CAPÍTULO 72

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Faith.

Después de hacer el amor salvajemente de nuevo cuando le doy su regalo de cumpleaños, Can y yo nos levantamos, a pesar de que le pido que se quede en la cama para prepararle el desayuno. Pero no, insiste en venir conmigo porque, y cito textualmente: le encanta verme cocinar.
     Así que los dos nos levantamos y le pido (o más bien ordeno) que se siente en la isla, mientras yo lo preparo todo.
     Engin y el señor Azad se levantan un rato después y felicitan a Can entre abrazos y besos. Ademas, Murat, Ahmet y muchos otros amigos y compañeros de trabajo le mandan mensajes, lo llaman y suben fotos a Instagram para felicitarle por su veintinueve cumpleaños. Recuerdo lo vivido hace un rato en su habitación. Creo que es la primera vez que he visto una lágrima caer de sus ojos. Siempre ha sido más resistente a llorar. Como mucho he llegado a verle los ojos lacrimosos, pero hoy he visto una lágrima caer de esos preciosos ojos oscuros. Lo bueno es que ha sido de felicidad porque se ha emocionado con mi regalo y mi felicitación.
     -¿Y esa pulsera? – le pregunta el señor Azad a Can cuando estoy terminando de preparar el desayuno.
     -Es el regalo de Faith – contesta él -. Me lo ha dado esta mañana. ¿A que es preciosa?
     -Es muy bonita. ¿Es un nudo de amor verdadero?
     -Sí – no lo estoy mirando, pero sé de sobra que está sonriendo.
     -¿Cómo va ese desayuno, cuñada? – interviene Engin.
     -El cumpleañero es Can, no tú, cuñado – me burlo.
     -Te recuerdo que tu mejor amiga es mi prometida – sigue.
     -Y yo te recuerdo que puedo hacer que mi mejor amiga te de una patada en el culo antes de que pestañees – contraataco en un tono bromista -. ¡Anda, ayúdame!
     Engin se levanta entre risas y me ayuda a llevar los crepes de fresa, el zumo recién hecho, el mini pastel que me ha dado tiempo a hacer y un sinfín de fruta fresca, huevos revueltos y de más.
     -Esto sí que es un desayuno y lo demás son tonterías – dice el señor Azad.
     Después de desayunar, le digo a Can que tengo que ir a ayudar a Azra con algo importante, cosa que no es del todo cierta. En realidad ellas van a ayudarme a mí a preparar su tarta de cumpleaños. Un cumpleaños no es un cumpleaños sin tarta. Espero que se lo haya creído, porque tiene una habilidad que da miedo para saber cuando miento, cuando me pasa algo, cuando tengo hambre o cuando quiero liarme a tortas.
     Paso el resto de la mañana con las chicas para preparar la tarta de cumpleaños de Can, mientras Gamze nos habla de las flores que ha visto para los centros de las mesas de la boda y nos cuenta que la semana que viene tiene otra prueba del vestido de novia. Y, por las dudas, el vestido es precioso, perfecto para ella. La hace parecer una princesa. Cada vez que se lo pone hasta quiero llorar.
     -Entonces a Can le ha gustado el regalo – dice Damla, batiendo la crema pastelera.
     -Sí, le ha encantado – sonrío al recordar nuestra mañana -. Hasta hemos acabado llorando los dos de la emoción.
     -¡Qué monos! – exclama Azra -. Oye, ¿cómo hago para que Cihan deje de tenerle tanto miedo al sexo? – frunce el ceño.
     Digamos que mi amiga anda en un punto muerto con Cihan respecto a ese tema. Siempre que intenta ir con él más allá de los besos se agobia y acaba yéndose.
     -Ir paso a paso – le aconsejo -. Ya sabes lo fóbico que es con casi todo. Tienes que intentar calmarlo y hacerle ver que no tiene nada que temer.
     -Coincido totalmente con Faith – dice Gamze -. ¡Madre mía, Can se va a caer para atrás cuando vea esta tarta, Faith!
     -Está quedando bonita, ¿verdad? – sonrío ante mi obra maestra.
     Chocolate, nata, bizcochos de fresa y manzana y un enorme “Felicidades, Can” escrito con crema pastelera, que termino en cuanto añado unos trocitos de chocolate para adornar. Es una de mis mejores tartas.
     <<Porque está hecha con mucho amor>>, me digo.
     -Bueno, pues lista – dijo cuando terminamos de meterla en la caja con cuidado de que no se estropee.
     -Nosotras vamos a ir a arreglarnos y luego pasamos a recogerte, ¿de acuerdo? – dice Gamze cogiendo su bolso.
     -Vale – sonrío -. Nos vemos luego.
     Las tres me dan un abrazo a modo de despedida y salen de casa. Recojo la cocina y lo meto todo en el lavavajillas, antes de darle a Sam una galleta, porque no ha parado de dar vueltas mientras hacíamos la tarta, y luego subo a mi habitación para escoger la ropa que voy a ponerme esta noche. Me decanto por un pichi vestido de cuadros blancos y negros, una gabardina de cuero negra y unas botas blancas. Lo coloco todo encima de la cama y me meto en el baño para darme una ducha.
     Una hora después las chicas y yo estamos en la casa de Can y Engin, esperando a que este último y su padre vengan con él para darle la sorpresa. Estamos Gamze, Damla, Azra, Ömer, Cihan, Mesut, Ahmet, algunos amigos de la universidad que Can hace tiempo que no ve, Enrico y Mariella que no han querido perderse este día, compañeros del gremio de Can, y yo. Y todos estamos deseando que lleguen. Al parecer, Engin y el señor Azad le han metido la trola de ir a tomar algo por su cumpleaños, ya que no le gustan las fiestas. Sin embargo, Can ya sabe que le han organizado una fiesta, porque es demasiado listo; así que supongo que tan sólo quiere darles (y darnos) el gusto de darle la sorpresa.
     -¡Ya vienen! – chilla Gamze -. ¡Apagad las luces!
     Azra corre a apagar los interruptores del salón y nos escondemos un poco para no hacer ningún ruido que nos delate. Segundos después, la puerta de la casa se abre y escuchamos las risas de Can, Engin y el señor Azad, que vienen charlando sobre el último partido del Besiktas, su equipo de fútbol favorito.
     En cuanto aparecen en el salón, Azra, que está junto a los interrumptores, los enciende todos a la vez y los demás gritamos:
     -¡Sorpresa!
     Can se queda pasmado (más bien intenta parecerlo, porque ya sabía de la fiesta) y todos nos asustamos cuando Cihan explota uno de esos mini cañones de confeti. Creo que hasta él mismo se asusta del estruendo que arma el puñetero confeti.
     -¡Feliz cumpleaños, hermano! – exclama Engin, pasándole el brazo por el hombro.
     -¿Una fiesta sorpresa, enserio? – se hace el medio sorprendido, medio molesto.
     -Es la primera vez en tres años que estás aquí en casa para tu cumpleaños. Y eso se merece una buena fiesta – interviene el señor Azad -. Feliz cumpleaños de nuevo, hijo.
     Can y su padre se abrazan y la escena es muy enternecedora. Can sonríe mientras abraza a su progenitor y una vez se separan me mira y se acerca a mí con los brazos abiertos. Yo me refugio en ellos y le rodeo el cuerpo con mis brazos.
     -¿Ha dado el pego que estoy sorprendido por la fiesta? – me dice al oído en un tono divertido.
     -No ha estado mal – contesto.
     Le doy un beso en la mejilla y él me responde con otro en la sien derecha, que me deja un delicioso cosquilleo en la piel, como cada vez que sus labios me rozan.
     -Estás preciosa – me hace girar y luego vuelve a abrazarme.
     Él está guapísimo con sus vaqueros negros, sus botas oscuras, su camisa blanca y su chaqueta verde oscura, sin olvidar su pelo recogido en uno de sus perfectos moños y sus complementos, entre los que se encuentran la pulsera que le he regalado hoy y el collar del fósil de caracola que le dí hace un tiempo.
     -¡Oye, que somos más por aquí, eh! – Enrico aparece tras Can y sonríe cuando él le mira -. ¡Feliz cumpleaños, tío!
     -¡Enrico! – exclama Can, abrazándole con una sonrisa de oreja a oreja -. ¿Qué hacéis aquí? – pregunta cuando termina de saludar a Mariella con otro abrazo.
     -Tu hermano Engin nos dijo que iba a organizarte una fiesta sorpresa de cumpleaños y no pude negarme a venir – le contesta -. Nos vamos a quedar un par de días en la ciudad.
     -Estupendo, porque un fin de semana se nos quedó corto – le dice Can, y vuelve a abrazarlo.
     Murat, Ömer y Ahmet son los siguientes en acercarse para felicitar a Can y lo abrazan con fuerza, deseándole un feliz cumpleaños y diciéndole lo mucho que lo quieren. Al final acabaré llorando de nuevo. Gamze, Damla y Azra también le dan un fuerte abrazo y Can les da las gracias por la fiesta. Cihan también lo felicita, aunque como siempre, es como si le diera miedo acercarse a él. A ver Can impone, pero tampoco es para tenerle tanto miedo. Y Mesut le trae una copa y le da un abrazo tan fuerte que hasta Can se sorprende.
     Durante al menos media hora, Can me presenta a cada uno de los amigos de la universidad y compañeros de trabajo que Engin ha invitado a la fiesta. Y la verdad es que todos son bastante majos y enrollados. Lo primero que dicen cuando Can les dice que soy su novia es que ya era hora de que dejara a Pembe, porque era demasiado pija y estirada para él y no se le veía demasiado enamorado de ella, y que se alegran de que haya encontrado a una chica tan natural y especial como yo. Los compañeros de gremio de Can también son muy simpáticos y tienen un estilo bohemio que me encanta. Me cuentan anécdotas de viajes a los que han ido con Can para hacer fotos y casi me meo de la risa cuando uno de ellos me cuenta que se cayó en un lago en el que había sanguijuelas y que Can se pasó tres horas quitándoselas de todo el cuerpo, incluso de las partes más recónditas de la anatomía humana.
     -Oye, nos hemos enterado de que Engin se casa – nos dice Enrico cuando volvemos con él y Mariella -. ¿Vosotros para cuándo?
     Miro de reojo a Can y puedo percibir que se ha puesto tenso y que parte de la alegría que había en su cara se ha disipado. ¿Qué le pasa?
     -Bueno… - empiezo – a nosotros aún nos queda. Es un poco pronto para eso.
     -Sí, es pronto – Can mira su copa y se muerde el labio inferior, un poco incómodo.
     ¿Por qué se pone así cuando se habla de bodas?
     <<Porque está dolido, idiota. A ver si te enteras de una vez>>, me regaña mi mente. No, eso no puede ser. Me ha dicho mil veces que no está molesto, y la verdad es que tampoco tendría sentido que lo estuviera. Sólo le dije que quería esperar. No dije que el matrimonio fuera un sinsentido, ni que no quisiera casarme con él. No puede estar molesto por eso, ¿verdad?
     -Bueno, ya tendréis tiempo – Mariella sonríe, intentando calmar el ambiente.
     -Oye, Faith – Engin aparece a nuestro lado -, ¿vienes a ayudarme con una cosa a la cocina? – me pide.
     -Sí, claro – contesto -. Enseguida vuelvo.
     Le doy un beso a Can en la mejilla y camino tras Engin hasta la cocina, donde las chicas están colocando las velas en la tarta que me han ayudado a preparar. Engin me da un mechero y las enciendo todas, para luego coger la tarta y salir de la cocina seguida de todos cantando el cumpleaños feliz.
     Can sonríe cuando me ve con la tarta y parece que la alegría que había perdido su rostro vuelve. Coloco la tarta encima de la mesa y él sopla las velas cuando terminamos de cantar.
     -Muchas gracias a todos por esto, de verdad – habla para todos -. Sobre todo a ti, cariño – se gira hacia mí y me acaricia la mejilla con suavidad y me mira como si fuera un ángel. Y mi corazón se vuelve loco por él, igual que cada segundo que estoy a su lado -. Gracias por todo lo que haces por mí cada día.
     Yo sonrío y siento cómo los ojos se me llenan de lágrimas a causa de la mirada llena de adoración que me dedica. Es tan maravilloso este hombre, que no tengo palabras para definir cuánto lo amo. Can es lo más bonito que podría haberme pasado.
     -No se dan – contesto -. Lo hago encantada – intento bromear un poco y todos ríen, incluida yo -. Te quiero.
     Le quiero tanto que incluso duele.
     -Yo también te quiero – me dice él.
     Can me abraza y todos sueltan un “aww” muy mono. Aspiro su aroma y cierro los ojos disfrutando de la calidez de su cuerpo y del roce de sus manos sobre mi cuerpo. Nos separamos unos segundos después y, como soy la artífice de esta increíble tarta, me encargo de contar y servir cada uno de los trozos.
     -¡Esto está riquísimo! – exclama el señor Azad, masticando un trozo -. ¿La has hecho tú Faith?
     -Sí – le sirvo un trozo a Murat -, las chicas me han ayudado esta mañana a hacerla.
     -Así que eso era lo que tenías que hacer – deduce Can, masticando otro trozo -. ¡Madre mía, esta tarta es orgásmica! Bueno, no tanto. Los orgasmos contigo me gustan más.
     -¡Serás guarro! – le chillo entre risas y le golpeo el brazo en broma.
     -Sólo digo la verdad, cariño – ríe él -. ¿Me cortas otro trocito? – me tiende el plato y hace un adorable puchero, curvando el labio inferior hacia abajo.
     -Por supuesto – corto un trozo más y lo coloco con mucho cuidado en su plato.
     -Gracias, cariño – me da un beso en la boca y empieza a comerse su segundo trozo de tarta.
     El resto de la fiesta cumpleañera es muy divertida. Como de costumbre, me encargo de la música y, durante al menos dos horas, bailamos, saltamos y cantamos canciones. Can se divierte con sus amigos y yo sonrío cada vez que lo miro y lo veo tan feliz. Su sonrisa es como mi gasolina.
     <<Le quiero tanto>>, pienso, mientras lo veo sonreír por algo que uno de sus antiguos amigos de la universidad le dice.
     Una canción lenta comienza a sonar y por el rabillo del ojo veo a Can decirles algo a sus amigos y luego se acerca a mí, me tiende la mano y con su preciosa sonrisa y sus ojos llenos de dulzura me dice:
     -¿Quieres bailar conmigo, mi amor?
     Sonrío y agarro su mano.
     -Can, yo siempre quiero bailar contigo – contesto.
     Avanzamos hasta el centro del salón donde los demás bailan y nos pegamos el uno al otro. Can me rodea la cintura con los brazos y yo le rodeo el cuello con los míos. Me acerca aún más a él, rozando nuestras narices y me da un piquito que me sabe a cielo.
     -No es lo que tenía pensado para celebrar mi cumpleaños, pero no ha estado mal – habla de la fiesta mientras nos mecemos al compás de la canción -. Aunque habría preferido celebrarlo a solas contigo.
     -Aún nos quedan muchos cumpleaños, tendremos tiempo de sobra de celebrarlos a solas – digo.
     -Cierto – me da un beso en la comisura de la boca y luego acerca sus labios a mi oído -. ¿Te he dicho ya que estoy muy, muy enamorado de ti? – me susurra antes de darme un suave beso en la oreja.
     La piel de la nuca se me eriza por el tono que usa y por la cercanía de su boca.
     -¿Y yo te he dicho a ti que también estoy loca por tus huesos? – contesto de la misma forma.
     Can asiente y me retira un rizo rebelde de la cara para llevárselo a la nariz y aspirar el aroma afrutado del champú que uso.
     -Me encanta el olor de tu pelo – dice – y tus rizos me vuelven loco – me acaricia las puntas.
     Mientras tanto, yo le observo embobada en sus movimientos, en la forma en la que habla, en todo lo que hace, como si fuera un Dios del Olimpo. Y es que para mí lo es. Para mí él lo es todo. Y creo que jamás me cansaré de decírselo.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora