CAPÍTULO 69

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Can.

Después de dejar a Faith en su casa y decirle que mañana vendré para ayudarla a cocinar dulces (y a comérmelos, claro está), me voy a casa y me tiro en el sofá nada más entrar.
Las imágenes de lo que pasó anoche me vienen a la cabeza. Le pedí matrimonio a Faith mientras estábamos en la cama. Vale, puede que no fuera el momento más adecuado, pero lo cierto es que se lo pedí porque lo sentí tan real y tan intenso que no pude parar. Y no es que fuera un calentón por los orgasmos ni nada de eso. Lo hice porque quiero casarme con ella. Quiero pasar con Faith cada segundo que me quede de vida.
<<Habría sido perfecto si hubiera dicho que sí>>, pienso, mordiéndome el labio inferior.
Pero dijo que no. Bueno, tampoco fue un no rotundo. Símplemente me dijo que quiere esperar un tiempo antes de dar ese paso. Y, aunque en cierto modo me sentí un poco mal, la entiendo. Entiendo que quiera esperar un poco más antes de casarnos, que quiera estar segura de que saldrá bien.
<<Pero si te quiere, debería haber aceptado, ¿no crees?>>, dice mi cerebro.
Faith me quiere. Sé que está tan enamorada de mí como yo lo estoy de ella. Me habría encantado que dijera que sí, pero prefiero un "quiero esperar" a "no quiero casarme".
-¡Hijo! - la voz de mi padre me saca de mis pensamientos.
Le veo caminar hacia mí desde el jardín y me levanto del sofá para saludarlo con un abrazo.
-¿Qué tal el fin de semana por tierras italianas? - me pregunta, conduciéndome hasta la cocina.
-Muy bien. Lo hemos pasado genial y creo que Enrico ya quiere a Faith más que a mí - contesto, sentándome en una de las banquetas de la isla.
Mi padre saca dos vasos de la alacena y nos sirve una copa de whiskey. Me da una y se sienta frente a mí con el otro. Le doy un sorbo y le doy vueltas al vaso entre mis dedos, pensativo.
-¿Te pasa algo? Estás muy serio.
-¡Ya estoy en casa! - la voz de mi hermano interrumpe la pregunta de mi padre.
Engin aparece en la cocina vestido con unos pantalones de vestir, una camisa gris clara y una americana, con una sonrisa de oreja a oreja y la felicidad rebosándole por los ojos.
-¡Hermano! - exclama al verme.
Me abraza con fuerza y hace lo mismo con mi padre.
-Tengo algo que contaros - nos dice.
Le doy otro sorbo al vaso y luego dice:
-¡Gamze y yo nos vamos a casar!
Mi padre se levanta como un resorte de la banqueta y se abalanza sobre mi hermano para abrazarle y darle la enhorabuena. Yo me levanto cuando se separan y lo abrazo con fuerza.
-Enhorabuena, hermanito - sonrío y vuelvo a abrazarlo -. Al menos uno de los dos ha tenido suerte.
Mi padre y mi hermano abren los ojos al máximo y temo que se les salgan de las cuencas.
-¿¡Cómo?! - exclama Engin -. ¿¡Le has pedido matrimonio a Faith?! ¿¡Cuándo?! - se sienta en el que era mi sitio y coge mi vaso para beber de él -. Cuenta.
-¿Por qué no nos cuentas tú primero cómo se lo has pedido a Gamze, Engin? - sugiero.
Niega con la cabeza y bebe.
-Tú primero, Can.
-Pues... estábamos en la cama y se lo pedí.
-¿Cómo que en la cama? - pregunta mi padre, confuso.
-¿Se lo pediste mientras follábais, Can? - exclama mi hermano -. ¡Eso no se hace, hermano!
-Puede que no fuera el mejor momento, pero no sé, estaba tan bonita y todo era tan perfecto en ese momento que me salió de dentro. Y la cosa es que quiero hacerlo. Quiero casarme con Faith.
-Y dijo que no - habla mi padre.
-Dijo que quiere esperar un tiempo antes de dar un paso tan importante en nuestra relación. Que me quiere más que a nada, pero que no se siente preparada para algo así - cuento -. Y la comprendo, de verdad que sí. Sé que sólo tiene diecinueve años, aunque aparente más, y que necesita darle vueltas al asunto - camino de un lado a otro de la cocina -. Pero lo cierto es que me habría encantado que dijera que sí.
Me siento en otra banqueta y suspiro.
-Mira el lado positivo, Can: podrás ayudarme a mí a organizar la mía y así vas practicando - me dice mi hermano con una sonrisa bromista.
Le doy un puñetazo amistoso en el hombro.
-No te preocupes, hijo. Faith te adora. Sólo hay que ver cómo le brillan los ojos cuando te mira - me dice mi padre, haciéndome sonreír -. La próxima vez que se lo pidas, te dirá que sí.
-Mejor dejemos de hablar de mi, y cuéntanos tú cómo se lo has pedido a Gamze - me dirijo a Engin.
Engin sonríe con los ojos brillantes y empieza a relatarnos cómo ha sido todo. Nos cuenta que le ha organizado una cena preciosa a Gamze cerca del Bosforo, y que cuando ella estaba distraída, él ha sacado el anillo y se ha arrodillado para pedirle que se case con él. Gamze se ha emocionado, ha empezado a llorar y le ha dicho que sí entre lágrimas.
-Entonces tendremos que ir a pedirle la mano a sus padres - concluye mi padre.
-Exacto - contesta mi hermano, terminandose la copa, mi copa.
-Y, con un poco de suerte, pronto iremos a pedir la de Faith.
-Eso espero - sonrío, deseando que sea así.
Después de preparar algo para cenar y hablar sobre la boda de mi hermano, de la familia a la que quiere invitar y de cómo cree que querrá organizarla Gamze, decido irme a mi habitación para darme una buena y larga ducha, donde pienso en cómo sería la situación si Faith hubiese aceptado mi propuesta de matrimonio. Seguramente se lo habría contado a sus padres entre lágrimas de felicidad, yo habría ido con mi padre y mi hermano a su casa para hablar del tema y pedirle su mano (aunque a Jesús no le importaría, porque en España no es una tradición que se lleve mucho ya), y habríamos organizado los dos juntos toda la ceremonia, a quiénes querríamos invitar, adónde iríamos de luna de miel o dónde viviríamos.
<<Deja de darle tantas vueltas. Sólo ha dicho que quiere esperar. Eso significa que en vez de hacer todo eso ahora, lo haréis más adelante. Sólo es hasta que se sienta preparada para algo como el matrimonio, Can. Deja de rayarte>>, intenta tranquilizarme mi cerebro.
Es verdad. No tengo por qué comerme tanto el coco con esto. Faith me quiere y yo la quiero a ella. No tenemos por qué casarnos ahora. Lo haremos cuando ella quiera. Mientras un día me diga que sí, me da igual esperar un mes, dos o un año.
Una vez me canso de estar bajo el chorro de agua caliente, apago el grifo, me salgo de la ducha y me coloco una toalla alrededor de la cintura. Las gotas de agua me recorren el pecho y se pierden en la tela.
El tono de llamada de mi móvil resuena en la habitación y camino hasta la cama para cogerlo. Sonrío al ver el nombre de Faith parpadear en la pantalla y descuelgo, llevandome el aparato a la oreja para contestar.
-Hola, cariño mío - contesto, mordiéndome el labio mientras sonrío.
-Hola, cielo - contesta su angelical voz por la otra línea -. Quería hablar contigo antes de irme a la cama.
-Pues soy todo tuyo, amor - contesto -. ¿Quieres que hablemos por Skype?
-Sí, por favor - canturrea.
-Dame un par de minutos y te llamo - le digo, quitándome la toalla de alrededor de la cintura.
-Vale.
Cuelgo la llamada y me visto a toda velocidad para encender el portátil, iniciar sesión en Skype y llamar a Faith, quien contesta en poquísimos segundos.
-¿Te acabas de duchar, verdad? - entrecierra los ojos nada más contestar.
-Sí, señorita - sonrío -. Es usted muy lista.
-Es una de mis virtudes - bromea.
Sonrío y acaricio su cara a través de la pantalla a pesar de que sé que ella no lo sabe, ni que tampoco lo siente.
-¿Y qué haces? - le pregunto.
-Pues he cenado con las chicas y mis padres, me he duchado y aquí estoy. ¿Y tú?
-Te acaricio - contesto, repasando su cara en la pantalla del ordenador -. Aunque en persona me gusta más - bromeo.
-Y a mí - Faith suspira con pesar, pero con los ojos brillantes -. ¿Te ha dicho tu hermano que él y Gamze se van a casar?
Asiento y levanto la mirada. La expresión de su cara es seria y pensativa. Sé lo que piensa sin que hable siquiera. Cree que estoy molesto o triste porque nosotros aún tardaremos en casarnos. Pero nada más lejos de la realidad. ¿Que me gustaría? Sí. Pero esperaré lo que ella quiera. Es la magia de nuestro amor. Que sabemos lo que piensa el otro antes de que lo diga.
-Faith, cariño, ya te dije que esperaré lo que tú quieras. No estoy enfadado, ni dolido, ni nada de eso. Así que quita esa cara.
<<Un poco dolido, sí, reconócelo>>, dice mi contradictorio cerebro. Lo mismo me dice que no me raye porque no importa la espera, que me pide que admita que estoy dolido. ¿Quieres irte a la mierda un rato?
-¿De verdad? - pregunta con voz suave. Asiento con una sonrisa tierna -. Sabes que te quiero más que a nada, ¿no?
-Claro que lo sé, mi amor. Y yo a ti también - le lanzo un beso y ella sonríe y me lanza otro.
Cambiamos de tema y empezamos a hablar de hacer otro viaje más duradero a Nápoles en verano para poder disfrutar de la calidez de la ciudad, y luego Faith bosteza unas tres veces antes de decirme que se va a dormir y que nos veremos mañana. Yo le lanzo un beso, le digo lo mucho que la quiero y me desconecto. Cuando me meto en la cama, como cada noche, cojo la camisa que le quité a Faith y aspiro su aroma antes de que el sueño me pueda y me quedé dormido con su camisa entre mis dedos.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora