CAPÍTULO 68

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Faith.

-Cásate conmigo – me pide mirándome a los ojos.
     El corazón se me para en cuanto pronuncia esas dos palabras y lo único que soy capaz de articular es:
     -¿Qu-qué? – tartamudeo, con el corazón a punto de reventarme.
     <<Igual es que estoy demasiado afectada por el sexo y mi cerebro no riega bien, y estoy escuchando cosas que no son>>, pienso.
     -Cásate conmigo – repite.
     <<Ah, pues no, no me he vuelto loca por los orgasmos>>.
     Busco algún indicador de broma en su mirada oscura, pero no veo nada. Al contrario, parece muy seguro de lo que me está diciendo.
     -Can, ¿te ha afectado el orgasmo al cerebro o algo así? – le toco la frente, preocupada.
     -Estoy perfectamente, amor – aparta mi mano de su frente y me rodea las mejillas con sus manos -. Hablo muy enserio. Cásate conmigo – dice por tercera vez, acariciándome las mejillas con dulzura.
     Miro sus ojos oscuros, brillantes y llenos de amor, y no soy capaz de decir nada. Me está pidiendo matrimonio, aquí en la cama, desnudos, después de dos orgasmos increíbles. 
     -No puedes pedirme algo así en un momento como este, Can – creo que voy a empezar a hiperventilar de un momento  a otro.
     <<Siempre has dicho que querías pasar el resto de tus días con él, casarte con él, formar una familia>>, me recuerda mi subconsciente.  Sí, quiero todo eso con él, y más. Pero no en estos momentos. No me siento preparada para un paso tan importante. Y no es porque no esté segura de lo que siento por él, porque sí que lo estoy. Daría mi vida entera por él. Pero sólo tengo diecinueve años, y por mucho que quiera casarme con él, nunca me lo he planteado enserio.
     -Claro que puedo. Y lo estoy haciendo. Quiero casarme contigo, Faith – me abraza la cintura.
     -Can… - siento ganas de echarme a llorar por la mirada de adoración que me dedica.
     -Sólo di que sí – susurra, rozando su nariz con la mía -. Sólo eso.
     -No puedo decírtelo – reconozco en voz baja.
     Se separa de mí con el ceño fruncido y se muerde el interior del carrillo.
     -Por qué? – pregunta, mirándome fijamente.
     -Primero, porque no puedes preguntarme algo así después de hacer el amor. Y segundo, porque no estoy preparada para casarme todavía. Quiero casarme contigo, pero en un tiempo – le contesto.
     Can entrecierra un poco los ojos, analizando mis palabras minuciosamente.
     Suspira.
     -Entonces, ¿es un no?
     -Es un más adelante – rectifico sus palabras y le rodeo el cuello con los brazos -. Te quiero, Can. Te quiero con toda mi alma, y quiero pasar cada minuto de mi vida contigo. Pero el matrimonio es algo que no entra en mi lista de momento. Nunca he tenido pareja antes de ti, y nunca había pensado en el matrimonio ni en nada de eso. Y la verdad es que ni siquiera me lo he planteado.
     -Eso quiere decir que… si te lo pido en un par de años… ¿me dirás que sí? – se humedece los labios con la lengua.
     Asiento.
     -No estás molesto, ¿verdad? – no quiero que esto afecte a nuestra relación.
     Le dedico una expresión preocupada y la seriedad de su rostro cambia a ternura y muchísimo amor. Sus brazos me aprietan contra su pecho y me acaricia los rizos con delicadeza.
     -¡Claro que no, mi vida! No podría enfadarme contigo aunque quisiera – contesta en un tono suave -. Al menos no ha sido un no rotundo. Ha sido un más adelante. Te entiendo, tranquila. Esperaré lo que pidas, si con eso consigo un ‘sí, quiero’. 
     Le acaricio la suave piel de la espalda con los dedos y le beso el hombro desnudo.
     -Te quiero, Can Doğan. ¿Lo sabes, verdad?
     -Claro que lo sé, Faith – se separa y me recoloca las gafas con un gesto tierno -. Yo también te quiero. Mucho. Y hablando de querer… aún nos queda algo de noche por delante. ¿Te apetece otra ronda de sexo salvaje?
     Me muerdo el labio inferior y una pequeña sonrisa se forma en mi boca, una sonrisa que a Can parece encantarle, porque siento cómo su pene vuelve a endurecerse.
     En un rápido y hábil movimiento, Can cambia nuestra posición y me tumba sobre el colchón, colocándose entre mis piernas. Me levanta los brazos, dejándolos sobre mi cabeza y entrelaza nuestros dedos, para luego besarme con intensidad y volver a hacerme el amor durante el resto de la noche. Cuando nos quedamos dormidos, abrazados, está amaneciendo.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora