CAPÍTULO 44

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Faith.

El resto de los días que están mi familia y mis amigos en Estambul pasa más rápido de lo que me gustaría. Visitamos el dichoso Acuario, donde mis primos se vuelven locos con los tiburones y los delfines y le preguntan a Can (que se ha convertido en su ídolo) cosas sobre ellos, que mi novio contesta explicándoles con todo lujo de detalles. También visitamos los parques más famosos de la ciudad, como el Parque Gülhane, el parque más antiguo y de mayor extensión de toda la ciudad, que además rodea el Palacio de Topkapi (el cual también visitamos), que fue el centro administrativo del Imperio Otomano desde 1465 hasta 1853.
También visitamos el Museo de Arte Moderno, que a mi tito Andrés y a mis titas les encanta, cenamos en la terraza de un restaurante desde la que vemos a la perfección el Puente del Bósforo iluminado y visitamos palacios y mezquitas históricas de la ciudad, además de ir de compras, hacer otra comida en la que todo lo preparo yo (y con mucho gusto), visitar ciudades vecinas, montar una fiesta flamenca y bailar sevillanas , cantar mucho y llevar a los chicos al pub de Fekir, porque no podían irse sin escuchar a su grupo. Además, Can les da una clase magistral de fotografía a mi tito Andrés y a mi tita Marisol y les enseña movimientos de defensa personal y boxeo a los chicos, que claro, no están acostumbrados a tanto meneo (menos Darío, que entrena mucho para el fútbol) y casi pierden el pellejo queriendo seguirle el ritmo.
Can aparca el coche en el porche de su casa y bajamos. Acabamos de dejar a mi familia y a los chicos en el avión de vuelta a España, y la despedida ha sido cuanto menos lacrimosa. Todos hemos llorado (hasta Ismael, que no llora desde los diez años) y nos hemos abrazados, prometiendo volver a vernos cuanto antes. Posiblemente en diciembre, ya que es mi cumpleaños y es una fecha señalada porque coincide con el último día del año. Y, como era de esperarse, todos le han pedido a Can que la próxima vez que vengan o vayamos, quieren vernos juntos e igual de felices, a lo que Can ha respondido con un 'dadlo por hecho', acompañado de una de sus sonrisas.
-¿De verdad tienes que irte? – Can se sienta en el sillón que tiene junto a los armarios de su habitación y me observa sacar la ropa del mueble y meterla en mi maleta.
Asiento, mirándole.
-Mi familia ya se ha ido y tengo que hacer muchos dulces para la tienda. Y además, llevo quince días aquí. Seguro que ya tienes ganas de tener tu enorme cama para ti solo de nuevo – bromeo con lo último.
-No es verdad – se levanta del sillón y camina hacia mí -. Duermo mejor cuando estás tú – me toca el pelo -. Y se suponía que ibas a conocer a mi padre hace tres días y ahora no sabemos ni cuándo va a llegar.
Su padre le llamó el día que supuestamente iba a llegar para decirle que había tenido un problema con el vuelo de vuelta y, que como también se había encontrado con un amigo de la universidad, iba a alargar el viaje una semana o así para ponerse al día con él. Comprensible.
-Ya lo conoceré, Can – le quito importancia a su frustración -. Deja que pase unos días con su amigo. Cuando menos te lo esperes, llegará. Ya lo verás – termino de sacar las ropa y empiezo a coger los zapatos y algunos complementos que me he traído.
-No quiero que te vayas – lloriquea y me abraza por detrás y me besa el pelo repetidas veces.
-No puedo quedarme para siempre, Can – le acaricio las manos y giro la cabeza para mirarle -. Me encantaría, pero no puedo – le acaricio la barbilla y él agarra mi mano y se la lleva a los labios.
A mí también me encantaría quedarme con él para siempre, dormir abrazada a su pecho, pasarme las horas delineando las líneas de sus dos tatuajes, besarle, tocarle el pelo, que me haga el amor hasta caer rendidos...
Suspira, resignado.
-Vale, pero prométeme que te quedarás los fines de semana – pone la condición sin soltarme -. Te recojo los viernes y te llevo el domingo por la noche.
-Hecho – sonrío, porque me encanta la idea de pasar cada fin de semana a su lado -. Pero, ¿este fin de semana no cuenta ya, no? – intento chicharlo. Hoy es jueves.
-¡Claro que cuenta, Faith! De viernes a domingo. Todos, sin excepción – puntualiza, llevándose las manos a la cintura y poniendo cara de pocos amigos.
-Era bromita – le pongo ojitos -. Estoy deseando que llegue mañana por la noche.
-Eres malvada, ¿lo sabes? – me señala con el dedo cuando ve que empiezo a descojonarme.
-Soy un amor – lo corrijo y sonrío, ganándome un apretón en las mejillas.
-Eres mi ángel caído del cielo – me acaricia las mejillas y me besa la boca con mimo, succionando mi labio -. Anda, terminemos antes de que tenga que arrancarte la ropa.
Metemos en mi maleta lo que falta y, tras despedirme de Engin y decirle que le veré mañana de nuevo, cosa que le parece genial, Can me lleva a casa y me dice que mañana por la tarde pasará a recogerme. Le doy un beso de buenas noches y entro en casa.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora