CAPÍTULO 51

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Can.

Cuando mi padre cruza la puerta de desembarque del aeropuerto y nos abraza casi no puedo creérmelo. Llevo meses sin verle. Su aspecto es el mismo de siempre, aunque le noto mucho más animado. Sus ojos azules, idénticos a los de mi hermano Engin, brillan más y parece que ha cogido un par de kilos que le sientan de maravilla. Antes estaba muy estresado con la empresa, pero dejarla en manos de mi hermano le ha venido de perlas. Nos abraza con fuerza y nos dice que nos ha echado de menos y que el amor nos sienta bien, provocando que mi hermano pequeño y yo sonriamos como los idiotas enamorados que somos. Recogemos las maletas de mi padre de la cinta transportadora y salimos del aeropuerto para ir en busca de mi coche.
-Bueno, ¿cómo están mis nueras? – nos pregunta mi padre durante el camino.
Se ha sentado en el asiento del copiloto y mi hermano se ha colocado en la parte trasera del coche.
-Están preparando la cena en casa – contesto.
-Estoy deseando conocerlas, sobre todo a Faith. No me malinterpretes, Engin, pero necesito ver a la chica que ha conseguido que mi hijo mayor haya dejado a un lado los viajes por el mundo y haya decidido quedarse en casa.
Sonrío.
-Te comprendo, papá – coincide mi hermano -. En cuanto se conocieron supe que mi hermano iba a enamorarse de ella. Lo que pasa es que él era muy cabezota y lo negaba todo el tiempo. Todos nos dimos cuenta de que le gustaba, menos él.
Durante los veinte minutos que tardamos en volver a casa, mi hermano le cuenta a mi padre detalles sobre los inicios de su relación con Gamze, cosa que no le ha contado a mi padre por teléfono y, como no puede estarse callado, le cuenta todos los detalles ocurridos desde que conocí a Faith, pero que yo no hacía más que negar lo que sentía. En mi defensa, le digo que lo hacía porque tenía pensado volver a viajar y era más fácil negarlo que admitirlo y luego tener que irme.
-Pero no pudiste irte – dice mi padre cuando termino de contárselo.
Niego con la cabeza.
-No. En cuanto supe que estaba enamorado de ella me di cuenta de que no podía irme a ningún sitio. Quiero estar siempre con Faith, papá.
-¡No sabéis las ganas que tenía de veros así! – dice cuando aparco el coche en casa -. Tu ex-novia era peor que tu madre – le dice a Engin – y la tuya me caía muy bien, pero se notaba de sobra que no estabas enamorado de ella – me dice a mí.
Es la realidad, sí. Nunca he estado enamorado de Pembe y creo que no me he dado cuenta hasta que he sabido lo que es querer a alguien de verdad, lo que es perder la cabeza por alguien, desear ver a esa persona a todas horas, no querer separarte de ella, besarla a cada segundo, abrazarla... amarla.
Nos bajamos del coche y cogemos las maletas de mi padre para llevarlas hasta la puerta. Mi hermano saca las llaves de su bolsillo y abre la puerta para que entremos. Ayudamos a mi padre a dejar las maletas en su habitación y cuando salimos, nos encontramos a las chicas.
-Vosotras debéis ser las preciosas chicas que han robado los corazones de mis hijos – les dice mi padre.
-Yo soy Gamze, encantada, señor Azad – habla Gamze en un tono tímido, sonriendo.
-Nada de señor, sólo Azad – la corrige mi padre, dándole un abrazo -. Y tú debes ser Faith.
-En persona – contesta mi amor con su habitual tranquilidad y simpatía.
-Ven y dame un abrazo, criaturita.
Sonrío al ver cómo mi padre y Faith se dan un fuerte abrazo y cuando se separan camino hasta ella y me coloco a su lado, pasándole el brazo por la cintura, pegando su cuerpo al mío.
-Hola, amor – la saludo con un beso en la comisura de la boca, haciéndola sonreír.
-Hola – apoya la cabeza en mi hombro.
Mi hermano Engin también se ha colocado al lado de Gamze y mi padre nos mira a todos con ojos cariñosos.
-¿Tenéis hambre? – pregunta mi chica.
-Como para comerme una vaca entera – contesta mi padre.
-Pues vamos, que ya está todo listo.
Faith tira de mi mano y me lleva (seguido de mi hermano, Gamze y mi padre) hasta el comedor, donde ya han preparado la mesa.
-Sentaos – nos piden las dos -, enseguida venimos.
Yo me siento en un lateral y guardo la silla que está a mi lado para Faith, y mi hermano hace lo mismo enfrente de mí. Mi padre opta por sentarse en el extremo, para así vernos a todos.
Las chicas vuelven a la cocina y salen segundos después con un par de platos cada una. Los colocan en la mesa y vuelven a la cocina a coger lo que les falta.
-¿Cuánta comida habéis preparado? – pregunto.
-Pregúntale a tu novia, que todo ha sido idea suya. Yo sólo he sido una mandada – contesta Gamze, sentándose al lado de mi hermano.
-Sólo son unos entrantes, pollo con almendras y una tarta de tres chocolates que aún está en el frigorífico – dice Faith, volviendo al comedor con una jarra de agua y una botella de vino tinto -. Son sólo tres cosas y media que he improvisado – le quita importancia al asunto.
-Pues si esto es improvisar, no me quiero imaginar lo que puedes hacer cuando lo planees – habla mi padre.
Empezamos a comer cuando mi padre abre la botella de vino y nos sirve una copa a todos. La comida que Faith ha preparado (con la ayuda de Gamze) está deliciosa y puedo asegurar sin asomo de dudas que es el mejor pollo con almendras que he comido jamás.
-Oye, ¿y vuestros padres? Me gustaría conocerlos también – se interesa mi padre un rato después.
-Los míos están en una cena con los jefes de mi padre – contesta Faith, masticando un trozo de pollo -. Pero les encantará conocerle.
-Los míos están en una cena con mi tita, que ha venido de visita desde Ankara – responde Gamze -. Pero también tienen ganas de conocerle.
-Pues habrá que organizar una cena o algo para conocerles – sugiere mi padre.
Las chicas opinan que a sus padres les parecerá una idea estupenda y prometen comentárselo cuanto antes para organizarla. No sé cómo serán los padres de Gamze, pero estoy más que seguro de que Jesús y Miriam van a llevarse de perlas con mi padre. Mi padre es un cachondo mental y mi suegro también. Tienen que llevarse bien por narices.
Mi padre les pregunta a las chicas curiosidades sobre sus familias y le hace saber a Faith lo mal que se siente por no haber podido conocer a sus parientes provenientes de España durante su visita a Estambul, a lo que ella le contesta que no se preocupe y que para la próxima vez que vengan los conocerá sin problema.
-Chicas, ¿queréis ver fotos de Can y Engin cuando eran pequeños?
<<Oh, no>>.
-¡Sí! – exclaman las dos emocionadas.
-Pues ayudadme a coger los álbumes, que tengo dos de cada uno.
Mi padre se levanta de su silla y las chicas le siguen hasta los muebles para echarle una mano con los enormes álbumes de fotos que tiene de nuestras infancias. Faith coge los dos míos y Gamze los de mi hermano, y se sientan de nuevo para verlos.
-No creo que haga falta ver esto, cariño – intento quitarle el álbum de las manos a Faith, pero ella se echa a un lado, esquivando mis manos.
-Tú viste las mías, así que te aguantas – me saca la lengua, burlándose y a mí lejos de molestarme, me entran ganas de mordérsela por lo mona que está, pero lo disimulo, cruzándome de brazos.
La veo abrir el álbum por el rabillo del ojo y suelta un mini chillido adorable cuando ve la primera foto. Salgo con un año o así, con el pelo negro, unos mofletes enormes y riéndome no sé de qué cosa. Supongo que de algo que mi padre estaba haciendo para que me riera.
-¡Pero mira que cosita! – dice en un tono aniñado y tierno -. Si eras una monada, Can – me mira y me acaricia la cara -. Mira qué ricura, Gamze.
Gira el álbum hacia su amiga, que sonríe con ternura cuando ve la foto.
-¡Ohh, pero si no tenías barba, Can! – bromea y las dos se parten de risa -. Mira a Engin – le enseña a Faith una foto de mi hermano de bebé, rubio, con los ojos azules y los labios fruncidos en una pedorreta.
-¡Ay, qué cosita! Cuñado, déjame decirte que el rubio te queda precioso – hace un gesto con la mano, indicando que le gusta y luego se ríe cuando mi hermano le lanza un trozo de pan -. ¡Eh, que manchas esta obra de arte! – cubre el álbum de mis fotos y lo coge para seguir viéndolas.
-¿Vas a verlas todas, Faith? – le pregunto cuando lleva al menos diez minutos pasando fotos.
-Hasta la última – contesta y sonríe -. Qué guapo sales aquí – sonríe y le brillan los ojos.
Me acerco un poco y veo una foto de hace unos años. Tengo el pelo más corto, menos barba y creo que tenía la mitad de músculo que ahora. Estoy con mi hermano, abrazados en la piscina. Recuerdo ese día: acababa de terminar el máster de fotografía y estábamos celebrando que mi hermano había sacado matrícula de honor en dos asignaturas de su carrera. Fue un buen día. Unos meses después empecé a viajar.
Le cuento a Faith la historia y mi hermano y mi padre se unen para contarles más detalles, como que me caí de boca en el césped por la noche porque bebí dos o tres copas de más o que mi hermano Engin se cayó a la piscina al tropezarse con el borde y me tuve que tirar a por él porque le dio un calambre en la pierna y no podía salir.
Faith y Gamze siguen viendo más y más fotos de nosotros de pequeños, de adolescentes, adultos, juntos, solos, con nuestro padre, nuestros amigos... y nos preguntan a mí y a mi hermano los detalles, que les contamos, algunos entre risas, otras con nostalgia y otras con incomodidad porque coinciden con periodos en los que estuvimos separados y que ambos pasamos mal por culpa de mi madre.
El timbre de la casa suena y, como nosotros cuatro estamos muy entretenidos con las fotos, mi padre decide levantarse a abrir la puerta. Lo que ocurre es que cuando vuelve no viene solo, sino con Pembe.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora