Faith.
La camiseta blanca que Can lleva se ajusta tan malditamente bien a su torso y resalta tanto el tono moreno de su piel que siento que empezaré a babear de un momento a otro. Cuando he escuchado a Azra llamar a su hermano y he visto que Can estaba con él, casi me caigo de la silla. Y cuando le visto mirándome, se ha acercado y me ha saludado con su perfecta sonrisa, me ha faltado poco para ir a por un cubo de hielo y echármelo por encima.
-¿Por qué no os sentáis? – propone Azra después de un rato de conversación -. Nosotras aún no hemos pedido.
-¿Os apetece quedaros? – les pregunta Ömer a los chicos.
Todos acceden y siento cómo el corazón se me empieza a acelerar cuando Can coge una silla libre y se sienta a mi lado, en la esquina de la mesa. Su aroma a hombre y tierra mojada me envuelve y me remuevo en la silla.
-¿Cómo puede oler tan bien? – murmuro.
-¿Qué? – Can me mira confuso.
-¿Eh? Nada, nada – niego con la cabeza -. A veces hablo sola, nada más.
<<Genial, lo has arreglado, genio>>, me regaño.
La risa grave que Can suelta hace que me vibre el cuerpo entero, al mismo tiempo que me indica que mi comentario lejos de parecerle demente, le ha hecho gracia.
-He de confesar que yo también lo hago a veces – dice en un tono cómplice.
Su mirada oscura me observa de una manera tan intensa, que ni siquiera sé qué decir. Por suerte, la camarera llega justo a tiempo para salvarme.
-Hola, chicos – nos saluda con una sonrisa -. ¿Qué os pongo?
-Yo quiero un gofre con chocolate, un batido de mango y un té – digo.
-Yo lo mismo que ella – habla Can, mirándome con una sonrisa.
<<Como me sonría otra vez de esa forma, acabaré desmayándome>>, pienso.
-Yo un cappuccino con doble de cacao y otro gofre – pide Ömer.
-Yo un batido de fresa con nata – habla Azra.
Cuando la camarera nos toma nota a todos (en su mayoría batidos y gofres, exceptuando un par de cafés y té), se vuelve a la barra para prepararlo todo. Unos diez minutos después, trae nuestros pedidos en una bandeja, aunque la pobre tiene que dar dos vueltas porque son demasiadas cosas.
Can acerca sus rosados labios a la pajita del enorme vaso de batido y absorbe, probando su sabor. Me mira sorprendido cuando traga.
-Está bueno, ¿verdad? – digo.
-Está de muerte – contesta, bebiendo más.
-Cuando se trata de comida tienes que fiarte de ella siempre, Can – le dice Gamze.
-Voy a tenerlo en cuenta a partir de ahora – gira la cabeza para mirarme y sonríe.
<< ¡Ay, Dios!>>, chillo interiormente, alcanzando mi batido y tomando un gran trago.
Lo siguiente que hago es coger el plato con el gofre y cortarlo en trocitos antes de empezar a zampármelos. Me encantan estos gofres, están buenísimos y no te encuentras esas bolas de azúcar en la masa. Y el chocolate que la señora Ikbal prepara personalmente es el más rico que he probado nunca. Digamos que soy un poco adicta al chocolate. Y a las galletas Oreo. Y a los Filipinos. A todo lo dulce, en general.
-Veo que te gustan los gofres – me dice Can, observándome comer.
-Es una de mis debilidades – contesto.
-Podría comerse tres o cuatro de golpe y sin pestañear – interviene Ömer.
Le lanzo una servilleta a la cara.
-¿Me meto yo con el aguachirri que te estás bebiendo? – bromeo -. Me encanta comer, esa es la realidad.
Ömer se ríe y Can hace lo mismo, mientras bebe de su batido y me traspasa con sus oscuros ojos. Son tan oscuros que por momentos parecen negros. Su mirada es tan penetrante y seductora que incluso cuesta mantenerle la vista durante más de cinco segundos.
-No seas tan exagerado, tío. Can se va a llevar una mala imagen de ella – bromea Murat.
-La verdad es que me encantan las chicas que disfrutan de la comida – dice el susodicho con voz profunda sin dejar de mirarme.
<<Mierda, ¿acaba de insinuar que…? No, no te flipes, Faith. Sólo ha querido ser simpático>>, me digo.
Dejo de mirarle como una idiota y vuelvo a mi batido y mi gofre.-Así que te gusta – dice mi amiga Raquel a través de la pantalla del ordenador.
Llevo unos diez minutos hablando con ella y el resto de mis amigos españoles, Pedro, Ismael, Melisa y Bea. Me crié con ellos y hemos estado juntos en clase hasta que me mudé. Gracias al cielo, a algún genio de la informática se le ocurrió la idea de crear Skype, y puedo hablar con ellos y verlos muy a menudo.
-Ya os he dicho que no.
-Pero te parece guapo – interviene Bea.
Bufo.
-¡Claro que me parece guapo! Y se lo parecería al noventa por ciento de la población ¡Le habéis visto! – exclamo -. ¡Es un puto adonis en todos los sentidos!
Os explico, mis amigos españoles conocen a todos mis amigos aquí (porque me acompañaron un par de veces a España de visita) y los siguen en Instagram, por lo que han visto la foto del cumpleaños de Ömer y las que han (y he) subido esta tarde de nuestra quedada improvisada en la cafetería de la señora Ikbal. Y me han preguntado por Can, tal y como esperaba.
-Seguimos aquí, ¿sabéis? – dice Ismael -. No me siento muy cómodo con vuestra conversación sobre tíos.
-Pues yo quiero saber todos los detalles. Pero todos, todos.
-Tú porque eres un marujo de primera, Pedro – le suelta Melisa entre risas -. Pero sí, queremos saberlo todo.
Suspiro, pasándome las manos por el pelo, recolocándome el flequillo.
-Ya os lo he contado todo: lo conocí ayer en el cumpleaños de Ömer, esta mañana me ha seguido en Instagram, yo lo he seguido a él y hoy todos hemos vuelto a pasar la tarde comiendo gofres y bebiendo batido. Fin de la historia. Mejor contadme qué tal vosotros por allí.
Pasamos veinte minutos más hablando, en los que me cuentan cómo les va la universidad (Raquel y Pedro, porque Ismael, Bea y Melisa han decidido hacer grados superiores) y me hablan de sus relaciones amorosas: Bea lleva cuatro años con Darío, su novio; Melisa lleva saliendo dos años con Alberto e Ismael lo ha dejado con su última novia hace una semana. Y Raquel pasa de los tíos y a Pedro le interesa más marujear que conocer gente.
-¡Faith, baja a cenar, que la lasaña que has preparado está lista! – me grita mi madre desde la planta baja.
-¡Voy! – contesto -. Chicos, tengo que irme ya. Hablamos otro día, os quiero.
Ellos se despiden y me desconecto de Skype. Luego apago el ordenador y bajo a cenar.
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Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉ
RomanceFaith es una chica divertida, familiar, ingeniosa y sin filtros, cuyo objetivo es convertirse en una buena chef y abrir su propio restaurante. Se pasa los días entre clases de cocina, turnos en la tienda de ropa en la que trabaja y reuniones con su...