Faith.
Hoy tengo tanta energía después de ver "Amor sin palabras" y de echarme una siesta, que me bajo a la cocina y dejo que mis manos vayan solas, mientras escucho música a todo volumen, bailo y canto a pleno pulmón.
-Menos mal que cantas bien, hija mía, porque si no, no habría quien te aguantara – dice mi padre, entrando en la cocina para darme un beso en la frente.
-Yo también te quiero, papi – bromeo -. ¿Cómo estaban las magdalenas que te he dado?
-Deliciosas, como siempre – contesta -. Voy arriba. Por cierto, tu madre me ha dicho que mañana por la mañana necesita que la ayudes con el nuevo pedido que llega a la tienda.
-De acuerdo.
Mis padres compraron una tienda que se vendía en el barrio cuando nos mudamos. En el barrio no había ninguna tienda de comestibles, así que mi madre lo arregló todo para que fuera la mejor. Y lo es. Incluso a veces hago magdalenas y galletas para que las venda allí.
Meto las dos bandejas de galletas en el horno y giro la rueda del tiempo hasta los veinte minutos. Ahora sólo hay que esperar a que se hagan.
Veo a Sam entrar en la cocina y se sienta justo en el centro, observando cada uno de mis movimientos con detenimiento. Cuando me mira así es que algo quiere.
-¿Qué pasa, Sam? – le pregunto.
Él se levanta y gira la cabeza hacia la salida de la cocina una y otra vez
-Aún no es la hora del paseo, Sam – miro el reloj de mi muñeca -. Ah, pues sí que es. Pero estoy haciendo las galletas.
Un lamento sale de su cuerpo y se tumba con cara de pena. Me mira fijamente y suelta un par de lloriqueos más, sabiendo que no podré resistirme. ¿Cómo puede ser tan listo?
-Bueeeeeno, vaaaale.
Sam se levanta a la velocidad de un cohete y empieza a saltar y a ladrar, emocionado. Le encanta salir de paseo por el muelle y ver a la gente, a otros perros… se lo pasa pipa. Cojo su collar y la correa del pequeño cestito que hay junto a la puerta de casa y se los coloco.
-¡Papá! – grito desde la escalera.
-¿Qué? – contesta.
Seguro que está en el salón viendo algún documental o algo por el estilo.
-¿Puedes vigilar el horno? Voy a sacar a Sam, que no deja de insistirme – le digo.
-¡Vale! – responde.
Sujeto la correa y abro la puerta de casa, saliendo. Camino con Sam hasta el muelle y paseamos por allí, mientras él olisquea todo lo que puede. Hace pis y algunas de las ancianas que están sentadas en los bancos le dan trozos de pan y fruta. Es una de las razones por las que le gusta salir por aquí: siempre come algo.
-He comprado hoy esas magdalenas que haces y están riquísimas, cielo – me dice la señora Asuman con una sonrisa.
-Muchas gracias, señora Asuman – le sonrío de vuelta.
Después de dedicarme un par de halagos más sobre mis dulces, me despido de ella y sigo paseando con Sam.
-Sam, tienes que hacer caca de una vez – le digo después de cinco minutos esperando a que se decida por algún lugar -. No puedes ser siempre tan quisquilloso, que la que tiene que recoger tus mojones soy yo, señorito.
Finalmente y gracias al cielo, Sam hace sus necesidades, las cuales yo tengo que recoger con las bolsitas y las tiro en la papelera. Luego compro una bolsa de castañas en un puesto que hay unos metros más adelante y me siento en un banco. Me encanta sentarme aquí y mirar el mar. Siempre me relaja.
-¿Faith?
Giro la cabeza al escuchar mi nombre y me encuentro a Can a mi izquierda. Va vestido con unos pantalones cortos de deporte negros, una camiseta sin mangas del mismo color y unos deportes Nike azules. Una fina capa de sudor le cubre la frente y su pelo está recogido, esta vez en una coleta. Y su barba, su preciosa y bien cuidada barba oscura.
<<Qué guapo es>>, pienso.
-Hola, Can – saludo, pareciendo tranquila, cuando no lo estoy.
-¿Puedo sentarme? – señala el hueco libre del banco.
-Sí, claro.
Sam se le lanza encima en cuanto se sienta y empieza a lamerle las manos y la cara, mientras él le dice lo bonito que es.
-¿Cómo se llama?
-Sam – contesto.
-Es precioso.
Can deja de acariciarle y Sam levanta la pata delantera pata posarla sobre su rodilla desnuda y dar pequeños golpes.
-Le caes bien. Sólo hace eso cuando alguien le gusta.
Can sonríe y vuelve a acariciarlo.
Durante un rato charlamos y me dice que suele venir a correr por aquí casi todos los días y yo le digo que siempre saco a Sam por esta zona, mientras nos comemos las castañas que quedan.
-¿Cómo puedes ser tan guapo? – pregunto después de estar más de cinco minutos embobada en su perfecto perfil.
-¿Te parezco guapo? – contesta, girándose, y sonriendo levemente.
<< ¿¡ACABO DE DECIR ESO EN VOZ ALTA?!>>, chillo interiormente.
-Ehh… no, digo sí. Es que tengo que irme, que se me ha hecho tardísimo – digo apresuradamente.
Me levanto del banco y salgo de allí como si llevara un petardo en el culo, mientras siento su mirada sobre mí.
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Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉ
RomanceFaith es una chica divertida, familiar, ingeniosa y sin filtros, cuyo objetivo es convertirse en una buena chef y abrir su propio restaurante. Se pasa los días entre clases de cocina, turnos en la tienda de ropa en la que trabaja y reuniones con su...