CAPÍTULO 7

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Can.

Murat, Ömer y Ahmet están sentados en el porche del jardín bebiendo cuando llego a casa del gimnasio. Me he pasado un par de horas entrenando, golpeando sacos de boxeo y haciendo un poco de defensa personal.
     -¿Qué hacéis aquí? – suelto la bolsa del gimnasio en el suelo y me acerco a ellos.
     -Hemos pensado que era un buen momento para una de nuestras reuniones masculinas. Ya sabes, hablar, reírnos… - dice Murat -. Vamos, siéntate.
     -Primero voy a darme una ducha – digo -. Vuelvo enseguida.
     Los dejo hablando en el jardín y me meto en mi habitación para ducharme. Cuando termino, me visto con un pantalón deportivo negro y una camiseta sin mangas del mismo color. Me calzo unas deportivas negras y me coloco un anillo en el dedo corazón de cada mano, aparte de algunas pulseras y mi collar con el ojo de tigre.
     -Ya estoy de vuelta – me siento al lado de mi hermano Engin y cojo su vaso de whiskey.
     -¡Ese era mi vaso, Can! – se queja.
     -Ya no – me río.
     Mi hermano se levanta a coger otro vaso y se echa whiskey en él.
     -¿Y qué os contáis? – pregunto, bebiendo.
     -No mucho. Trabajo y más trabajo, ya sabes – contesta Murat y todos coinciden con él.
     Murat es el abogado de la multinacional de mi padre, de la cual mi hermano es el director ahora mismo. Mi padre quería que me encargara yo, pero le dije que era mejor que lo hiciera Engin; él sabe de finanzas y dirección de empresas. Ahmet tiene una enorme imprenta heredada de su padre en la que se imprimen la mayoría de las revistas de la ciudad y parte del país, además de carteles y vallas publicitaras, y Ömer es el mejor carnicero de su barrio. No se puede encontrar mejor carne que en su carnicería. Cuando dije que dejó de estudiar, no lo hizo porque le apeteciera, si no porque sus padres fallecieron en un accidente de coche. En ese momento Azra tenía catorce años y él no se lo pensó ni un segundo: dejó la universidad y se encargó del negocio familiar  en su barrio para asegurar el futuro de su hermana pequeña. Sacrificó su futuro por el de su hermana, y esa es una de las razones por las que le admiro y le quiero tanto.
     -Mejor hablemos de ti – dice Ömer -. ¿Ya tienes nueva fecha de partida?
     -Es verdad, vosotros no lo sabéis todavía – digo.
     -¿Saber qué? – Murat parece confuso.
     -Que no se va. Va a quedarse una temporada aquí en Estambul – dice mi hermano, contento.
     Las caras de mis amigos se iluminan por la emoción que sientes al escuchar la noticia y se levantan para darme un fuerte abrazo, que casi me deja sin aire.
     -¡Es genial! – exclama Ahmet -. Por fin volveremos a estar todos juntos. ¿Y qué vas a hacer mientras estés aquí?
     Me encojo de hombros y me termino la copa.
     -De momento descansaré un poco, aunque ya he recibido algunas ofertas para sesiones de fotos y campañas publicitarias de algunas marcas importantes – digo.
     -Te dije que no iba a faltarte trabajo, porque…
     -Sí, porque soy Can Doğan – termino la frase de mi hermano.
     Todos estallamos en carcajadas cuando termino de hablar y nos echamos otra copa. Hablamos un poco sobre el calor que ya empieza a hacer, porque estamos casi a mediados de mayo, y Murat nos propone ir a pasar un fin de semana a la casa que tiene en el campo, a las afueras de la ciudad. Hace tiempo que no vamos por allí.
     -Podríamos organizarlo e ir dentro de un par de semanas – sigue diciendo Murat.
     -Y avisar a las chicas, si os apetece – sugiere mi hermano.
     -Tú lo que quieres es ver a Gamze, capullo – se ríe Ömer.
     -Y tú a Damla, que se te van los ojos cuando la ves – contraataca mi hermano.
     Engin y Ömer llevan enamorados de Gamze y Damla unos dos años, y ninguno de los dos les ha confesado nada. Supongo que les raya ser mayores que ellas, aunque eso sea lo de menos. Lo mejor es que a ellas también les gustan ellos y son tan tontos que ni siquiera se han dado cuenta de que los miran como si fueran bollos de chocolate.
     -Al que sí que se le van los ojos es a Can cuando ve a Faith – esta vez es Ahmet el que habla.
     -¡Eh, eh, eh! ¡A mí no me metáis en vuestras movidas! A mí no se me van los ojos detrás de nadie – me defiendo, a pesar de que el corazón se me ha acelerado y las manos me han empezado a sudar -. Simplemente me parece simpática y muy divertida, nada más. Así que no empecéis a montaros películas, porque no hay nada entre Faith y yo. Bastante tengo con que Pembe me siga llamando cada dos por tres.
     Los cuatro se miran entre ellos y se encogen de hombros como diciendo ‘si tu lo dices…’, mientras mi fuero interno me grita que estoy mintiendo como un perro.
     Un buen rato después, decidimos que ninguno de nosotros tiene ganas de cocinar nada y pedimos comida china a domicilio, que llega unos veinte minutos después. Cenamos tranquilamente en la mesa del jardín, mientras nos ponemos un poco más al día e intentamos llegar a un acuerdo sobre lo de pasar el fin de semana en la casa de Murat.
     -Creo que es hora de que nos vayamos, tíos – Murat se estira en la silla -. Son casi las dos ya.
     -Es verdad – coincide Ömer -. Ahmet, despierta, que nos vamos.
     Mi amiguito moreno y barbudo lleva como media hora durmiendo a pierna suelta en una de las tumbonas del jardín. Creo que ha bebido más de la cuenta.
     Una vez conseguimos despertarlo, llamamos a un taxi y los tres se van a casa. Han bebido y no es buena idea que conduzcan. Ya recogerán sus coches mañana.
     Me voy a la cama después de recoger los vasos y los platos del jardín y meterlos en el lavavajillas con la ayuda de Engin.

La cuenta de Instagram de Faith es de las cosas más divertidas que he visto nunca. Cuando Ömer me dijo que era un torbellino, lo decía enserio. Tiene videos desternillantes a más no poder, fotos muy cómicas y otras en las que sale tan guapa que me sorprendo casi babeando. Llevo más de dos horas dando vueltas en la cama y he decidido cotillear un poco su perfil.
     Estoy viendo un video en el que Faith se encuentra tumbada en el suelo con un labrador color chocolate brincando a su alrededor, lamiéndole la cara, mientras ella se deshace en carcajadas, y decido que es la estampa más bonita del planeta.
     -¡Sam, el cuello no! – chilla, encogiéndose para que el perro no le lama -. ¡Que me haces cosquillas!
     Pulso un nuevo vídeo con la descripción ‘cuando tu amiga te pide su canción favorita, no puedes negarte’ y subo el volumen para escucharlo mejor. Es Faith, sentada en círculo con los chicos y con una guitarra sobre su regazo. Sus dedos rozan las cuerdas y empiezan a sonar preciosos acordes que penetran en mis oídos y me llegan al alma. Reconozco la canción al instante: Ele Layik del cantante Tuğkan. Su dulce y armoniosa voz me eriza la piel de tal manera que incluso necesito removerme en la cama.
     <<Tiene la voz más bonita que he oído nunca>>, pienso, embobado en la pantalla.
     -Yolumuza taş koymadan duramıyorlar seni beni ele layık
(El destino no puede dejar de poner piedras en nuestro camino)
Görüyorlar bize doğruyu söylemiyorlar, Sevgilim
(La vida nos cruza en nuestros caminos, ¿por qué no nos dicen la verdad? Mi amor).
     Mantiene los ojos cerrados mientras canta y se deja el corazón en la letra y en los acordes que sus dedos tocan. Parece tan frágil y rota, como si de verdad sintiera todo el dolor de esa canción. Daría lo que fuera por haberla abrazado en ese momento.
     Me descubro a mí mismo pensando en las ganas que tengo de volver a verla, de volver a hablar con ella, de ver su sonrisa, escuchar sus comentarios mordaces y divertidos… ganas de estar con ella.
     Cuando me quedo dormido, sueño con ella, con su voz y su risa.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora