su cintura. Luego se separa de mí y me mira, bajando la mirada hasta mis labios y luego vuelve a mis ojos.
-Deja de mirarme de una vez y bésame – le pido.
Faith pega sus labios a los míos y nos devoramos el uno al otro en una lucha de mordiscos, lenguas y labios. Le quito la camiseta estampada con unicornios del pijama y la dejo desnuda de cintura para arriba. Le acaricio los costados, la espalda y jugueteo con sus pequeñas, redondas y perfectas tetas. Creo que me he enamorado de ellas desde que las vi anoche por primera vez. Faith me acaricia los hombros desnudos y los dos tatuajes que tengo en el pectoral y el costado izquierdos, y me besa la barbilla, diciéndome lo mucho que le gusta mi barba. Enredo los dedos en sus rizos y le muerdo el labio, al mismo tiempo que ella balancea las caderas, restregándose contra mi ya bastante despierta erección.
-Faith... - jadeo cuando un latigazo de placer me recorre el cuerpo.
Ella me besa los hombros y el pecho sin dejar de restregarse y gime cuando elevo un poco las caderas, haciendo que la presión sea mayor.
-Hazme el amor otra vez, por favor – suplica jadeante, mordiéndome los labios.
-Primero necesito que me dejes hacerte una cosa – le digo, cuando una idea que lleva bastante tiempo en mi cabeza aparece.
-¿El qué? – me pregunta, separándose un poco.
Sus ojos me observan curiosos y sus pupilas dilatadas me dicen lo mucho que me desea.
-Ahora lo verás. Confía en mí – le digo.
La tumbo en la cama y le quito el resto de la ropa, dejándola desnuda ante mis ojos. Anoche no pude admirarla todo lo que quería, pero lo hago ahora. Me deleito en sus pezones, erectos y rosados, el tatuaje que tiene en el esternón, la respiración agitada que mueve su pecho, su vientre, el vello oscuro que cubre esa parte de su cuerpo que estoy deseando saborear, sus muslos, sus pies... toda ella es una tentación.
Empiezo besándole los pies. Le beso cada uno de los dedos y le muerdo el pulgar, haciendo que pegue un pequeño brinco que me hace sonreír. Subo por sus pantorrillas, sus rodillas y sus muslos, primero uno y luego otro. Luego le abro las piernas y cuando ve mis intenciones, se incorpora y me detiene.
-Espera, no creo que sea una buena idea... - parece un poco insegura.
-Shhh... confía en mí, te gustará – le coloco la mano en el pecho y vuelvo a tumbarla -. Si no te gusta, no volveremos a hacerlo, ¿de acuerdo? – asiente -. Genial – sonrío y le doblo la almohada para que esté más incorporada y pueda ver todo lo que le hago -. Tú solo relájate y disfrútalo.
Faith traga saliva, nerviosa, y yo vuelvo a la carga. Le beso el vientre y paso a sus muslos. Le muerdo la cara interna del derecho y luego el izquierdo. Le muerdo la piel y sigo subiendo hasta su pubis. Lo beso y tiro del vello que lo cubre, provocándole un escalofrío, seguido de un jadeo que me vuelve loco. Lo siguiente que hago es besarle el clítoris, y ella gime. Le paso la lengua por los labios mayores, pasando de uno a otro, y luego los beso con mimo.
<< ¡Joder, qué bien huele!>>, me digo cuando su aroma me invade.
Le separo los labios, dejando su humedad visible y sonrío al saber que es por mí. Y entonces hundo la lengua entre sus pliegues y ella se arquea como una gatita.
-¡Mierda!
Su sabor es tan dulce y exquisito que gruño del gusto. Lamo su centro de arriba abajo, de un lado a otro y le doy mordiscos con cuidado de no hacerle daño, pero asegurándome de que se vuelve loca.
-No tienes idea de lo bien que sabes – ronroneo sobre su húmeda entrada. Es incluso mejor de lo que me lo he imaginado. Podría correrme sólo con esto.
-Can... - jadea.
-¿Te gusta? – la miro.
Soplo suavemente sobre su clítoris y ella se muerde el labio y se tapa la boca para no gemir muy fuerte. Asiente a mi pregunta.
-Si me lo dices con palabras igual sigo – la torturo un poco.
-Me gusta mucho – jadea -. Sigue, por favor.
-Eso está mejor – sonrío.
Vuelvo a su perfecto y delicioso centro y me concentro en su clítoris, lamiéndolo, chupándolo y mordiéndolo. Mi barba se roza con su piel y Faith se remueve e intenta cerrar las piernas, pero yo le aguanto los muslos con fuerza y no la dejo hacerlo. Muevo la lengua arriba y abajo y la introduzco en su húmeda vagina, saboreando aún más su esencia. Faith solloza y baja una de sus manos hasta la mía, agarrándola con fuerza. Yo entrelazo nuestros dedos y aprieto.
-Can, por favor – aprieta más mi mano cuando los músculos de sus piernas empiezan a tensarse.
<<Está a punto de correrse>>.
Separo mi boca de ella y me humedezco los dedos con la lengua antes de introducir dos en su vagina. La veo inclinar la cabeza hacia atrás y se lleva la mano libre al pecho, tirándose del pezón derecho. Meto y saco los dedos de su cálida y húmeda carne y cuando separa nuestros dedos para llevarse la mano a la boca y tapársela, aprovecho para acariciarle el clítoris con el pulgar haciendo movimientos circulares y rítmicos. No tarda ni dos minutos en arquearse y correrse, haciendo que me sienta el hombre más feliz y afortunado del planeta.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora