CAPÍTULO 19

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Can.

Después de comunicarles a los chicos que vamos a salir a tomar el aire, Faith y yo abandonamos el pub. Una de las cosas buenas de este bar es que está junto a la playa y pasear por la arena es un buen remedio para las borracheras.
-¿Quieres que nos quedemos aquí en la puerta o prefieres que paseemos por la arena? – le pregunto a Faith.
-Arena – murmura con una voz apenas entendible. Joder, qué pedo lleva.
La agarro de la cintura para que no se caiga y caminamos hasta la arena de la playa. La llevo hasta una parte donde la arena no está tan blanda para que pueda mantenerse en pie. Paseamos por la orilla sin pisar el agua y la observo en cada paso que da. Aun estando como una cuba es el ser más hermoso que pueda haber en el planeta. Tiene los ojos enrojecidos, las pupilas dilatadas, la nariz roja y una expresión de cansancio adorable.
En cuanto ha bajado del escenario se ha puesto a bailar y a beber piñas coladas, y me parece que se ha pasado un poco, teniendo en cuenta que no suele beber mucho.
-¿Qué tal te encuentras? ¿Mejor? – le pregunto unos minutos después.
Faith asiente, tropezando con sus propios pies y tambaleándose. Por suerte y gracias a mis reflejos, consigo agarrarla antes de que se estampe contra la arena. Creo que es la tercera vez que la libro de un buen porrazo. Me encanta ser su salvador.
-Joder, ¿estás bien? – el tono de mi voz es preocupado. Faith asiente -. Creo que es mejor que nos sentemos aquí hasta que se te pase la borrachera. No quiero que encima te hagas daño.
A ella le parece una buena idea. Así que nos sentamos sobre la arena, uno al lado del otro. Miro el mar y pienso en lo bonita que está la noche. La luz de la luna hace que el agua brille, dándole un aspecto angelical y muy relajante. Giro la cabeza cuando escucho a Faith suspirar. Me la encuentro con la barbilla apoyada sobre las rodillas flexionadas. Creo que se va a quedar dormida de un momento a otro.
-¿Tienes sueño? – le pregunto, admirándola como si fuera una escultura de Miguel Ángel.
Faith asiente y para mi sorpresa, apoya la cabeza en mi brazo, produciéndome un mar de sensaciones. Cierra los ojos y suspira, y a mí me entran unas inmensas ganas de comerle esa preciosa cara a besos.
-No lo soporto – murmura.
-¿El qué?
-Que me quejara de que mis amigas no fueran capaces de declararles sus sentimientos a los chicos que querían, y ahora soy yo la que no es capaz de hacerlo – dice.
¿Está enamorada? Como esté enamorada de otro, yo me doy por destrozado ya.
-¿Tú... tú estás enamorada? – me intereso, con el corazón en la garganta.
-Mmm... - gimotea de forma afirmativa.
-Y... ¿puedo saber quién es el afortunado? – tengo el corazón en un puño.
Sonríe, sin abrir los ojos.
-Es que es un secreto... - suspira -. Can no puede saber que estoy enamorada de él.
El tiempo se detiene y el corazón me explota de la emoción. ¡Está enamorada de mí! ¡Sí, sí, sí, sí, sí! Si no fuera porque se está quedando dormida en mi brazo, saltaría y brincaría de alegría. ¡Faith me quiere! Joder, ahora sí que quiero besarla. Y mucho. Y decirle que yo también estoy enamorado de ella. Sin embargo, quiero hacerlo en un momento en el que sepa que va a recordarlo, no cuando ha bebido tanto. Pero se lo diré cuanto antes. No puedo esperar a tenerla entre mis brazos. Vuelvo a mirarla con una sonrisa plasmada en mis labios y la observo quedarse dormida sobre mi brazo sin ser consciente de que acaba de hacerme el hombre más feliz del mundo.

-Entonces, ¿vas a declararte? – me pregunta mi hermano, pasándome el balón de baloncesto.
-Ese es el plan. Bueno, antes quiero intentar que me lo diga ella. Sobria – lanzo el balón y encesto limpiamente.
Han pasado tres días desde que Faith se declarase sin saberlo, porque estaba como una cuba. Ahora que ya sé que siente lo mismo que yo, voy a ir a saco. Pero antes quiero que me diga lo que siente estando en sus cinco sentidos, porque creo que ni siquiera sabía que estaba conmigo cuando lo dijo.
-¿Y no es más fácil que le digas que la quieres? Es lo que te dijo su madre, ¿no?
-Sí – cojo el balón y lo boto un par de veces antes de pasárselo -. Pero sé que si se lo suelto de repente, saldrá corriendo. Y no quiero eso. Quiero que me diga que siente lo mismo.
Y para eso tengo que acercarme más a ella. Tengo que ser más coqueto, lanzarle indirectas muy directas, hacerle notar que me interesa, que siento algo fuerte por ella.
<<Pues buena suerte para eso, genio. Porque hasta ahora no lo has conseguido>>, se burla mi subconsciente. Gilipollas.
-¿Qué te parece si hacemos algo esta noche aquí en casa? Así podrás acercarte más y ponerte romántico con ella – propone mi hermano.
En ocasiones así, recuerdo por qué estudió economía. Porque es un cerebrito.
-Es una idea estupenda – lanzo el balón y encesto nuevamente.
Después de jugar una hora más (en la que le doy una paliza), avisamos a los chicos por nuestro grupo de WhatsApp de la cena de esta noche. A todos les parece una idea muy buena, teniendo en cuenta que les encanta venir aquí. Y sé que Faith adora esta cocina. Me la he imaginado cientos de veces cocinando en ella, mientras yo la abrazo por la cintura y le digo lo mucho que la quiero. Pero si quiero que eso suceda, tengo que ponerme las pilas cuanto antes.
Me meto en la cocina después de darme una ducha y preparo un par de cosas para la cena. Sé que Faith no es muy fan de las comidas a domicilio a no ser que sea en situaciones extremas.
-¿Quieres impresionar a Faith por el estómago, hermano? – Engin entra en la cocina vestido con una camisa celeste, unos vaqueros claros y unos zapatos de vestir. A veces es tan pijo que dudo que pueda ser mi hermano.
-Es Faith, Engin – digo de forma obvia, lavándome las manos en el fregadero -. Es cocinera y adora comer. No veo otra manera de empezar a entrarle.
-Tienes razón – coge una galleta salada del bote que me estoy zampando -. Por cierto, te he dejado una caja nueva de condones por si tienes suerte.
Le lanzo el paño de cocina a la cara y él se ríe.
-Vete a la mierda, Engin.
El timbre suena y los nervios empiezan a pulular por mi estómago. ¿Cómo puedo ponerme tan nervioso sin haberla visto aún?
<<Porque estás enamorado hasta los tuétanos>>, dice mi subconsciente. ¡Vaya, gracias! No lo sabía... (Nótese el sarcasmo).
Yo abro – dice mi hermano, saliendo de la cocina.
El móvil me vibra en el bolsillo y lo saco, encontrándome el nombre de Pempe parpadeando en la pantalla. Suspiro y decido colgar la llamada. Estoy cansado de hablar de la ruptura, y sé que es de lo que va a hablarme. Ya la llamaré otro día y aclararé esto, para que deje de intentarlo.
Escucho cómo mi hermano abre la puerta y las voces de los chicos inundan el pasillo. Mi hermano les dice que vayan al jardín y todos le hacen caso, pasando de largo la cocina, excepto Faith, quien entra con una caja de cartón en las manos.
-Hola – sonríe, soltando la caja sobre la isla -. He preparado un enorme y delicioso pastel de cereza.
Va vestida con un short azul desgastado de cintura alta, una camisa de rayas verticales blancas y negras y unas Vans negras. El tatuaje de su muslo está totalmente al descubierto y está preciosa, sexi y muy adorable. Creo que ni ella misma es consciente de lo guapa que es.
-Hola – la saludo con un abrazo que parece cogerla un poco desprevenida. Su olor a vainilla es adictivo.
-Engin me ha dicho que has preparado la cena – dice, abrazándome de vuelta.
-Es uno de mis talentos ocultos, aparte de ser un fotógrafo increíble y dibujar igual que Da Vinci – bromeo, haciéndola reír.
<<Me pasaría las horas escuchándola reír>>, pienso, observándola deleitado.
-Eso me ayudará a decidir si puedes ser un buen ayudante de cocina – me dice -. ¿Te ayudo a llevarlo todo?
-Puedes estar segura de que no encontrarás un mejor aprendiz que yo – presumo.
-Creído – me suelta, dándome un golpe bromista en el brazo.
Me río y hago un gesto falso de dolor, llevándome la mano a la zona del brazo donde me ha golpeado. Ella niega con la cabeza y pone los ojos en blanco, al mismo tiempo que coge una de las bandejas de comida y yo cojo la otra. Ambos salimos al jardín y las colocamos en la mesa. Luego nos sentamos en las sillas que quedan libres (un poco alejadas para mi gusto) y empezamos a cenar. No aparto los ojos de Faith en ningún momento, analizando cada uno de sus movimientos al comer, beber, hablar, reír... Podría pasarme el resto de mi vida mirándola y no me cansaría.
-Chicos, creo que no puedo comer más. Voy a estallar – dice Faith, recostándose en la silla de forma dramática.
-¡Te has comido media bandeja, Faith! – exclama Azra.
-Estaba muy bueno, y la comida buena hay que disfrutarla. Por cierto, Can – me mira -, ¿le has puesto tomillo?
-Excelente observación – asiento.
-Por eso soy una buena cocinera. No se me escapa una – presume -. De todas formas, creo que deberíamos esperar un rato antes de comernos el pastel. Si no, vamos a reventar hoy.
A todos, incluido yo, nos parece una idea estupenda; así que mi hermano y yo sacamos unos vasos, hielo y algunas bebidas con y sin alcohol, aparte del portátil y unos altavoces, y nos tiramos en las sillas para disfrutar de la buena noche que está haciendo. Ya estamos casi a finales de junio y cada día hace un poco más de calor.
-¿Puedo sentarme? – me pregunta Faith, apareciendo a mi lado.
Los chicos le han pedido que ponga una de sus increíbles listas de reproducción de Spotify para animarnos un poco más, y eso ha estado haciendo durante los últimos diez minutos.
-Por supuesto que sí – sonrío.
Se sienta y bebe de su vaso de licor de manzana sin alcohol.
-¿Puedo hacerte una pregunta, Can? – asiento -. El otro día cuando bebí más de la cuenta en el pub... ¿hice alguna tontería?
-No, que yo recuerde. Salimos a pasear, nos sentamos en la arena y te quedaste dormida sobre mi brazo. Nada que deba preocuparte – omito la parte de su declaración, obviamente.
-Quiero darte las gracias por eso – menciona, mirándome con esos preciosos ojos marrones cubiertos por sus gafas -. Por cuidar de mí y no dejar que hiciera ninguna locura.
-No tienes que agradecerme nada, Faith – le digo en un tono suave -. Ya sabes que siempre vas a tenerme para lo que necesites.
Faith sonríe sin mostrar los dientes y marcando ese perfecto hoyuelo de su mejilla derecha. Nos miramos a los ojos durante lo que me parece una eternidad. Incluso siento que el mundo se detiene, que no hay nadie más aquí, que la música no suena y que sólo estamos ella y yo.
Sin embargo, para mi desgracia, cuando voy a hablar, Damla y Gamze aparecen para llevársela a bailar. La agarran de los brazos y se la llevan casi a la fuerza hasta donde se encuentra el altavoz que mi hermano ha sacado. Le doy un sorbo a mi copa y la observo bailar junto a sus amigas.
     -So you're a tough guy
Like it really rough guy
Just can't get enough guy
Chest always so puffed guy
I'm that bad type
Make your mama sad type
Make your girlfriend mad type
Might seduce your dad type
I'm the bad guy, duh – cantan juntas, con la participación de Cihan y Mesut la letra de la canción Bad guy de Billie Eilish.
Sonrío al verla disfrutar de esa manera y puedo jurar que hasta me apetece bailar con ella, de nuevo. Cuando la saqué la semana pasada, tenía la intención de ser un poco más romántico, pero la ocasión no lo permitió. Puede que ahora sí.
-¡Hermano! – la voz de Engin me saca de mis pensamientos amorosos unos cinco minutos después.
Pero no es la voz de mi hermano lo que me sobresalta, sino la persona que está frente a mí.
-¿Pembe? – pregunto, extrañado de verla aquí.
-Hola, Can – contesta, atusándose el pelo liso y rubio.
Me levanto de la silla. Pempe se abalanza sobre mí para abrazarme, cogiéndome por sorpresa. Rodeo su cuerpo para no hacerla sentir mal y me separo segundos después.
-¿Qué estás haciendo aquí? – pregunto sin entender su presencia en mi casa. Estoy flipando.
-Me apetecía pasar un tiempo en casa. Y quería verte – contesta y sonríe un poco coqueta. Mal vamos -. Bueno, ¿cómo estás?
-Bien, ¿y tú?
-Bien, salvo por el hecho de que me dejaste y no has vuelto a cogerme el teléfono – me suelta -. No sé si es que hice algo mal o qué, pero no puedes tirar nueve años de nuestras vidas así como así, Can. Podemos solucionarlo, volver a estar juntos – me pide, acariciándome el brazo.
-Pembe... - me separo de ella y me paso las manos por el pelo -, puedes quedarte el tiempo que quieras en la ciudad, no soy quién para decirte lo que tienes que hacer. Pero si tu intención es quedarte para que volvamos, pierdes el tiempo. Tengo muy claro que no vamos a volver a salir juntos. Podemos ser amigos, pero nada más – le explico de la manera más suave que puedo.
-Si eso es lo que quieres... - murmura y luego suspira -. ¿Te importa que me quede un rato?
-No, claro, quédate el tiempo que quieras.
Pembe se aleja para saludar a Murat y Ahmet y yo dirijo la vista a las chicas de nuevo, buscando a Faith, pero no la veo. ¿Dónde está?

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora