CAPÍTULO 59

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Can.

Aparco el coche frente a la puerta de Faith por segunda vez en el día y miro la fachada, pidiéndole a Dios que Faith me escuche y no me cierre la puerta en la cara otra vez. Tomo aire profundamente y cuando avanzo unos pasos con la intención de subir el escalón de la acera y tocar el timbre, la puerta se abre y aparecen Miriam y Jesús, muy bien vestidos y charlando entre ellos.
     Las expresiones de sus caras cambian en cuanto me ven y Miriam es la primera en hablar:
     -¡Vaya, hola, Can! – saluda -. ¿Vienes a verla, no?
     Asiento, frunciendo los labios.
     -Pues siento decirte que no podemos dejarte pasar – habla Jesús, poniendo cara de circunstancia.
     Me lo esperaba. Y me lo merezco.
     -Os ha dicho que me mandéis a la mierda, ¿verdad?
     Ambos asienten y a mí me invade una sensación agria que me recorre todo el cuerpo. Son sus padres, y están en todo su derecho de mandarme al carajo (aunque no quieran hacerlo) si su hija se lo ha pedido.
     <<Te lo tienes merecido por idiota>>, me recuerda mi cerebro.
     -Pero, si te sirve de consuelo, la ventana de su habitación está abierta – Jesús cierra la puerta de la casa y me da una palmada amistosa en el hombro al pasar por mi lado -. Que tengas suerte, Can.
     -Adiós, cariño – Miriam me da un beso en la mejilla y sonríe antes de irse.
     Me giro para verles avanzar por la calle hasta el coche plateado de Jesús y se suben en él, para luego arrancar y salir del barrio. Supongo que irán a pasar una velada romántica. Seguro que le han dicho a Faith que fuera con ellos y ella se ha negado. Y eso me viene de perlas, porque pienso colarme por esa ventana y quedarme plantado en su habitación hasta que me escuche.
     Camino hasta el lateral de la casa y me aseguro de que nadie pase cerca ni me esté mirando, antes de empezar a escalar el enorme árbol que está plantado justo al lado de la ventana de Faith. Subo a la rama que está justo en frente de la ventana y pongo el pie en el marco. Coloco las manos en el quicio y, como todo un espía, me cuelo dentro de la habitación. Me relaja ver que el cuarto está vacío y que no hay rastro de Faith. Coloco los pies en el escritorio y me bajo sin hacer ruido. Limpio las marcas de los zapatos y cierro la ventana. Camino por la habitación y cuando abro la puerta para ir en busca de Faith, Sam aparece y empieza a saltarme encima, emocionado por verme. Me lame la cara y lloriquea de alegría.
     -Shh, shh – le chisto para que deje de hacer ruidos que puedan delatarme -. ¿Dónde está Faith? – le pregunto en susurros.
     Gira la cabeza hacia la izquierda, en dirección al baño, y luego vuelve a mirarme con esos ojos verdes tan expresivos.
     Le acaricio la cabeza color chocolate y camino con cuidado por el pasillo hasta la puerta del baño. Está cerrada, pero puedo oír el sonido del agua y de la canción Illomilo de Billie Eilish. Adora este disco. Me debato entre meterme con ella en la ducha o esperarla en su habitación y, por mucho que me apetezca la idea de ducharme con ella, acabo dándome la vuelta y volviendo a su cuarto. Lo que menos me conviene ahora mismo es que me parta la cara con la escayola por meterme en la ducha con ella.
     Una vez vuelvo a su habitación, emparejo la puerta, dejándola tal y como estaba para no levantar sospechas, y me siento en la cama deshecha de Faith a esperarla. Mientras lo hago, con los nervios recorriéndome el cuerpo, observo cada rincón del dormitorio. Los papeles desperdigados por el escritorio de madera clara, las sudaderas encima de la silla, la estantería llena de libros, el espejo enterizo con el marco blanco que tiene frente a la cama, la cómoda, el armario… mis ojos van a parar al tablón de fotos que tiene junto al armario y me levanto para ver las imágenes más de cerca. Hay fotos de Faith con su familia, con los chicos, con su perro, con sus amigos de España, con sus padres… y conmigo. Cojo la más reciente, de no hace más de una semana. Estamos abrazados en mi jardín, sentados en una de las tumbonas, sonriendo felices. Recuerdo que Gamze nos dijo que estábamos muy guapos y nos hizo la foto. Sonrío, emocionado. Y luego me pregunto cómo han podido cambiar tanto las cosas en una semana.
     Vuelvo a soltar la foto en su sitio y me siento de nuevo en la cama, topándome con el peluche de Olaf que le conseguí en el parque de atracciones cuando fuimos juntos. Lo cojo entre mis manos. Acaricio las letras que escribí con el rotulador negro permanente que el dependiente del puesto me prestó: ‘Te quiero mucho, bebé, C.D.’. Y vuelvo a sonreír al recordar lo maravilloso que fue ese día. Lo pasamos genial.
     El sonido de la voz de Billie Eilish parece hacerse más intenso y Sam sale de la habitación (porque ha estado todo el tiempo conmigo), lo que me indica que Faith ya ha salido de la ducha y que viene hacia su habitación.
     <<Llegó el momento de decirle todo lo que sientes>>, me recuerdo.
     Me levanto de la cama, con el corazón latiéndome desbocado en el pecho y suelto el peluche de Olaf encima de la cama, esperando que Faith aparezca.
     La puerta se abre lentamente y aparece el amor de mi vida y la razón de mi existencia envuelta en una toalla rosa, con las gotas de agua resbalando por su piel, el pelo recogido en un moño, sus gafas puestas, la escayola envuelta en plástico para protegerla del agua y la música sonando a todo volumen en su móvil. Tararea la letra sin ser consciente de mi presencia y cuando levanta la mirada y me ve de pie en medio de su habitación, suelta un chillido.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora