Can.
Aparco en un hueco que encuentro junto a la entrada del centro comercial. Faith termina su turno en la tienda en quince minutos y luego pasaremos a recoger sus cosas, antes de irnos a la casa de campo de Murat.
Me apeo del coche y lo rodeo, apoyándome en la puerta del copiloto. Esperaré a Faith aquí. Mientras lo hago, pienso en la forma en la que me ofrecí a esperarla para irnos juntos. Tengo que ser sincero: lo hice porque quería pasar tiempo a solas con ella. ¿Por qué? Ni yo mismo lo sé.
Y sobre la verdadera reunión, que tuvo lugar ayer, debo decir que estuvo bien, aunque he de admitir que la cantidad de dinero que quieren pagarme por hacer las fotos es un poco desorbitada. Bastante. Pero si los dueños de la marca están dispuestos a pagar eso, ¿quién soy yo para negarme? Y sí, acepté, claro. Me llama la atención este proyecto.
Saco el móvil y cotilleo un poco Instagram para entretenerme un poco en lo que llega Faith. Cuando levanto la cabeza, ahí está, a unos metros de distancia, caminando hacia mí.
<<Joder, está preciosa>>, pienso.
Lleva un vaquero azul roto desde la rodilla hasta la espinilla, una camiseta negra con una camisa de cuadros rojos y negros abierta encima y unas Converse blanca. Y tiene el pelo recogido en un precioso rodete despeinado con algunos mechones sueltos y el flequillo rizado cayéndole por la frente. Sus gafas le enmarcan esa preciosa cara que tiene y esa inocencia que posee me resulta tan sexi que debo tomarme unos segundos antes de hacer mi primer movimiento.
Me quito las gafas y le sonrío.
-Hola – la saludo, acercándome a ella.
Está tan monísima y parece tan nerviosa que no me puedo resistir a abrazarla. Rodeo su cintura con mi brazo y ella pasa uno de los suyos por mi cuello. Su delicioso aroma a vainilla me rodea y me quedo un par de segundos más abrazándola, aspirando su olor.
-Hola – saluda ella cuando nos separamos. Segundos después sonríe y sólo con eso el día se vuelve más bonito.
-Tenemos que pasar por tu casa primero, ¿no? – le pregunto.
Faith asiente.
-Sí, y tengo que coger un par de cosas de la tienda de mi madre. No tardaremos, lo prometo.
-No te preocupes, tómate tu tiempo – le digo y sonrío -. Sube – abro la puerta del coche.
Faith se sube y cuando se sienta, cierro la puerta y rodeo el coche para subirme al asiento del conductor. Enciendo el motor y cuando estoy por colocarme las gafas y acelerar, escucho a Faith peleándose con el cinturón de seguridad.
-Se ha atascado – se queja, tirando del cinturón -. ¡Qué oportuno, hombre!
-Espera, deja que te ayude.
Me inclino y alargo el brazo, pasándolo por su lado. Mi intención es agarrar el cinturón, pero por alguna razón, mi mano acaba sobre la suya. Y algo estalla dentro de mí. Un calambre me recorre el brazo y siento cómo el corazón me bombea más rápido.
Faith gira la cabeza y nuestras caras quedan a escasos centímetros. Nuestros ojos hacen contacto y nos miramos durante segundos, embelesados en el otro. Bajo la mirada por su preciosa cara y me detengo en sus rosados, finos y perfectos labios, y me humedezco los míos con la lengua.
<<Bésala>>, me ordena mi subconsciente.
Es entonces cuando comienzo a acercarme a ella, muy lentamente. Nuestras narices se rozan y la sensación que empieza a recorrerme el cuerpo es tan intensa, que no puedo evitar acariciar su nariz con la mía, provocándola. Nuestros alientos se mezclan y, cuando estoy a punto de dejarme llevar y besarla, el manos-libres del coche suena. Y se carga el momentazo.
Ambos nos sobresaltamos y yo me separo de Faith, soltando su mano. El nombre de mi hermano Engin parpadea en la pantalla del navegador y pulso ‘contestar’.
-Dime, hermano – contesto con el corazón acelerado, los labios hormigueando y, para qué mentir, una erección bastante prominente e incómoda.
Espero que no se me note nada.
-¿Ya estáis de camino, Can? – me pregunta mi hermano.
-Ehh… sí. Vamos a coger las cosas de Faith y vamos para allá – contesto, respirando hondo para controlarme.
-Vale – responde -. Por cierto, dile a Faith que no se le olvide la guitarra.
-Se lo diré. Ahora nos vemos. Adiós.
Me apresuro por colgar la llamada lo antes posible. Me coloco las gafas de sol de nuevo y acelero el motor del coche, pensando en que he estado a punto de besarla. Y lo peor es que quería hacerlo con desesperación.
Cuando llegamos a la casa de Faith, bajamos del coche y le digo que la esperaré aquí fuera. Ella entra en su casa y unos cinco minutos después sale con una bolsa color malva con flores blancas y la funda de su guitarra. Mete ambas cosas en el asiento trasero de mi Mercedes junto a mi equipaje, y luego nos pasamos por la tienda de su madre, de donde coge al menos diez paquetes de pipas, algunas golosinas y tres o cuatro cosas más que estoy seguro que no van a durar más de dos horas.
-Y mándame un mensaje cuando lleguéis, Faith – le dice Miriam a su hija por tercera vez.
-Que síiiii, mamá – resopla Faith -. Voy a estar aquí en la ciudad, no en Afganistán.
Me aguanto una risa, que al parecer Sam, el labrador de Faith, percibe. Como respuesta empieza a mover el rabo y se acerca a mí para lamerme las manos. Es tan mono como su hermana. Sí, Faith dice que es su hermanito pequeño.
-De verdad, hija mía, que cuando quieres eres borde como tú sola – se queja su madre.
<<Pues, hasta cuando se pone borde es preciosa>>, pienso.
-Le dijo la sartén al cazo – se burla ella -. Bueno, me voy ya. Te mando el mensaje cuando llegue – le besa la mejilla.
-Pasadlo bien y tened cuidado - nos dice Miriam.
-Lo haremos – sonrío -. No vemos. Adiós, chulo – acaricio la cabeza de Sam
Faith le besa el hocico a su perro y este lloriquea al saber que no puede venir. Ella le promete que volverá muy pronto y que le hará galletas, y con eso Sam se queda conforme. Qué listo es. Luego nos montamos en el coche.
En los primeros veinte minutos del trayecto ninguno de los dos pronunciamos palabra. Lo único que se oye es el motor del coche. Miro a Faith de reojo un par de veces, observándola mirar por la ventana y agitar la pierna. En este tiempo la he llegado a conocer lo suficiente como para saber que hace eso cuando está nerviosa. La tensión que hay en el coche puede cortarse con un cuchillo. Pero no tensión de estar incómodos sólo, sino también de la sexual y jodida que no sabes ni cómo gestionar.
<<Mejor enciendo la radio para relajar el ambiente>>.
Alargo el brazo para encender la radio, pero en ese momento, la mano de Faith choca con la mía, buscando también el botón. Giramos la cabeza y nos miramos el uno al otro. Ella es la primera en apartar la mano.
-Perdona – murmura, sonrojándose y apartando la mirada para ocultarlo.
-No, tranquila – le digo -. Pon lo que quieras.
-No, no. Es tu coche – refuta ella.
-En serio. Pon la música que quieras. Tienes muy buen gusto.
Se muerde el labio, pensativa. Segundos después alarga el brazo y enciende la radio, buscando una emisora que le guste. Pasa de una a otra hasta que encuentra una canción: Whatever it takes de Imagine Dragons. Me gusta este grupo, tiene mucho estilo. Y sé que a ella también le encanta.
Pasamos otros diez minutos sin hablar, escuchando las canciones que suenan en la radio.
-¿Qué tal la quemadura? – le pregunto cuando ya no aguanto más.
-Bien – contesta -. Me ha quedado marca, pero no es tan mala como pensaba. No se nota mucho. ¿Y tú? ¿Qué tal la reunión sobre el perfume?
Claro, la reunión.
-Pues muy bien. He aceptado hacer las fotos – le cuento.
-Me alegro mucho – sonríe, mostrando su precioso hoyuelo.
Observo su cuello al descubierto gracias al rodete que recoge su pelo y pienso en lo sexi que es y lo mucho que me gustaría besarlo y acariciarlo.
<< ¡Para de una puta vez!>>, me grito, intentando para mis estúpidos y eróticos pensamientos.
Un buen rato después cruzamos la verja de la entrada de la casa de Murat. Conduzco unos metros por el camino de tierra y aparco cerca de la puerta. Supongo que todos estarán dentro o en la piscina. Hoy hace un poco de calor, así que no viene mal darse un buen baño.
-Pues llegamos – le digo a Faith, desabrochándome el cinturón de seguridad.
-Es muy bonita – habla ella, mirando la casa – y enorme.
Me encanta esa expresión de perplejidad que pone cuando algo la sorprende.
Bajamos del coche y cada uno coge sus cosas, a pesar de que insisto en llevar su equipaje. Antes de que lleguemos a la puerta, esta se abre y los chicos salen a recibirnos. Azra, Damla y Gamze se abarcan a Faith y la abrazan como si hiciera un mes que no la ven.
-¡Por fin llegas, amiga! – chilla Azra -. Ven, vamos a llevarte a la habitación y a ponerte al día, que han pasado muchas cosas. Hola, Can – dice de forma apresurada, agarrando a Faith del brazo y llevándosela dentro.
Yo sólo levanto la mano a modo de saludo y las veo a todas meterse dentro de la casa. Luego miro a los chicos y arqueo una ceja.
-¿Qué ha pasado? – pregunto, acercándome y saludándolos con un abrazo, incluidos Mesut y Cihan. A veces tengo la sensación de que me tienen miedo o algo, porque siempre se ponen tensos cuando me ven.
-Pues que tenemos dos nuevas parejitas en el grupo, Can – dice Murat -. Bueno, dos y media.
-A ver si lo adivino: mi hermano y Ömer por fin se han lanzado – digo.
-¡Bingo! – exclama Ahmet -. Anoche hicieron manitas y se besaron. Y Cihan y Azra están ahí ahí – hace un ademán con la mano -. Ya sólo faltáis tú y Faith.
-¡Y dale! – resoplo -. ¡Que no hay nada, pesados! Me voy dentro.
Los esquivo a todos y entro en el interior de la casa, soltando mis cosas en el salón. Me coloco las manos en la cintura y levanto la cabeza, suspirando. Al final voy a acabar por volverme loco.
-Anda, ven, deja las cosas en la habitación – Murat camina hasta mí y me da una palmada en la espalda.
Subimos las escaleras que llevan hasta la planta superior, donde se encuentran las habitaciones. Escucho los murmullos de las chicas hablando en una de las habitaciones, pero no alcanzo a entender qué dicen. Seguramente están hablando de lo mismo que me han contado los chicos.
Murat abre la puerta de una de las habitaciones y hace un ademán para que pase.
-Toda para ti – dice -. Sé que te gusta estar tranquilo y a tu rollo.
-Gracias.
Después de soltar las cosas, bajo hasta la cocina, encontrándomelos a todos poniendo la mesa y preparando el almuerzo. No sé qué es, pero huele de maravilla. Mi mirada va directamente hacia Faith, que está preparando una ensalada. Está tan guapa cuando se concentra.
-Creo que es la primera vez en mucho tiempo que cocina otra persona que no es Faith – comenta Gamze cuando nos sentamos a comer.
-Pero la receta era mía, así que es casi como si hubiera cocinado yo – bromea ella, ganándose las risas de todos -. No, en serio, está muy bueno.
-¿Entonces soy un buen cocinero? – pregunta Ömer, que es quien ha preparado el pollo.
Cuando Faith asiente, él se levanta y va a abrazarla y a llenarle la cara de besos hasta que ella se queja para quitárselo de encima. Las risas que suelta Faith son tan preciosas y genuinas que se me tiene que estar poniendo una cara de idiota de campeonato. Y lo peor es que creo que mi hermano y Gamze (que están sentados juntos haciendo manitas) se han dado cuenta. Engin me dedica una mirada socarrona, que yo respondo con un encogimiento de hombros.
-Pero esta noche cocinas tú – le dice Arza a Faith cuando terminamos de comer y empezamos a recoger la mesa.
-Eso ya lo sabía yo – contesta entre risas.
Una vez recogemos toda la cocina, Murat propone ir al lago que está cerca de la casa para echar el rato, y a todos les parece una idea estupenda. Faith sube con las chicas a su habitación para cambiarse y los chicos y yo hacemos lo mismo.
El lago está a menos de un kilómetro de distancia, así que les decimos a las chicas que nos vamos a ir adelantando, mientras ellas terminan de prepararse. En cuanto llegamos me zambullo en el agua cristalina del lago y nado durante un rato, mientras los chicos están sentados en la hierba del suelo, con los pies dentro del agua.
-Así que ahora tienes novia – le digo a mi hermano, apoyando los brazos en la hierba, sin salir del agua.
-Podría decirse que sí – contesta -. ¿Y tú? ¿Pembe te sigue llamando?
-Un par de veces, pero no se lo he cogido – contesto -. Sé que me llama para hablar de la ruptura y, sinceramente, paso.
Empiezo a patalear, manteniéndome a flote.
-Claro, tienes nuevos intereses – menciona -. Y, hablando de intereses, ahí viene tu favorito.
Mi hermano señala hacia la derecha y yo miro en la misma dirección, encontrándome a Faith caminando hacia nosotros acompañada de las chicas. Lleva un bikini azul con flores rosas y amarillas estampadas, se ha soltado el pelo y unas chanclas adornan sus pies. Todos sus tatuajes están totalmente al descubierto, excepto el del esternón, que está parcialmente cubierto por el bikini.
<<Está preciosa>>, pienso, sintiendo cómo un intenso calor me recorre el cuerpo y una erección empieza a formarse en mi entrepierna. <<Menos mal que estoy en el agua, sería demasiado vergonzoso que alguien se diera cuenta de que estoy cachondo>>.
Decido centrarme en mirar otra cosa, pero me es imposible. No puedo para de mirar cómo camina, cómo sonríe y cómo se aparta el flequillo. Que Dios me ampare porque yo pierdo la cabeza hoy.
-Hola, chicos – saluda Faith sonriendo.
Gamze se sienta al lado de mi hermano, quien la abraza contra sí, y Damla se coloca al lado de Ömer, a quien le da un beso en la mejilla antes de acurrucarse contra su cuerpo. Y Azra se sienta con Cihan, pero sólo se saludan de forma tímida. ¡Vaya dos!
Poco a poco, todos se van metiendo en el lago, excepto Damla que prefiere tomar el sol. Yo me fijo en Faith, que se encuentra sentada en la hierba con las piernas cruzadas, arrancando trozos de hierba y deshilachándolos. Es adorable.
Nado hasta ella y me aparto algunos mechones mojados de la cara antes de apoyar los antebrazos en la hierba. La contemplo durante unos minutos hasta que siente mi mirada sobre ella y levanta la cabeza.
-¿Por qué no te bañas? – le pregunto, apoyando la barbilla en mi brazo.
-No sé nadar – responde en un tono un tanto avergonzado.
-Pero esto no está tan hondo. Yo ahora mismo estoy de puntillas.
-¿No te vas a burlar ni nada?
Niego con la cabeza.
-Vamos, ven – hago un ademán para que se meta en el agua -. Puedes sujetarte a mí si te da miedo.
Faith no parece muy convencida de mis palabras.
-¡Vamos, báñate, Faith! – le grita Azra desde el agua.
-¡Eso, no seas sosa! – exclama Gamze, abrazada al cuello de mi hermano.
-Ya voy, ya voy – Faith se levanta de la hierba y se sacude las piernas antes de caminar hacia el agua.
Me detengo a admirar sus piernas, su vientre desnudo y sus preciosas gafas que cubren sus ojazos marrones.
El lago no tiene orilla, así que tiene que sentarse en el filo para poder meterse en el agua. Mete primero los pies y se encoge un poco por la frialdad del lago. Luego se apoya en los brazo y se deja caer en el agua con lentitud, apretando un poco los dientes por el frío. Es tan adorable que me entran ganas de darle un mordisco en ese hoyuelo.
<< ¡Para de una vez!>>, me grito.
-¿Vamos con los chicos? – le pregunto, empezando a nadar.
-Eh… mejor ve tú. Yo prefiero quedarme por aquí – se sujeta a las hierbas.
-A ver si lo he entendido: ¿te encanta el mar, pero te asusta un lago de nada?
-Me gusta el mar, sí – contesta -. Pero sólo me meto hasta donde no me cubre mucho.
-¡No tengas miedo, mi hermano es un gran nadador! – grita Engin desde el fondo del lago.
-Vamos, que te voy a dar una clase exprés de natación – le digo.
Le doy un par de lecciones prácticas sobre cómo mover los brazos y las piernas para no hundirse, mientras los demás juegan a lanzarse agua y Ömer se cansa de estar solo y se sale del agua para sentarse con su amada Damla. Luego nado unos metros lejos de Faith y me detengo, manteniéndome a flote moviendo los brazos y las piernas.
-¡Nada hacia mí! – le grito.
-¿Tú qué quieres, que me ahogue? – me chilla sin moverse ni un centímetro.
-No va a pasarte nada, tranquila – intento tranquilizarla -. Tú nada hacia mí.
Faith resopla y me mira durante unos minutos que se me hacen eternos, antes de soltarse de la hierba y empezar a nadar (a su manera) hasta mí. Patalea y mueve los brazos lo mejor que puede para no hundirse y frunce los labios de tal manera que parece un adorable pececillo buscando oxígeno.
-¡Estoy nadando, Can! – exclama llena de júbilo.
-Vamos, que ya no te queda nada – la animo.
En cuanto llega hasta mi posición alargo uno de mis brazos para agarrarla y ella se aferra a mi cuello como acto reflejo. Nuestros torsos quedan pegados y nuestros rostros quedan a centímetros de distancia. Su olor a vainilla llega hasta mí y la calidez de su cuerpo y la suavidad de su piel me erizan el vello.
<<No te empalmes, no te empalmes, Can>>, me digo una y otra vez. << ¡Mierda, mierda, mierda!>>, maldigo cuando siento cómo mi maldito y traidor pene empieza a endurecerse.
Rezo para que Faith no lo note, mientras admiro su preciosa cara y sus gafas salpicadas de gotas de agua. Está tan guapa y tiene una expresión tan dulce e inocente en su cara que no puedo evitar quitarle las gafas para observar sus ojos castaños. Mis dedos se aferran aún más a su cintura y los suyos se sujetan a mi cuello con fuerza, pegándose más a mí, apretando sus pechos contra mi torso. No sé si está notando mi erección y lo disimula, o si ni siquiera se ha dado cuenta, pero agradezco que no mencione ni una sola palabra, ni haga ningún gesto de incomodidad. El corazón me late con fuerza en el pecho y mi respiración se mezcla con la de Faith cuando nuestros rostros empiezan a acercarse lentamente. Si no me detiene, voy a besarla. Y mucho.
-¿Nos vamos ya? Se está haciendo de noche
La voz de Damla nos saca de nuestra burbuja y es Faith quien pone distancia entre nosotros, cogiendo de nuevo sus gafas y separándose, nadando como mejor puede hacia la salida del lago, donde se aúpa y sale a la superficie, dejándome aturdido y con los labios hormigueando.
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Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉ
Roman d'amourFaith es una chica divertida, familiar, ingeniosa y sin filtros, cuyo objetivo es convertirse en una buena chef y abrir su propio restaurante. Se pasa los días entre clases de cocina, turnos en la tienda de ropa en la que trabaja y reuniones con su...