CAPÍTULO 41

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Can.

Los cuatro días siguientes son un no parar. Faith quiere que sus amigos vean todo lo importante y bonito de la ciudad y visitamos la Catedral de Santa Sofía, la Mazquita Azul, la torre Gálata, el puente con el mismo nombre, el centro de la ciudad y El Gran Bazar, donde todos, especialmente las mujeres, se vuelven locas.
Hoy hemos ido a la Torre de la Doncella, que se encuentra en medio del mar y sólo se puede ir en barco, y luego hemos pasado el resto de la tarde en la Plaza Taksim, que se considera el centro de la parte europea de la ciudad, enseñándoles las avenidas, comprando y comiendo de todo.
-¿Qué os parece si mañana nos tomamos el día de relax? – propone Marisol, una de las titas de Faith. Es una mujer bastante atractiva, morena, pelo ondulado, un poco mística y un tanto independiente -. Porque como tengamos que pasar un día más así, yo me tiro por un puente.
-¡Mamá, quiero ir al acuario! – le chilla Unai otra vez.
-¡Ay, señor! – exclama, llevándose las manos a la cabeza.
El pequeño de la familia lleva una hora pidiéndole que lo lleve al acuario y tengo la sensación de que Marisol va a perder los nervios cuando sus dos hijos empiezan a gritar '¡Acuario, acuario, acuario!'. Faith intenta tranquilizarlos para que dejen de chillar en medio de la calle, pero no hay manera, y tampoco funciona que Inés y Miriam intenten convencerlos de ir a otro sitio. Así que decido intervenir, porque (y no sé la razón) Unai y su hermano mayor, Miguel, me hacen caso en todo lo que digo.
-Chicos – capto su atención de inmediato y me pongo de cuclillas cuando se me acercan -. Hoy ya no podemos ir al Acuario porque es muy tarde, y mañana vamos a descansar un poco, porque hemos estado haciendo muchas cosas – los niños me miran medio hipnotizados -. Así que, ¿qué os parece si mañana pasamos el día en mi piscina y otro día vamos al Acuario?
-¡Sí, piscina! – chillan los dos.
-Pero – se callan – tenéis que portaros bien el resto de la noche o no hay ninguna de las dos cosas. ¿De acuerdo?
Los dos asienten y se colocan al lado de sus padres sin pronunciar palabra. Y no vuelven a gritar ni brincar en toda la noche.

-Menudo poder de persuasión tienes para mis primos – me dice Faith cuando entramos en mi habitación.
Mi hermano se ha ido a pasar la noche con Gamze, que al parecer está sola en casa, y nosotros acabamos de llegar. Faith se quita las Vans negras que lleva puestas y se lanza en plancha a la cama.
-¿Qué puedo decir? Soy muy bueno convenciendo a la gente – presumo.
-Pues menos mal, porque mi tita estaba por meterlos en un cohete a la luna – se ríe.
Me tumbo a su lado y le aparto el pelo de la cara. Me recreo acariciándole las mejillas, la nariz y los labios, los cuales delineo con los dedos y luego beso con mucha lentitud.
-Te adoran ¿lo sabes? – me pregunta, refiriéndose a su familia, cuando separamos nuestras bocas.
-Todo el mundo me adora, amor – me hago el egocéntrico, porque sé que lo odia.
-Creído – coge el cojín que está sobre los almohadones y me da en la cara.
-¡Oye! – grito, riendo.
Faith intenta escapar, pero yo soy más rápido y la agarro de la cintura para que no pueda moverse, y empiezo a hacerle cosquillas. Ella se retuerce entre carcajadas, pidiéndome que pare. Su risa me transporta hacia otro lugar y el hoyuelo tan precioso que se le forma en la mejilla hace que me detenga y me acerque a su cara para besárselo. Eso hace que ella sonría y luego gire la cabeza, dejando nuestras bocas a milímetros de distancia. Nuestros alientos se mezclan y esta vez es ella quien comienza el beso. Y yo la sigo al instante. Nos besamos con pasión y deseo. Saboreo su dulce lengua y ella suelta un delicioso jadeo cuando le succiono el labio, que hace que gran parte de la sangre de mi cuerpo se concentre en mi entrepierna, formando otra erección.
<<Le prometiste esperar, recuérdalo>>.
-Espera, Faith – le pido, agitado.
-Quiero hacerlo – dice, interrumpiéndome.
La miro a los ojos y veo la seguridad y el deseo en ellos, pero también atisbo cierto temor.
-No quiero que lo hagas por mí – le repito -. Quiero que lo hagas porque lo deseas.
-Quiero hacerlo porque quiero, porque te deseo, y porque quiero que sea contigo – me asegura, rodeándome la nuca con los brazos -. Quiero que tú seas el primero y el último, Can.
Sus palabras me derriten el corazón por completo y me enamoro aún más de ella.
-¿Estás segura?
-Totalmente – contesta mirándome a los ojos.
Uno nuestros labios de nuevo y vuelvo a besarla de la misma forma en que lo estaba haciendo hace un minuto. Le acaricio el cuerpo por encima de la ropa y me coloco encima de ella, entre sus muslos. La deseo tanto que cuando nuestras entrepiernas se rozan por encima de la ropa suelto un gemido profundo sobre su boca, que la hace enloquecer. Bajo los besos por su barbilla y su cuello. Lamo y muerdo cada trozo de su piel y succiono la piel de su clavícula, haciéndola jadear.
<<Joder, necesito tocarla y que ella me toque a mí>>, pienso con el corazón a mil por hora y el cerebro a punto de estallar.
Faith coloca sus dedos en los botones de mi camisa y los desabrocha uno a uno, sin dejar de besarme. Me coloco de rodillas en la cama y me deshago de la camisa, lanzándola por el suelo.
-¿Estás bien? – le pregunto, mirándola desde arriba con una sonrisa.
Asiente y se sonroja.
-Es que... impones – tartamudea, con las mejillas sonrojadas.
Está tan adorable desde esta perspectiva que suelto una risa y tiro de ella, sentándola en la cama.
-Ven aquí, cariño – ronroneo antes de besarla de nuevo -. Tócame – le pido, cogiendo su mano y colocándola en mi pecho.
Su mano, algo fría, acaricia el tatuaje del lobo y la brújula que tengo en el pectoral izquierdo y coloca la otra en mis abdominales, acariciándolos con las yemas de los dedos, un poco tímida y nerviosa. La piel se me eriza por su tacto y una corriente eléctrica me recorre el cuerpo cuando me pide que la desnude. Empiezo por su blusa sin mangas verde. Se la quito con suavidad y le aparto los rizos de la cara para volver a besarla. Luego le bajo las tirantas del sujetador y le beso los hombros, al mismo tiempo que le desabrocho el cierre.
Su respiración se acelera cuando termino de quitarle el sujetador y su pulso se vuelve furioso cuando la empujo suavemente para que vuelva a tumbarse en la cama. Le muerdo los labios y el cuello con mimo y le beso las clavículas, bajando por sus pequeños y redondos pechos. Faith arquea la espalda y jadea cuando paso la lengua húmeda por su erecto, rosado, sensible y perfecto pezón.
-Can... - boquea cuando le muerdo la punta y tiro un poco.
-No sabes la de veces que he deseado esto – murmuro, con la voz dominada por la pasión y el deseo que Faith me hace sentir -. Eres tan perfecta – sigo besándola y desciendo por sus costillas y su vientre hasta llegar al cierre de su pantalón corto y negro de lentejuelas -. ¿Puedo? – le pregunto, levantando la cabeza para mirarla.
Sus ojos marrones se han vuelto oscuros y sus pupilas están dilatadas por la excitación. Tiene las gafas un poco caídas y los labios entreabiertos y
muy rojos. Está preciosa. Levanta las caderas como respuesta a mi pregunta y yo aprovecho para desabrochar el botón y bajarle los pantalones por las piernas. Lanzo la tela y sus calcetines por la habitación y subo hasta su boca, besando cada centímetro de su piel. Lamo cada uno de sus tatuajes y vuelvo a bajar hasta su ropa interior. Le beso el pubis por encima de la tela y ella se retuerce de placer.
Introduzco los dedos en el elástico de sus braguitas rosas y se las bajo por los muslos hasta sacarlas por sus pies. Luego me quito los pantalones y los calzoncillos y me coloco entre sus piernas. Estiro el brazo hasta el cajón de la mesita de noche y saco un preservativo de la caja que está aún sin estrenar. Sé que toma la píldora, pero será más cómodo para ella que me ponga el condón. Me encantaría pasarme las horas saboreándola, pero si no entro en ella ya, voy a sufrir un colapso.
-¿Lista? – le pregunto un poco nervioso cuando me coloco el preservativo.
<<Cálmate, no te vuelvas loco. Es su primera vez y tienes que asegurarte de que sea perfecta y la recuerde siempre>>, me recuerda mi subconsciente.
-Creo que sí – contesta con la voz temblorosa -. ¿Va a doler mucho?
-No dejaré que te duela, lo prometo – le aseguro, acojonado, porque va a dolerle -. ¿Confías en mí?
-Más que en nadie – contesta, dedicándome una mirada de adoración que me cala hasta los huesos.
-Pues sólo intenta relajarte y disfrutar, ¿de acuerdo? Si te sientes incómoda o lo que sea, me lo dices y paro – asiente a todo lo que le digo y yo vuelvo a besarla.
Tanteo su húmeda y cálida entrada con los dedos y guío mi erección hasta ella, intentando mantener la calma para no hacerle daño. Muevo las caderas con suavidad y entro en su interior.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora