CAPÍTULO 23

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Can.

Dejo de correr cuando llego al inicio de la calle donde se encuentra mi casa y camino a paso lento al mismo tiempo que saco mi móvil y llamo a Faith por octava vez en estos dos días. Nada, no responde. ¿Cuánto tiempo vamos a seguir con esta maldita situación?
<<Esto se acabaría si te plantaras en su casa y le dijeras que estás enamorado de ella, idiota>>, me espeta mi subconsciente con retintín.
Bufo y me guardo el móvil en el bolsillo. Cuando estoy llegando a casa me encuentro a Pembe en la puerta, esperando. Genial, lo que me faltaba hoy con el humor de perros que tengo. Me paso la mano por el pelo recogido y suspiro.
-¿Qué haces aquí, Pembe? – le pregunto cuando llego hasta su posición.
Ella sonríe al verme.
-Te estaba esperando – contesta, dándome un abrazo -. ¿Podemos hablar?
Suspiro de nuevo, devolviéndole el abrazo por mera educación.
-Pembe, si vas a seguir insistiendo con lo de la ruptura, es mejor que te vayas. Ya te he dicho cien veces que no quiero volver contigo, que podemos ser amigos, pero nada más. Te lo digo una y otra vez y tú no haces más que comportarte como si siguiéramos saliendo, cuando sabes que no estamos juntos. Y ya empiezo a cansarme de esta situación – suelto casi sin respirar.
Pembe se queda callada durante unos segundos, asimilando cada una de mis palabras. Las lágrimas se acumulan en sus ojos verdes y cuando creo que va a llorar, la rabia se adueña de su mirada.
-¿¡Es por ella, verdad?! ¡Por Faith! ¿¡Te crees que no me he dado cuenta de cómo la miras, de cómo se te cae la baba cuando la ves llegar, cuando habla o cuando pestañea?! – me chilla -. ¡Niégalo, vamos, niégame que estés enamorado de ella!
-¡No se trata de Faith, Pembe! – grito, haciéndola callar -. ¡Se trata de que tienes que asimilar de una vez que no volveremos a ser pareja! ¡Pero si tanto te interesa saberlo, sí, estoy enamorado de ella, muy enamorado de ella! – reconozco -. Y antes de que vayas a hacer falsas acusaciones, no, no te dejé por ella, porque cuando te dejé ni siquiera la conocía.
Pembe se pasa las uñas pintadas de rojo por el pelo rubio y deja caer las lágrimas que se ha intentado guardar durante unos minutos.
-¡Es que no lo entiendo! ¿¡Qué puede tener esa niñata que no tenga yo, ehh?! – chilla fuera de sí, sin dejar de llorar y con la cara llena de churretes por el maquillaje -. ¿¡Qué tiene esa cría para que te hayas enamorado de ella?!
-¿¡De verdad quieres hablar de eso ahora, Pembe?! – exclamo, llevándome las manos a la cabeza -. Lo único que te pido es que lo aceptes. Que aceptes que no somos pareja y que ya no lo seremos nunca más.
-¡Pero yo te quiero, Can! – se abalanza sobre mí y me abraza, rodeándome el cuello con los brazos y escondiendo su cara en mi hombro.
Sin saber qué otra cosa hacer, rodeo su espalda parcialmente cubierta por el top negro que lleva y la abrazo durante unos minutos, esperando a que se tranquilice. No me gusta verla así, pero tampoco puedo seguir con esta situación, porque esta mierda está ocasionando que la mujer a la que amo cada día esté más lejos de mí. Y no puedo permitirlo. No puedo perder a Faith cuando aún no he estado con ella.
Siento los sollozos de Pembe en mi cuello y le acaricio la espalda con cariño, intentando tranquilizarla.
-Pembe, deja de llorar, por favor – le pido en voz baja, sintiéndome fatal por hacerla sufrir de esta manera. Pero es que no puedo hacer otra cosa.
-Danos otra oportunidad, por favor – susurra, separándose un poco de mí y dejando su cara a escasos centímetros de la mía.
Pembe cierra los ojos y empieza a acercar su cara a la mía con la intención de besarme, pero yo la detengo cuando soy consciente de lo que intenta hacer.
-Pembe, no – me separo, visiblemente molesto por su intento de besarme -. Quiero a Faith, estoy enamorado de Faith. Así que, o aceptas mis sentimientos por ella y seguimos siendo amigos, o vuelves a Nueva York y olvidas que existo – le digo con seriedad.
Ni siquiera la dejo responderme. Me separo del todo y entro en casa, echando humo por las orejas. Miro el móvil una vez más mientras camino hasta mi habitación, comprobando si Faith ha contestado a mis mensajes, pero nada. Tengo que acabar con esto cuanto antes. Lanzo el móvil encima de la cama y me meto en la ducha.
Cuando termino de ducharme y me visto, me encuentro a mi hermano Engin en el salón viendo la tele con un bol de palomitas sobre el regazo.
-Hola, hermanito – lo saludo cogiendo un puñado de palomitas y sentándome a su lado, comiéndomelas -. ¿Qué tal tu cita con Gamze?
-Genial – sonríe -. Es una chica increíble, hermano.
Sonrío, feliz por él. Está enamorado hasta las trancas de Gamze, y yo me alegro muchísimo de verlo tan feliz. Hacía mucho que no salía con una chica. Creo que desde que rompió con su exnovia sociópata que le puso los cuernos con media ciudad. El pobre lo pasó fatal. Hasta que apareció Gamze y le dio luz a su vida. El simple hecho de enamorarse de ella hizo que estuviera mucho más contento, y una vez que han empezado a salir está radiante de felicidad todos los días.
-¿Y tú qué? ¿Qué tal la tarde? – aparta la mirada de la tele y me mira, llevándose dos palomitas a la boca.
-Pues he salido a correr y cuando he llegado Pembe estaba en la puerta. Ha intentado hablar del tema otra vez y me ha dicho que ha notado cómo miro a Faith – le cuento y veo la expresión de sorpresa en su rostro -. Y le he dicho que estoy enamorado de Faith. Luego se me ha tirado encima llorando y ha intentando besarme.
Se atraganta con las palomitas.
-¿¡Ha intentado besarte?! – exclama, tosiendo -. ¿Y tú qué has hecho?
-Apartarla, claro. Y luego le he dicho que, o acepta mis sentimientos por Faith y seguimos siendo amigos, o que se vaya a Nueva York y olvide que existo.
-Bien hecho, hermano. ¿Y qué vas a hacer con Faith? – me pregunta acercándome el bol de palomitas -. Porque el otro día se fue corriendo sin despedirse siquiera.
-Tengo que hablar con ella y decirle que la quiero ya. No puedo aguantar más esta situación – le digo, cogiendo más palomitas.
-¿No hemos quedado mañana todos a cenar en la casa de Murat? – pregunta, entrecerrando los ojos, pensativo -. Podrías hablar allí con ella.
Reflexiono sus palabras durante unos segundos, pensando en cómo hablar con ella sin que pueda huir ni evitarme.
-Puedo apartarla un rato, encerrarnos en una habitación y decírselo todo. Si ella sabe que la quiero, dejará de cerrarse en banda y admitirá que también me quiere, ¿no? – hablo, mordiéndome el labio y pasándome la mano por la barba.
-Es lo más lógico – coincide mi hermano -. Y así ya por fin saldréis juntos y seréis felices y comeréis perdices y yo dejaré de aguantar tu mal humor - bromea.
-¡Gilipollas! – le lanzo un cojín a la cabeza, mientras me río.
Mi hermano esquiva el cojín, riéndose también.
-Era coña – suelta el bol en la mesita de centro -. ¿Preparamos algo para cenar?
-Sí, porque me muero de hambre – contesto, levantándome del sofá.
Los dos nos metemos en la cocina e improvisamos algo para cenar, que nos zampamos sentados en la isla de la cocina, mientras hablamos con mi padre por teléfono. Cuando terminamos de cenar y nos despedimos de mi padre, recogemos la cocina y nos vamos a la cama, donde me paso al menos dos horas dando vueltas y viendo cada una de las fotos que tengo de Faith en mi móvil. Unas todos juntos, otras nosotros dos, otras ella sola, las cuales le he hecho sin que se diera cuenta... Mientras observo cada una de ellas, pienso en cuánto la quiero, en las ganas que tengo de poder tenerla entre mis brazos de una vez por todas y poder decirle a todas horas lo mucho que la amo.
<<Mañana se lo diré y se acabará esta maldita situación>>, pienso.
Me quedo dormido pensando en cómo será el sabor de sus labios y en la sensación de dormir junto a ella, abrazándola contra mi pecho.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora