CAPÍTULO 17

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Can.

El pub Media Luna está lleno de gente y nos colocamos en la barra para pedir nuestras bebidas. Hemos quedado todos para echar un buen rato y pasarlo bien bailando y cantando (no todos), ya que hoy es la noche de karaoke en el pub. El dueño es un amigo de la infancia y, ya que hace tiempo que no venimos (sobre todo yo) pues hemos pensado que era una buena ocasión para venir, aprovechando que ya es verano.
     -¿Sabes cuándo vendrán las chicas? Es que le he mandado un mensaje a Faith, pero no me ha contestado – le grito a mi hermano por encima de la música.
     <<Seguro que se le ha ido el santo al cielo y no sabe ni dónde tiene el móvil>>, pienso, dándole un sorbo a mi copa.
     -Gamze me ha dicho que están de camino – me contesta mi hermano -. Te noto emocionado por ver a Faith.
     -No lo sabes tú bien – contesto, sonriendo como un bobo.
     Desde luego, que cualquiera que me vea así, no se lo cree. Más que nada porque no estaba así ni con Pembe, y eso que me he llevado con ella casi nueve años. Y, hablando de Pembe, esta tarde me ha llamado otra vez y hemos acabado discutiendo por su empeño en volver. Y yo no quiero volver con ella; primero, porque quiero a Faith con toda mi alma, y segundo, porque no funcionaría por mucho que lo intentásemos.
     <<Faith… seguro que está guapísima cuando venga>>, pienso.
     -¡Ahí están! – grita Murat.
     Me giro sobre mí mismo y los veo a todos hacerse paso entre la gente para venir hacia donde nos encontramos. Gamze se abalanza sobre mi hermano y le besa los labios como saludo, Damla y Ömer vienen agarrados de la mano, Mesut y Cihan se están peleando, como de costumbre, y Azra viene tras ellos, observando a Cihan como si fuera Richard Gere en Pretty Woman.
     Pero, ¿dónde está Faith? La busco por todas partes, pero no la encuentro por ninguna parte.
     -¿Dónde está Faith? – le pregunto a Azra.
     -No ha venido. Le ha dado un ataque de migraña esta mañana y ha preferido quedarse en casa – me contesta.
     La decepción se apodera de mi cuerpo y se me quitan las ganas de seguir aquí. Tenía la esperanza de poder avanzar un poco con Faith, porque estamos estancados. Durante la semana y media que ha pasado, no he conseguido averiguar una mierda sobre sus sentimientos. Cada vez que me acercaba un poco más, ella se alejaba. Y no sé si es porque la pongo nerviosa, o porque no siente nada por mí. Y estoy algo... estresado.
     Los chicos piden sus copas y se ponen a bailar en la pista, oyendo la música que pincha del DJ y, mientras los observo, se me ocurre una idea.
     -Chicos, acabo de recordar que tengo que hacer una cosa. Nos vemos mañana – me termino la copa a toda prisa.
     -¿Adónde coño vas ahora, Can? – grita mi hermano.
     -¡Nos vemos!
     Voy a ver a Faith.
     Me subo a mi coche y, mientras conduzco hasta su casa, siento cómo el corazón empieza a latirme más fuerte por las ganas de verla. Aparco el coche frente a su puerta y toco el timbre con sonido de canario cuando salgo del coche y me coloco frente a la entrada. Segundos después, la puerta se abre y aparece mi ángel, vestida con un pantalón de deporte negro, una camiseta negra, descalza y con un moño en lo alto de la cabeza recogiendo su pelo rizado. Algunos mechones se le han soltado y le rozan el cuello.
     <<Joder, qué guapa está>>, me digo.
     -¿Can? – parece sorprendida de verme. Se recoloca las gafas y se rasca la nuca con nerviosismo -. ¿Qué haces aquí? – aparta a su perro de forma suave con el pie para que no salga de la casa.
     -Hola – sonrío y meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta vaquera -. Azra me ha dicho que estabas con migraña y quería ver qué tal estabas. ¿Puedo pasar?
     -Perdona, sí, claro, pasa – se aparta de la puerta -. Sam, no seas pesado – le pide a su labrador.
     Entro en su casa y me descalzo después de ponerme de cuclillas para saludar a Sam con unos achuchones en el hocico. Qué guapo es el tío. Ha salido a su dueña.
     -¿Quieres unas zapatillas, o prefieres estar descalzo? – me pregunta.
     -Descalzo está bien – coloco las botas a un lado de la puerta -. Veo que tú también lo prefieres.
     Faith se mira los pies y suelta una risa.
     -Y… ¿estabas ocupada o algo? – le pregunto.
     -No, sólo estaba cocinando. Se me ha pasado el dolor de cabeza y he pensado preparar la cena – contesta.
     -¿Quién es, Faith? – su madre aparece en lo alto de la escalera hablando en español -. ¡Hombre, Can! – sonríe.
     -Buenas noches, señora Miriam – la saludo educadamente, también en español. Bendita la hora en la que quise estudiarlo en el internado de Italia -. Me han dicho que Faith no se encontraba bien y me he pasado a verla.
     Miriam nos mira y su sonrisa se ensancha. Creo que sospecha que estoy loquito de amor por su hija. Me parece que se ha dado cuenta hasta Sam. Todos menos Faith se dan cuenta.
     <<Lánzate de una jodida vez y déjate de estrategias, gilipollas>>, me regaña mi subconsciente.
Pues también es otra opción.
     -¿Por qué no te vistes y te vas con él, Faith? – le sugiere Miriam a su hija -. Ya te encuentras mejor y llevas todo el día metida en casa. Sal un rato y despéjate.
     Su hija nos mira a ambos con la contradicción brillando en sus ojos.
     -Yo te espero, mientras tú te vistes. Bueno, si te apetece venirte – vamos, di que sí.
     Faith me mira durante unos segundos sin saber qué decir. Sus ojillos marrones me analizan y un leve sonrojo cubre sus mejillas cuando le sonrío.
     -Vale. No tardo – me dice, aunque no parece demasiado animada -. Mamá, la cena está lista ya.
     -De acuerdo, cielo. Yo me tomaré un té con Can mientras tú te vistes.
     Faith sube las escaleras con Sam detrás, al mismo tiempo que su madre las baja. Sigo a Miriam hasta la cocina del piso inferior y me pide que me siente en una de las sillas que se encuentran alrededor de la mesa, mientras ella coge dos vasos de té y los llena del líquido ámbar. Luego se sienta frente a mí y me da uno de los vasos.
     -Gracias – le doy un sorbo.
     Miriam sonríe.
     -Bueno, Can, ¿qué tal te va todo?
     -Bastante bien, la verdad – contesto -. No me quejo.
     -Faith me ha dicho que pronto te irás al extranjero para seguir haciendo fotos en otros países.
     -He pensado quedarme – le comento -. Quiero pasar más tiempo con mi padre y mi hermano.  Desde que empecé a viajar no he pasado mucho tiempo con ellos y creo que es un buen momento para ello.
     <<Y además quiero enamorar a tu hija>>, pienso, aunque decido no verbalizarlo.
     -Pasar tiempo con la familia es muy importante – bebe de su vaso -. ¿Puedo hacerte una pregunta, Can?
     -Claro, dígame, señora Miriam.
     -Llámame Miriam, por favor – me pide, riéndose -. ¡Sólo tengo cuarenta y cinco años!
     -De acuerdo, Miriam – me río en respuesta.
     -¿Te gusta mi hija?
Doy un respingo en la silla y el vaso de té casi se me derrama. Joder, ahora sé de dónde le viene a Faith lo de ser directa.
     -Bueno… es una chica muy especial – tartamudeo, rascándome la barba y sintiendo cómo me arde la cara.
     Los nervios me recorren el cuerpo y no sé qué más decir.
     -Lo es. Pero no te he preguntado si es una chica especial. Te he preguntado si te gusta – entrelaza sus manos sobre la mesa -. He visto cómo la miras. Y es la forma en la que mira un hombre enamorado.
     ¡Mierda, mierda, mierda! Si su madre se ha dado cuenta de que estoy enamorado de Faith, cualquiera puede notarlo, incluso ella. Y si ella no siente lo mismo, se alejará de mí. Y tenerla lejos es lo último que quiero.
     -No te preocupes. Mi hija puede ser muy inteligente, pero para captar cuándo alguien está interesado en ella es una inepta total – me dice Miriam en un tono tranquilizador al ver mi expresión de susto -. ¿Quieres un consejo?
     Asiento, dándole vueltas al vaso de té entre mis dedos.
     -Hazle ver que te importa, hazle ver lo que sientes. Si te lo digo es porque es mi hija y la conozco mejor que nadie.
     En el momento en que termina la frase, la puerta de la entrada suena y una voz grave pronuncia:
     -¡Ya estoy en casa! – es Jesús, el padre de Faith.
     -A mi marido ni una palabra de esto – me pide Miriam en un tono bajo -. No es muy fan de que Faith tenga pretendientes. ¡Aquí en la cocina, cariño! – grita para que su marido sepa dónde está.
     Jesús aparece en la cocina unos segundos después con Sam detrás, moviendo el rabo para que le haga caso. Habrá bajado cuando ha escuchado la puerta. Cuando me ve sentado con su mujer se detiene en la puerta y nos mira a ambos. Al dirigir sus ojos hacia mí, sonríe. De momento le caigo muy bien. Espero que siga siendo así cuando descubra que me muero por los huesos de su hija.
     -Buenas noches – saluda de forma amistosa.
     -Buenas noches, señor Jesús – saludo de la misma forma.
     -¿Dónde está Faith? – pregunta, sirviéndose un té y sentándose al lado de su mujer.
     -Aquí – responde la susodicha, apareciendo en la cocina seguida de Sam. Donde esté Faith, está él -. ¿Nos vamos?
     <<Odio que sea tan sexi y seductora sin ni siquiera ser consciente de ello>>, me digo al verla.
     Lleva una camiseta de encaje negro con flores bordadas, unos pantalones de cuadros verdes y negros con una cadena en el lado izquierdo, unas deportivas negras con partes de colores metalizados en la mano (porque va descalza) y una gabardina de cuero negra. El pelo lo lleva suelto y una fina capa de maquillaje adorna su precioso rostro, junto a las gafas, el tono claro de sombra de ojos y el color marrón oscuro que cubre sus finos y perfectos labios. Está simplemente increíble.
   -¿Adónde vas? – le pregunta su padre con cierta curiosidad.
     -Con Can al pub donde había quedado con los chicos – le dice, acercándose para darle un beso en la mejilla.
     -Ha venido a ver cómo estaba con la migraña y se ha animado – Miriam completa la historia -. ¿Quieres que te deje dinero, cielo?
     Faith niega con la cabeza.
     -Tengo algo en la cartera – contesta -. ¿Vamos, Can?
     -Sí, vamos – me termino el té y me levanto de la silla -. Gracias por el té, Miriam - me dirijo a ella tal y como me ha pedido.
     -De nada, hijo. La próxima espero que puedas quedarte a cenar – creo que me acaba de lanzar una indirecta, porque mira a su hija cuando lo dice.
     -Claro, cuente con ello – sonrío -. Nos vemos.
     -Nos vemos. Cuídamela, ehh – me pide, sabiendo que Faith lo odia.
     -Mamá, que no tengo tres años – se queja.
     -No, tienes casi veinte, que es peor. Tened cuidado, anda.
     -Que síiiii – les da un beso en la mejilla a sus padres -. Adiós, precioso. Vuelvo en un ratito – le besa el hocico a Sam.
     Salimos de la cocina y Faith coge su bolso después de colocarse los zapatos. Yo me vuelvo a calzar las botas que había dejado en la entrada y los dos salimos de la casa. Luego nos subimos a mi coche y nos ponemos rumbo al pub.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora