CAPÍTULO 77 (penúltimo)

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Can.

Cuando Faith se da la vuelta con la cara empapada en lágrimas y la mirada llena de dolor y rabia, siento cómo si me arrancaran el corazón. La veo alejarse y entrar en el salón, llorando.
     <<Si de verdad piensas que no te quiero de verdad por el simple hecho de querer esperar un tiempo hasta estar preparada para el matrimonio, entonces quizá no deberíamos seguir juntos>>, recuerdo sus palabras, y se me clavan en el corazón de nuevo.
     -¡Joder! - grito al aire.
     Estoy enfadado, furioso y dolido por la enorme discusión que acabamos de tener. La rabia fluye en mi interior y no sé si romper algo, si llorar o si cagarme en todo. Y encima he hecho justo lo que no quería: explotar y hacerle daño.
     <<Te lo dije. Te dije que si no lo hablabas con ella pasaría esto. Y no me has hecho caso. Y encima has sido muy cruel>>, me dice mi subconsciente. Y tiene toda la razón. He insinuado que no me quiere por decirme que quiere esperar para casarse, cuando sé que me quiere con locura; y le he dicho que por ella no hago lo que me gusta hacer, que no viajo por ella, cuando fui yo el que no quiso irse porque no podía vivir sin ella. Acabo de destrozarla. La he visto llorar más veces, pero ni siquiera cuando ocurrió lo de Pembe vi tanto dolor en sus ojos.
     Los pulmones me arden, la cabeza está a punto de estallarme y el corazón me va a mil por hora, aparte de estar partido por la mitad. ¿Por qué coño lo he hecho? ¿Por qué he sido tan cruel con ella? ¿Por qué he dicho todas esas gilipolleces?
     -Necesito salir de aquí - murmuro, trgando saliva.
     Camino de nuevo hasta la entrada al interior del salón y me dirijo hacia la salida sin mirar atrás.
     -¿Qué coño ha pasado, Can? - escucho la voz de mi hermano a mi espalda.
     -Ahora no, Engin - contesto con la voz entrecortada y la respiración agitada.
     Salgo de allí como alma que lleva el diablo y me subo al coche. Nada más arrancar el motor, mi móvil empieza a sonar. En la pantalla del coche sale el nombre Metin, uno de mis ayudantes fotógrafos. Descuelgo la llamada y empiezo a conducir.
     -Dime, Metin - respondo con la respiración aún agitada.
     Me muerdo el labio inferior con fuerza y respiro hondo, intentando calmarme.
     -Hola, Can. Siento molestarte, pero los del National Geographic han llamado como tres veces y me han dicho que no pueden posponer más la sesión de fotos en Tailandia, y quieren que la hagas tú sí o sí, y yo ya no sé qué decirles para ganar tiempo, y... - dice de forma apresurada, nervioso.
     -Diles que acepto - digo sin pensar -. Cógeme un billete para el primer avión que haya para Tailandia.
     -De acuerdo - contesta -. Oye, ¿estás bien? Te noto tenso - pregunta.
     Tenso es poco.
     -Sí, estoy bien, Metin. Mándame los detalles del billete cuando lo tengas.
     Cuelgo la llamada y conduzco hasta casa lo más rápido que puedo. Ahora mismo sólo quiero irme de aquí. Me alivia que mi padre no esté, porque así no tengo que explicarle nada.
     Entro en mi habitación y saco la maleta del armario, y empiezo a tirar ropa dentro como un poseso. Meto todo lo que puedo sin pararme siquiera a pensar en lo que estoy haciendo. Pero lo estoy haciendo. Estoy haciendo las maletas para irme de Estambul, lejos de todo. Lejos de ella.
     <<Si te vas, la vas a perder para siempre>>, me advierte mi subconsciente. Pero no le hago caso. Y lo peor es que sé que es cierto.
     Sigo metiendo ropa en la maleta como si fuera el único propósito que tengo en la vida, y cuando cojo la camisa de cuadros de Faith entre mis dedos, sólo puedo llevármela a la nariz y aspirar su olor una vez más antes de echarla en la maleta. Al menos tendré eso de ella, su olor.
     Cierro la maleta con los ojos anegados en lágrimas y la dejo en el suelo, junto a la puerta de mi habitación. El mensaje de Metin me llega un segundo después, mandándome los detalles del vuelo, que sale en una hora.
     <<Estambul - Bangkok. Sólo ida>>, leo.
Cojo un papel de la mesa del salón y escribo con un boli:
     "Papá, Engin, lo siento. No puedo quedarme aquí. He aceptado hacer un reportaje en Tailandia. Decidle a Faith que la quiero con locura, y que siempre lo haré. Os quiero. Can".
     Suelto el boli encima de la mesa, junto al papel, y me pellizco el puente de la nariz. Respiro hondo y me aguanto las ganas que tengo de echarme a llorar.
     Ignoro los pensamientos que me perforan el cerebro y simplemente cojo la maleta, salgo de casa y me subo al coche. Conduzco por la carretera en dirección al aeropuerto como un autómata.
     <<Te estás dejando llevar por las emociones. Da la vuelta. Te arrepentirás de esto>>, me vuelve a advertir mi cabeza.
     Pero tampoco hago caso. Sigo conduciendo y cuando llego al aeropuerto aparco el coche en un hueco libre que encuentro y le dejo las llaves a uno de los guardias del parking, que me dice que me las devolverá cuando vuelva de mi 'viaje', cuando en realidad ni siquiera sé si volveré.
     Entro en el aeropuerto sin mirar atrás e imprimo el billete en una de las máquinas que hay cerca de las puertas de embarque. Trago con fuerza cuando toco el billete y cierro los ojos unos segundos, calmando los latidos desbocados de mi corazón. Los abro dos segundos después y camino hasta la cinta transportadora donde debo dejar mi maleta. La suelto y observo cómo la cinta se la lleva.
     -Última llamada para los pasajeros del vuelo con destino Bangkok, que despegará en cinco minutos - habla una voz por megafonía.
     Miro hacia atrás un segundo cuando llego a la puerta de embarque. Miro la multitud, la gente despidiéndose porque algún ser querido se va, otros que llegan y se abrazan a sus familiares. Miro las caras de emoción y felicidad, las de pena y las de nervios. Tengo el estómago encogido, la boca seca y una parte de mí quiere salir corriendo de aquí.
     <<No lo hagas>>, me ordena mi cabeza.
     Pero lo hago. Le entrego el billete a una azafata pelirroja que me desea un buen viaje y entro en el avión en silencio. Busco mi asiento y una vez estoy en él, me abrocho el cinturón y miro por la ventanilla. El corazón me duele, su latido aumenta por segundos y cuando bajo la mirada veo la pulsera que Faith me regaló. La acaricio y leo la inscripción una y otra vez: Siempre serás el único para mí, F.
     <<Vas a perder al amor de tu vida si no bajas ya de este avión>>, vuelve a advertirme mi cerebro por tercera vez. Lo sé, sé que si me voy, la perderé. Pero no puedo quedarme. Acabo de hacerle daño, mucho daño, con lo que le he dicho. No se merece que dijera nada de lo que ha salido de mi boca, se merece que la adoren con locura, algo que yo no he hecho ahora mismo. Acabo de destrozarla.
     La voz del piloto resuena en los altavoces del avión, indicándonos que vamos a despegar. El avión empieza a moverse y entonces sé que ya no hay vuelta atrás. Me voy. Cierro los ojos y cuando el avión deja Estambul lo único que siento es cómo una lágrima me resbala por la mejilla y cómo mi corazón y toda mi existencia se quedan aquí con ella, con Faith.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora