CAPÍTULO 33

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Can.

La semana pasa casi sin darme cuenta y creo que es porque estoy rebosante de felicidad. Vamos, que ni un tsunami me quita la sonrisa permanente que tengo en la cara. Durante estos días Faith y yo hemos ido a pasear cada tarde a su perro por el muelle, he ido a su casa a ayudarla a hacer pasteles para la tienda de su madre, hemos salido juntos en dos citas y hemos hablado cada noche por Skype hasta que nos podía el sueño. En definitiva, nuestra relación va viento en popa. Y espero que siga yendo así a partir de esta noche, que es la cena en su casa.
     Ahora mismo estoy entrando en casa después de dos horas haciendo crossfit y una hora más haciendo defensa personal. Tengo energía para parar un tren y el ánimo por las nubes. Estoy totalmente preparado para ir a esa cena.
     -Hola, Can - saluda mi hermano cuando me ve aparecer en la cocina -. Por poco no me pillas. He quedado con Gamze para ir a cenar al centro.
     Cojo un vaso de la alacena y lo lleno de agua para después bebérmelo entero.
     -Yo voy a ducharme y a prepararme para ir a casa de Faith - le digo.
     -¿Nervioso?
     Niego con la cabeza, soltando el vaso en el fregadero. Me quito los restos de agua de la barba con los dedos y me muerdo el labio.
     -La verdad es que estoy bastante tranquilo. Faith es la que está como una moto. Hasta que no llegue allí y vea que todo va bien, no se calmará. Ya la conoces.
     Mi hermano asiente y suelta una carcajada. Seguro que se está imaginando a Faith subiéndose por las paredes de los nervios. Lo gracioso es que luego dice que no está nerviosa, que sabe que su padre y yo nos llevaremos genial como yerno y suegro, pero en el fondo sé que está muy nerviosa por si algo sale mal.
     <<No saldrá. Todo va a ir sobre ruedas, lo sé>>, me digo.
     Engin se levanta del taburete cuando Gamze le manda un mensaje diciéndole que está lista para que vaya a recogerla. Me desea suerte para esta noche y, tal y como esperaba, me pide que le dé cada uno de los detalles de la cena. Luego coge las llaves de su coche y sale de casa. Yo decido meterme en la ducha y llevarme un buen rato bajo el agua, aunque tampoco dejo que se me vaya el santo al cielo porque tengo que estar en la casa de Faith a las nueve en punto.
     Cuando termino de ducharme me coloco una toalla alrededor de la cintura y cojo otra para secarme el pelo lo justo para que no moje el suelo mientras elijo la ropa que me voy a poner. Puesto que Faith ha insistido en que sea yo mismo y que no hace falta que me emperifolle como si fuera a cenar con un ministro, saco unos vaqueros azules, una camiseta blanca, una camisa verde militar con una cadena que va desde el bolsillo derecho hasta el primer botón y unas botas marrones. Coloco toda la ropa encima de la cama y me seco el cuerpo y el pelo para luego vestirme. Una vez lo hago, me recojo el pelo en un moño y dejo un mechón suelto. Sé que a Faith le encanta, porque se pone a enredar el dedo y a acariciarlo, como hago yo todo el tiempo con sus rizos. Estoy tan enamorado de ellos como de ella.
     Me echo un poco de perfume, me coloco mis anillos, mis pulseras y mis collares y reviso la hora en el móvil. Tengo el tiempo justo para llegar allí a la hora acordada. Así que me guardo el móvil en el bolsillo después de mandarle a Faith un mensaje diciéndole que ya salgo para allá, y cojo las llaves del coche.
     Cuando llego a la casa de Faith, aparco el coche justo en la puerta. Cojo las fresas que me ha encargado que le trajera mientras venía de camino (porque al parecer quería preparar un postre con ellas y cuando se ha puesto a hacerlo se ha dado cuenta de que no tenía bastantes), como el buen novio que soy, y me bajo del coche. Saludo a algunas vecinas que están sentadas en las puertas de sus casas tomando té y cotilleando, y toco el timbre. La puerta tarda cinco segundos en abrirse y aparece el amor de mi vida vestida con unos vaqueros azules claros de cintura alta rotos por todas partes, una camiseta de manga corta deshilachada de los Rolling Stones de color gris por dentro del pantalón, un cinturón blanco y negro y unas Converse blancas. Los dos o tres tatuajes de sus brazos se ven en casi su totalidad y cuando miro su preciosa cara enmarcada por sus rizos y sus gafas, y con los labios cubiertos por un brillo de labios precioso y muy apetecible, me entran ganas de comerle la cara a besos.
     << ¿Cómo puede ser tan guapa y no ser consciente de ello a veces?>>, me pregunto sin entenderlo. No sé cómo no puede ser consciente de que es la mujer más maravillosa del planeta Tierra.
     -Hola - saluda con una sonrisa radiante y los ojos brillantes -. Entra, pasa.
     -Gracias - cruzo el umbral y entro -. Las fresas - le tiendo la tarrina.
     -Eres un sol - su sonrisa se ensancha.
     Me inclino para darle un beso, pero Faith hace una especie de cobra mientras suelta un agudo y silencioso chillido.
     -¿Qué pasa? ¿Por qué no me dejas besarte? - pregunto con el ceño fruncido.
     -Porque mi padre nos está espiando desde la cocina - susurra lo suficientemente alto para que pueda escucharla.
     -¿Sabes que en algún momento nos besaremos delante de él, no? - murmuro del mismo modo.
     -Pero más adelante mejor - carraspea y yergue la espalda -. Ven, vamos a cenar en el jardín.
     Faith empieza a andar en dirección a la cocina y yo la sigo, encontrándome a Sam, que viene directo hacia mí dando saltos y gimoteando de la emoción. Cuando percibo el olor de la cena y veo a Miriam preparando una ensalada, entiendo por qué ha tardado tanto en venir. Estaba esperando a ver si le daban algo de comer.
     -¡Hola, Can! - me saluda Miriam cuando me ve y se acerca a darme dos besos y un abrazo -. Me alegro de verte.
     -Lo mismo digo, Miriam - sonrío -. Estás muy guapa - halago la falda negra y la blusa roja que lleva -. Hola, Jesús - saludo al padre de Faith.
     -Hola, Can, bienvenido - se acerca y nos damos un apretón de manos. 
     Miriam nos interrumpe pidiéndonos que llevemos la comida a la mesa mientras que ella ayuda a Faith a terminar el postre y Jesús y yo lo hacemos. Cuando estoy por volver a la cocina, Jesús me detiene:
     -Can, ven un segundo - me pide en un tono serio.
     Hago lo que me pide.
     -¿Sí? - pregunto.
     -No quiero que esto sea incómodo para ti ni para mí, ni para Faith. Así que voy a hacerlo ya y me lo quito de encima - dice -. Faith es lo más grande que tengo en esta vida y comprenderás que el hecho de que se eche novio no es algo que sea muy santo de mi devoción - asiento -. Quiero que mi hija sea feliz, Can. Me caes bien y me pareces un tío de puta madre, pero si la haces sufrir o la veo llorar una sola vez por tu culpa, no te va a quedar mundo donde esconderte, porque iré a por ti - me advierte.
     -No te preocupes. Si la hago llorar puedes estar seguro de que voy a venir yo a que me partas las piernas, porque me sentiré mejor así que sabiendo que le he hecho daño - contesto -. Pero mi intención no es hacerle daño, Jesús. Tan sólo quiero estar con ella y hacerla feliz. La quiero muchísimo. Sé que llevamos juntos poco tiempo, pero cuando estoy con ella me siento como si lleváramos juntos toda la vida. Nunca he sentido por nadie lo que siento por tu hija. Y puedes estar tranquilo, porque siempre voy a estar a su lado para ayudarla, apoyarla y cuidar de ella.
     Jesús me mira durante unos segundos, analizando mi respuesta y luego suspira. A continuación, una sonrisa se forma en sus labios y me da una palmada en el hombro.
     -Sé que vas a cuidarla. Sólo quiero que quede claro que por muy bien que me caigas, la felicidad de mi hija siempre va a ser lo primero.
     -Lo sé. Para mí su felicidad también es lo primero.
     -¿De qué habláis, cotorros? - Faith sale de la cocina y se coloca a mi lado.
     -Lo estaba amenazando con sacar la pistola de plomo - contesta Jesús con tono bromista -. Abrazaos y haced lo que queráis. Podré soportarlo.
     Sonrío y veo que Faith suelta un suspiro de alivio, que yo respondo rodeándole los hombros con el brazo y dándole un beso en la frente.
     -Te dije que todo iría bien - le susurro.
     Faith asiente y vuelve a sonreír, antes de besarme la mejilla.
     Nos sentamos a la mesa cuando todo está listo y es Miriam la que sirve la cena que Faith ha preparado: champiñones rellenos y pastel de ternera con salsa de mango.
     -Te ha quedado delicioso, cielo - la halaga su madre, llevándose otro trozo de champiñón a la boca.
     -Está buenísimo - digo -. Bueno, todo lo que Faith prepara está riquísimo - rectifico.
     Las mejillas de mi amada se vuelven color carmesí y no puedo evitar pellizcarle la derecha con los dedos, haciéndola reír. ¡Qué risa tan bonita tiene!
     -Hacéis una pareja preciosa, ¿verdad, Jesús? - dice Miriam, mirándonos con ternura.
     -Poco a poco, Miriam. No me pidas tanto de golpe - contesta Jesús, haciéndonos reír.
     -Bueno, Can, Faith nos ha dicho muchas veces que has viajado por todo el mundo, ¿has visto muchos animales y esas cosas?
     Asiento, bebiendo de mi vaso de agua.
     -Sí, un poco de todo. Es genial viajar por otros países, conocer culturas, especies de animales que ni siquiera sabía que existían. Se aprende mucho sobre supervivencia. Aunque también se ven cosas que no son tan agradables - cuento -. Pero ahora mismo me va muy bien trabajando aquí y no tengo pensado viajar durante un largo tiempo. A menos que Faith quiera ir a algún sitio - la miro -. En ese caso, yo la llevaré adonde ella quiera.
     Faith sonríe y vuelve a ruborizarse ante mi intensa mirada. Luego se inclina y apoya la cabeza en mi hombro, al mismo tiempo que yo agarro su mano por debajo de la mesa y entrelazo nuestros dedos. Es increíble cómo nuestras manos encajan tan a la perfección. Como si estuvieran hechas para estar así.
     -¿A que es adorable? - dice Faith en un tono tierno.
     -Y bastante guapo - añade Miriam -. Tus titas se van a caer de culo cuando vengan y lo vean.
     -Añade a tu hermano también - dice Jesús -. Y a las amigas de tu hija.
     Es verdad, Faith me comentó que su familia y algunos amigos vendrían a visitarles durante el verano. Al parecer se van turnando. El año pasado fueron ellos y este año viene su familia aquí.
     Durante lo que tardamos en terminarnos el resto de champiñones y pastel de ternera, los padres de Faith me preguntan algunos detalles sobre mis viajes, qué especies de animales he visto o culturas nuevas que he conocido y yo les hablo un poco de todo. Les hablo de cuando vi por primera vez un dragón de komodo, de las víboras y las cobras (a cual más bonita y cabrona), de las culturas de países y tribus, algunas de las cuales no nos vendría mal aprender un poco, y de distintos trabajos que he realizado.
     -¿Nadaste con tiburones y cogiste en brazos una cría? - me pregunta Miriam sorprendida cuando les cuento la aventura de nadar con tiburones blancos en Sudáfrica.
     -No es tan malo como parece. Si no los cabreas son bastante tranquilos y puedes tocarlos sin problema. Y lo de la cría, la pobre fue arrastrada por una ola enorme hasta la orilla y se estaba asfixiando. Así que la cogí y me metí en el agua con ella hasta que se recuperó y se fue nadando - les cuento.
     La verdad es que por un momento creí que iba a arrancarme medio brazo de un mordisco, pero parece que entendió que lo que quería era ayudarle a sobrevivir.
     -Bueno, ¿alguien quiere comer postre? - pregunta Miriam.
     -Yo prefiero esperar un poco, estoy llena, mamá - contesta Faith, reclinándose en la silla -. ¿Tú nunca te hartas, Sam? - le pregunta a su perro, quien no deja de babear sentado a su lado.
     -Yo diría que no - respondo -. Se ve que sabe apreciar la buena comida.
     -Reventaría si pudiera - dice su madre -. Pero es culpa vuestra, que lo tenéis muy mimado - regaña a su hija y a su marido, quienes ponen cara de inocentes -. Oye, Can, voy a enseñarte una cosa que te va a encantar.
     -Mamá, ¿no irás a coger lo que creo que vas a coger, no? - Faith entrecierra los ojos.
     -Sí - Miriam se levanta de la silla a toda prisa y se mete en casa riéndose.
     -¡Mamá, ni se te ocurra! - chilla y se levanta tras ella, seguida de Sam.
     Jesús y yo nos miramos y luego nos echamos a reír.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora