CAPÍTULO 67

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Can.

El pub Speranza está a tope. La música suena con fuerza por los altavoces y la gente baila y baila en la pista, siguiendo el ritmo de las canciones y bebiendo de sus copas.
Antes de venir hemos cenado algo rápido cerca de aquí y luego nos hemos venido para pasar un buen rato antes de volvernos a Estambul mañana por la tarde.
Le doy un sorbo a mi copa y observo a Faith bailar con Mariella a unos metros de Enrico y de mí. Hago un barrido con la mirada de arriba abajo y me derrito por dentro con Faith. Lleva un vestidito verde con flores estampadas en tonos beige, camel y negro, con un poco de vuelo y con las mangas anchas. La tela es fina y un poco trasparente, pero debajo tiene un forro negro que ayuda a que no muestre más de lo necesario. Un cinturón marrón rodea su cintura, ajustando el vestido a sus preciosas curvas. El escote está adornado por un lazo, que estoy deseando deshacer y sus piernas están cubiertas por unas medias color carne y unas botas de media caña color camel. Y el pelo lo lleva suelto, con los rizos cayéndole sobre los hombres y un sutil y suave maquillaje hace que sus labios resalten y sus ojos marrones brillen aún más. Es tan bonita.
-Preciosas, ¿verdad? - me dice Enrico en un tono alto para que lo escuche por encima de la música.
-Mucho - contesto sin apartar los ojos de Faith y sonrío cuando la veo reírse por algo que le dice Mariella.
-Nunca pensé que te vería así - reconoce -. Acabé resignándome a creer que seguirías viajando hasta que no pudieras con las pelotas y te quedarías con Pembe para no rayarte demasiado.
-Pues ya ves que no - le miro -. Pero por Faith merece la pena. ¿Sabes? Nunca pensé que nada pudiera apasionarme más que hacer fotos, perderme en una selva o hacer deportes extremos. Y apareció ella. Ver esa sonrisa cada mañana - senalo a Faith, quien está sonriendo mientras charla con Mariella - es lo más bonito de mi vida.
Mi amigo sonríe.
-La quieres de verdad, ¿eh? - me coloca una mano en el hombro.
-Ella lo es todo para mí, Enrico. Ya no soy capaz de imaginarme mi futuro sin ella a mi lado.
-Me pasa lo mismo con Mariella. Me cambió la vida conocerla - mira a Mariella y sonríe con los ojos rebosantes de amor -. Somos dos hombres enamorados hasta las cejas que lo darían todo por sus mujeres.
-Totalmente.
Cuando la canción que Faith y Mariella están bailando termina, ambas vuelven hasta donde Enrico y yo nos encontramos. Le doy a Faith su piña colada (poco cargada) y Enrico le da a Mariella su gin-tonic.
-¿Lo estás pasando bien? - le pregunto a Faith.
Ella asiente y cuando suelta el vaso de nuevo me rodea la cintura con los brazos y me besa la barba.
-¿Tú?
-Yo me la paso bien con sólo verte sonreír a ti - le doy un toquecito en la nariz con el dedo índice y ella suelta una risita que me llena el corazón -. ¿Te he dicho ya que este vestido te queda precioso? Te queda muy... muy bien, amor.
-Me lo has dicho unas cuantas veces antes de salir de tu apartamento - me recuerda, sonriendo -. Tú también estás muy guapo - agarra las solapas de mi camisa negra y se inclina para darme un beso en los labios -. Bueno, tú siempre estás guapo.
<<Quiero irme de aquí con ella cuanto antes y pasarme la noche haciéndole el amor>>, pienso, sin dejar de mirarla.
Faith se ajusta las gafas y tira de mi mano cuando empieza a sonar Mala santa de Becky G. Y no me queda más remedio que ir con ella a la pista de baila, simplemente porque no hay cosa que me gusta más que mimarla.
<<Bueno, sí, practicarle sexo oral>>, rectifico en mi mente.
Pego mis caderas a las de Faith y ambos las balanceamos al compás de las del otro, mientras nos dejamos llevar por la música y por la necesidad de sentirnos cerca del otro. Faith se da la vuelta, dejando su espalda pegada a mi pecho y yo coloco mis manos en sus caderas y pego mi nariz a su nuca, acariciándosela mientras ambos nos movemos en sincronía. El roce de sus nalgas sobre mi entrepierna y el dulce aroma a vainilla de su piel unido al de frutas silvestres de sus rizos hacen que una potente erección se forme en mis pantalones. Y yo me aprieto contra ella, haciendo que note lo mucho que me gustan sus movimientos, lo mucho que me encanta ella.
Faith posa sus pequeñas manos sobre las mías y entrelaza nuestros dedos. Luego gira la cabeza y posa sus labios sobre mi barbilla. Me dejo llevar tanto por sus movimientos y su belleza que pierdo la noción del tiempo y todo a nuestro alrededor se desvanece. Sólo quedamos ella y yo, pegados el uno al otro.
Unas horas después decidimos dar la noche por terminada y salimos del pub. La noche está un poco fría y rodeo a Faith con los brazos para darle un poco de calor cuando la veo temblar. Lleva la chaqueta negra, pero aún así sigue teniendo un poco de frío.
-¿Os apetece que mañana almorcemos juntos antes de que os vayais? - propone Mariella, abrazada a Enrico mientras caminamos por la acera.
-Sí, claro - contesta Faith -. Podéis veniros al apartamento de Can y cocino algo.
-Es verdad, aún no hemos probado tus platos - dice Enrico -. Pues mañana comemos y luego os acercamos al aeropuerto.
A Faith y a mí nos parece una idea estupenda y nos despedimos de ambos con un abrazo antes de subirnos a un taxi que nos lleve al apartamento.
-¿Cansada? - le pregunto a Faith.
-No mucho. La siesta de hoy me ha venido muy bien - contesta.
Se quedó dormida nada más llegar al apartamento esta tarde y se ha despertado (bueno, más bien la he despertado yo) con el tiempo justo de que se duchara y se arreglara. En las horas que ha estado grogui he aprovechado para revisar las fotos que he hecho y para hablar con mi padre y mi hermano, que me llamaron para preguntarme qué tal lo estábamos pasando. Y también hablé un rato por mensajes con Ömer y Murat.
-Mejor - coloco la mano en su muslo y me acerco a su oído -, porque la noche no ha hecho más que empezar, cariño - acaricio su pierna con sugerencia y le muerdo el lóbulo de la oreja.
Siento como su respiración se entrecorta y traga saliva para calmar el latido de su corazón, que consigo escuchar desde aquí. Le beso la comisura de la boca y me aparto un poco, pero sin dejar de acariciar su muslo de arriba abajo.
Le pago al taxista cuando llegamos y, nada más entrar en el ascensor, me abalanzo sobre Faith y la pego a la pared metálica, mientras mis manos se pierden bajo su vestido y mis labios devoran su boca con ansias. Sus brazos me rodean el cuello y su lengua lame la mía con tanta sensualidad que creo que si no llegamos ya, voy a desnudarla aquí mismo.
Entramos en el apartamento a trompicones sin separar los labios y la cojo en brazos para llevarla hasta el dormitorio. La dejo en el suelo y deshago el lazo de su vestido sin dejar de besarla. Sólo separo mi boca de la suya para quitarle el vestido. El sujetador negro que lleva no tarda ni dos segundos en desaparecer y ataco sus rosados y preciosos pezones en cuanto la tumbo en la cama.
-¡Can! - gime cuando succiono el derecho y tiro un poco de él.
-Me encantan tanto - paso la lengua de uno a otro.
-No es justo que tú aún estés vestido - jadea y arquea la espalda.
-Desnúdame tú, amor - le pido.
Nos incorporamos en la cama y Faith me desabrocha la camisa con movimientos entrecortados. Lanza mi camisa negra al suelo cuando me la quita y pega sus labios a mi pecho. Me besa los hombros, lame mis pezones y delinea con la lengua las líneas del lobo y la brújula de mi tatuaje. El corazón me va a mil por hora y mi erección sigue creciendo y creciendo por segundos.
Le tiro del pelo para que levante la cabeza y vuelvo a besarla. Pego sus pechos a mi torso y clavo los dedos en la carne de sus caderas, aún cubiertas por las medias.
-¿Te acuerdas de la apuesta que hicimos en el parque de atracciones? - le recuerdo. Ella asiente -. Pues quiero cobrármela ahora.
-Vale - tira de mi labio inferior con sus dientes, volviéndome loco -. ¿Qué quieres hacer?
Sonrío y le doy un beso más antes de tumbarme en la cama. Voy a darle rienda suelta a mis perversiones hoy.
-Siéntate aquí - señalo mi boca.
Se sonroja un poco y se quita las medias y las braguitas, mientras a mí se me hace la boca agua al verla desnuda. Me recreo mirando el vello oscuro que cubre esa parte de su cuerpo que voy a saborear ahora y me muerdo el labio.
Faith gatea por la cama y se coloca a horcajadas sobre mi cara, dejando su vagina sobre mis labios. Apoya las manos a ambos lados de mi cintura y yo le rodeo los muslos con los brazos para sujetarla.
Su respiración se agita cuando empiezo a besarle la parte trasera de los muslos. Le muerdo las nalgas y paso la punta de la lengua por los extremos de sus labios vaginales con parsimonia, volviéndola loca. El aroma de su coño me da de lleno y ya no puedo aguantar más. Hundo la lengua entre sus pliegues y ella suelta un gemido al aire y arquea la espalda. Una punzada de placer azota mi erección.
-¡Mierda! - gime.
Le separo los labios con los dedos y lamo su humedad. Su sabor es tan dulce y exquisito que un gemido sale de mi boca y la vibración hace que Faith suelte un pequeño chillido que me suena a gloria. Succiono sus labios y tiro un poco de ellos para luego concentrarme en su clítoris y devorarlo.
-¡Can! - boquea -. ¡Ay, sí, así! - suplica cuando paso la lengua por encima de su clítoris una y otra vez.
-Qué rica estás, cariño - le gruño.
Siento las manos de Faith en mi pantalón, desabrochando el botón y bajando la cremallera, para luego bajármelos lo suficiente para dejar libre mi polla dura y ansiosa de ella.
-¡Joder! - mascullo entre dientes y arqueo el cuello cuando siento su boca.
Faith mete y saca mi erección de su boca con movimientos rítmicos y los acompaña con sus manos, que me acarician la base y los testículos con tal maestría que me sorprendo gimiendo mientras sigo lamiendo su centro.
<<Estamos haciendo un puto 69>>, pienso, alucinando.
Recorro su suave espalda con las manos y arqueo las caderas cuando sus dientes muerden con suavidad el glande de mi pene. Una corriente me recorre el cuerpo y ambos gemimos cuando ella vuelve a hacer lo mismo y yo rozo su clítoris con los dientes.
Faith se saca mi pene de la boca y la sustituye por su mano, que lo rodea y lo acaricia de arriba abajo. Si sigue así no voy a durar ni cinco minutos. Yo paso como puedo un brazo entre sus piernas y me humedezco los dedos con la lengua antes de colocarlos sobre su centro y acariciarla. La imagen debe ser de lo más excitante. Ambos estamos masturbándonos el uno al otro, gimiendo y diciéndonos los mucho que nos gusta.
Las piernas de Faith se tensan y empieza a menear las caderas cuando está a punto de correrse.
-¡Can, por favor! - lloriquea.
Introduzco dos dedos en su interior y los muevo dentro y fuera, uniendo mi lengua, la cual centro en lamerle el clítoris. Ella vuelve a meterse mi pene en la boca y me acaricia los testículos hasta que ya no puedo más. Le clavo los dedos en las nalgas y ella me araña los muslos.
-¡Faith!
-¡Can! - ambos gemimos al corrernos.
Y lo más excitante es que Faith no se aparta, sino que deja que termine en su boca.
<<Esta mujer va a acabar conmigo>>, pienso.
Cuando nuestras agitadas respiraciones se calman un poco Faith se aparta y yo aprovecho para girarla y colocarla a horcajadas sobre mi regazo. Nos besamos, dándonos a probar el sabor del otro.
-¿Te ha gustado? - le pregunto.
-Muchísimo - afirma -. ¿Y ahora qué más quieres hacer?
-Ahora quiero que me pongas un condón y me montes hasta que no podamos más - gruño, recorriendo su espalda sudorosa con los dedos y besándole la barbilla con mimo.
Faith me da un beso y me pregunta dónde tengo guardada la caja de preservativos antes de levantarse y buscar en el bolsillo interior de mi maleta. Vuelve a la cama con la caja y la deja sobre la mesita de noche. Saca un paquetito plateado y lo abre. Sus pequeñas manos deslizan el condón por mi miembro duro y yo bajo la cabeza para besarla. Ni siquiera puedo pasar un minuto sin besarla.
La acarro de las caderas para volver a subirla sobre mi regazo y una de sus manos afloja la gomilla que sujeta mi pelo y deja que los mechones castaños me caigan por los hombros.
-Me encanta tu pelo - dice sobre mis labios, en un tono lleno de adoración -. Todo tú me encantas.
-Mi vida..., te quiero tanto - saco la lengua y le lamo los labios y ella la succiona de forma juguetona -. Necesito estar dentro de ti ya.
-Yo también te necesito.
Se levanta un poco, yo coloco mi erección en su húmeda entrada y la ayudo a bajar, entrando poco a poco en ella. Su cálida carne me acoge de tal forma que necesito contener la respiración unos segundos para no tener otro orgasmo. Faith suelta un suspiro lleno de placer cuando llego hasta el fondo y echa la cabeza hacia atrás, dejando su cuello a mi alcance. Le doy besos húmedos en el cuello y le muerdo el lóbulo de la oreja, mientras ella mueve las caderas, haciéndome el amor. Sinceramente, me gusta más ser yo quien lleve las riendas en la cama, pero tenerla encima montándome no tiene precio. Sus rosados pezones se rozan con mi pecho, sus brazos me rodean el cuello para sujetarse y yo le clavo los dedos en la espalda, en las nalgas y acaricio cara rincón al que llego.
El placer que me hace sentir es tan grande que suelto un gemido y me muerdo el labio, preso de las sensaciones que me provoca estar con ella, sentirla, hacerle el amor.
Sus músculos empiezan a cansarse cuando van pasando los minutos y entonces le agarro las caderas y la ayudo a subir y bajar con más fuerza y velocidad. Se recoloca las gafas un par de veces cuando se le resbalan y es un gesto tan dulce y a la vez sexi que también empiezo a mover las caderas para que nuestra unión sea mucho más profunda. Los músculos de mis piernas empiezan a tensarse y un nudo se forma en mi vientre, avisándome de que el segundo orgasmo está llegando. Las paredes vaginales de Faith se contraen un poco alrededor de mi pene y sé que a ella le pasa lo mismo.
-¡Can! - solloza, tirándome del pelo -. ¡No puedo más!
-Yo tampoco - jadeo.
Un minuto después me estoy retorciendo por el intenso orgasmo que me asalta. Abrazo la cintura de Faith y le muerdo el hombro, al mismo tiempo que ella me clava las uñas en la espalda y chilla mi nombre, corriéndose también. Nos quedamos abrazados unos minutos, piel con piel, corazón contra corazón. Le acaricio los rizos y le beso el trozo de piel en el que le he mordido hace unos segundos, asegurándome de que no le he hecho daño. Su agitada respiración impacta contra mi oído y cuando me separo para mirarla, veo sus mejillas sonrosadas, el pintalabios de su boca un poco corrido (pero es sexi a rabiar) y los ojos oscuros y brillantes, como dos luciérnagas. Es la vista más bonita del mundo.
Y, ni siquiera sé por qué, pero un minuto después cuando estamos aún recuperándonos del orgasmo, pronuncio dos palabras. Ni siquiera las pienso antes de decirlas, pero puedo jurar que es la cosa más real, verdadera y sincera que jamás haya dicho o pensado. Porque es lo que más deseo.
-Cásate conmigo.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora