CAPÍTULO 49

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Can

En cuanto Faith sale del salón, mi hermano aparece con cara de recién levantado, las legañas pegadas en los ojos y el pelo alborotado.
-Hombre, buenos días – lo saludo, sentándome en el sofá.
-¿Cuánto llevas aquí, hermano? – bosteza y se sienta a mi lado. Frunzo los labios.
-Cinco minutos o así.
-¿Y Faith? – pregunta al no verla. Se restriega los ojos y mira a su alrededor.
-Se ha metido en la ducha – contesto -. ¿Qué tal la noche? ¿Hay noticias de Ömer?
Niega con la cabeza.
-No, pero si no ha llamado aún es que ha ido bien – contesta.
Si hay algo que Ömer odia, aparte de estar sin Damla, es que Faith y su hermana se cabreen con él. Una es su hermana de sangre y la otra es como si lo fuera. Así que estoy más que seguro de que se lo ha currado bien para que su chica lo perdone por ser tonto del culo y para que Faith y Azra no estén enfadadas por haber herido los sentimientos de una de sus mejores amigas.
Mi hermano se levanta para desayunar algo (bueno, son más de las once), y yo me siento a su lado. Me cuenta lo que hizo anoche y yo, lejos de prestarle atención, me imagino a Faith en la ducha. Su cuerpo desnudo, el agua resbalando por su piel, por la curva de sus nalgas, rozando sus pezones...
<<Tengo que meterme en esa ducha ya>>, me digo.
-Ahora vuelvo, Engin – le digo a mi hermano, dejándolo con su café.
-¿Otra vez vas a espiar a Faith? – arquea una ceja y sonríe.
-Como si tú no lo hicieras con Gamze cuando ella se ducha – le suelto -. Y no voy a espiarla, me pienso meter con ella en la ducha y voy a enjabonar esa espaldita tan sexi que tiene – me muerdo el labio y mi hermano me lanza una manzana que cojo al vuelo y muerdo.
-Para mi desgracia, mi habitación no tiene baño y el otro baño que hay en casa tiene pestillo, así que no puedo espiarla cuando se ducha.
-¡Te chinchas! – le doy otro mordisco a la manzana y se la doy -. Me voy, que al final se sale de la ducha y no me da tiempo.
Corro hasta mi habitación y una vez entro, me aseguro de que Faith sigue bajo el agua y que aún le queda un rato. Siempre le gusta dejarse estar. La veo cantando Bury a friend, una canción del disco de Billie Eilish, su cantante favorita. Sonrío y me desnudo lo más rápido que puedo. Camino hasta la ducha y me vuelvo loco al verla lavarse el pelo. Está de espaldas a mí, con los brazos levantados enjabonándose la melena rizada y el champú resbala por su piel morena. Es tan sexi y es tan poco consciente de ello que creo que eso me produce aún más morbo. Su ropa está tirada a los pies de la mampara y sus gafas, su reloj, sus anillos, pulseras y el colgante que le regalé ayer reposan sobre el mármol del lavabo.
Abro la mampara de cristal con cuidado de no hacer ruido y entro. Cierro y me quedo un rato mirándola, deleitándome con su belleza y el sonido de su voz. Luego le acaricio la cadera y al notar mi mano da un brinco, se gira y suelta un chillido.
-¡Joder, Can! – se tapa el pecho con las manos y se gira, impidiéndome ver sus atributos -. ¿¡Tú ves normal que te metas así en la ducha?! ¡Casi me da un infarto! – grita -. ¡Sal de aquí!
Típico de ella. Es capaz de mandar a la mierda a un tío que le saque medio metro, pero le da vergüenza que la vean desnuda. Contradicción donde las haya.
-¿Por qué? Ya nos hemos visto desnudos – le quito importancia a la situación, aunque estoy empalmándome sólo con verla.
-Pero es que me estoy duchando.
-Pero es que es mi ducha.
-¡Genial, la próxima vez me ducharé en el otro baño! – gruñe -. ¡Can, que estoy desnuda! – intenta cubrirse más.
-¡Cuando follamos también lo estás y no te quejas! – en realidad sólo la estoy picando. Se pone muy sexi cuando se cabrea.
Boquea un poco, porque se ve pillada y no sabe qué contestar. El champú de su pelo le chorrea por el brazo derecho y recorre el tatuaje del tocadiscos que lleva en el brazo y termina en el retrato de su perro que tiene tatuado en el muslo derecho.
-¡No es lo mismo! – acaba diciéndome.
-¡Claro que es lo mismo, Faith! – digo y doy un paso hacia ella -. Venga, ven, tonta.
-No quiero. Y encima te estás empalmando – mira mi entrepierna un segundo y vuelve a mirar mi cara.
-Es una reacción instintiva de mi cuerpo hacia ti – justifico, aunque estoy cachondo perdido -. ¿Puedes dejar de esconder ese precioso cuerpo que tienes y venir? Así podremos ducharnos juntitos y luego cocinar lo que la señorita chef mande.
Le tiendo la mano y ella frunce el ceño, mirándola. Me la agarra un minuto después y yo tiro de ella, dejándola frente a mí. Nos miramos fijamente sin pronunciar palabra, sólo se oye la voz de Billie y el sonido del agua caer. Sin embargo, el momento romántico es arruinado por el maldito champú que se le mete a Faith en el ojo.
-¡Mierda! – exclama, restregándose el ojo -. ¡Ay, escuece!
-Espera – le pido.
Alargo el brazo hasta alcanzar la alcachofa y la quito del soporte. Le pido a Faith que cierre los ojos y coloco el agua justo encima de su cabeza para aclararle el pelo. Con una mano sujeto el grifo y con la otra le voy retirando el champú del pelo y del ojo.
-¿Mejor?
Ella asiente y abre los ojos, mirándome de nuevo.
-¿Por qué te da tanta vergüenza que te vea desnuda? Es igual que cuando hacemos el amor – le hablo sin dejar de lavarle el pelo.
-No sé, será que me fijo tanto en ti que me da igual – la miro con una ceja arqueada y una sonrisa ladeada en la boca -. No me mires así. Estás muy bueno de todas las maneras posibles, y lo sabes.
-Puede que un poco – afirmo, modesto, y ella me golpea el pectoral de forma cariñosa -. Pero, en serio, no deberías avergonzarte de tu cuerpo ni de nada de ti. Para mí eres la mujer más perfecta que puede existir.
Faith sonríe un poco y un leve sonrojo se hace presente en sus mejillas. Eso me hace sonreír a mí y vuelvo a colocar la alcachofa de la ducha en el soporte de modo que el agua nos da a los dos. Mi pelo se empapa y Faith se pone de puntillas para quitarme la gomilla que lo sujeta. Me toca el pelo con las manos para que se moje bien y yo le abrazo la cintura, pegando su cuerpo desnudo al mío. El agua caliente cae sobre nosotros con fuerza y mi erección (que crece más y más por segundos) presiona su bajo vientre.
Faith agacha un poco la cabeza y posa sus labios sobre mi tatuaje. Sus manos bajan por mi cuello y siguen por mi pecho y mis abdominales hasta llegar a mi pene erecto. Lo rodea con la mano y un gusto increíble me recorre el cuerpo de los pies a la cabeza cuando empieza a mover la mano, masturbándome. Me besa el pecho y los pectorales con parsimonia y su pulgar masajea mi glande, haciéndome jadear.
-Faith... - me muerdo el labio y bajo la cabeza para besarle el pelo.
Clavo los dedos en su carne y el mordisco que me da en el pezón unido al magistral movimiento de su mano hacen que un latigazo de placer me suba por la columna. Faith pasa la punta de su lengua por mi cuello hasta llegar a mi barbilla y me besa la mandíbula para luego morderme el labio inferior y tirar de él. Me encanta que se ponga así de juguetona y que a la vez sea tan pura e inocente.
-¿Qué tal? – pregunta sobre mi boca, sin dejar de acariciar mi erección de punta a punta.
-Un poco más rápido, por favor – le suplico con la voz entrecortada. Aprieta el agarre de su mano en mi polla y acelera el ritmo.
-¡Oh, joder! – gimo -. Sigue, sigue, justo así, cariño – la animo, cerrando los ojos y apretando los dientes.
Los músculos de mis piernas empiezan a tensarse y necesito soltar una mano de la cintura de Faith para apoyarme en la pared de azulejos blancos de la ducha. Con la otra le araño el glúteo y ella suelta un jadeo sobre la piel de mi cuello que me es suficiente para estallar. Busco su boca y ahogo un ronco jadeo en sus labios con un beso que ella corresponde sin pensar. Nuestras lenguas se saborean la una a la otra mientras un chorro de mi esencia cae en su mano.
-Eres... una... maldita... diosa – le digo agitado cuando nuestras bocas se separan.
-Lo mismo te digo – sonríe y vuelve a besarme -. Y ahora... ¿puedo lavarte el pelo? – pone cara de niña buena.
-Claro – contesto dulcemente.
Cojo el champú, se lo doy y me giro, quedando de espaldas a ella. -¿Puedes echar la cabeza un poco hacia atrás? – me pide.
Hago lo que dice y ella empieza a masajear mi pelo con sus manos llenas de champú. Cierro los ojos, disfrutando de su tacto y sigue lavándome el pelo durante unos cinco minutos en los que estoy en la gloria. Luego coge la alcachofa de la ducha y me aclara la melena, preocupándose de que ninguna pizca de jabón me entre en los ojos. Una vez tengo el pelo limpio, nos enjabonamos el cuerpo el uno al otro, nos aclaramos y salimos de la ducha. Le doy a Faith su toalla, la cual se coloca alrededor del cuerpo, y yo cojo otra que me coloco alrededor de la cintura.
Faith apaga la música al ver que su móvil está quedándose sin batería y lo lleva a la habitación para ponerlo a cargar. Cuando vuelve viene con mi móvil en la mano, que está sonando.
-Es tu padre – me anuncia.
-Cógelo – le contesto, cogiendo otra toalla para secarle el pelo. Descuelga la llamada y pone el altavoz.
-¿Can? ¿Hijo? – habla mi padre por la otra línea.
-Hola, papá – contesto, secándole el pelo a Faith con la toalla -. ¿Qué tal te va?
-Te llamaba para avisarte de que llego el jueves a Estambul – dice -. Y por fin podré conocer a Faith. ¡Hay que ver qué criaturita más linda es esa muchacha, Can!
Veo a Faith sonreír a través del espejo y yo hago lo mismo.
-Puedes decírselo tú mismo, papá. Estás en altavoz y estoy con ella.
-Hola, señor Azad – lo saluda Faith, sujetando mi móvil.
-¡Faith, mi niña linda! – exclama mi padre -. Estoy deseando conocerte en persona, querida.
-Yo a usted también. Can dice que es muy atractivo – bromea.
-¿A quién crees que han salido mis hijos? Tienen la guapura de su padre – responde él en el mismo tono -. Confío en poder probar alguna de tus recetas. Can no deja de repetirme que eres una chef excelente.
Sonrío. Es verdad, se lo digo cada dos por tres.
-Estaré encantada de cocinarle todo lo que usted quiera – le dice ella.
Dejo la toalla encima del lavabo y saco el cepillo del cajón derecho del mueble. Con cuidado de no hacerle daño, desenredo el pelo de Faith mientras ella charla con mi padre sobre comida y sobre las recetas que conoce de algunos de los países que él le dice que ha visitado en estos meses.
-Bueno, os tengo que colgar ya. Can, díselo a tu hermano, que he estado llamándolo, pero no ha contestado – nos dice mi padre.
-Sí, papá, yo se lo diré. Hasta el jueves – contesto sin dejar de cepillarle el pelo a Faith.
-Hasta el jueves, señor Azad – dice ella.
Mi padre cuelga y al desaparecer la llamada, sale mi fondo de pantalla, que es una de las fotos que le hice a Faith el día que fuimos al Bazar Egipcio. Se la hice cuando pasamos por el puesto de té. Está de pie, oliendo el té de manzana que le ofreció la dependienta. Sus ojos están cerrados y la expresión de paz que tiene en la cara, unida a la luz que entran por los recovecos del bazar, la hacen parecer un ángel. Coloqué la foto nada más verla en la pantalla del ordenador cuando las estaba revisando. Salía preciosa en todas, pero esa era perfecta, como ella.
-Wow – dice ella cuando ve la foto -. ¿Esta soy yo?
-Mmm... - afirmo, apoyando la barbilla en su hombro desnudo -. ¿Crees que tendría a otra persona de fondo de pantalla?
-No sé – le pellizco la nalga por debajo de la toalla -. ¡Ay, es broma! – se encoge entre risas -. Sé que me quieres mucho – me mira a través del espejo.
-Muchísimo – le beso el hombro desnudo y le acaricio el pelo aún húmedo que ya empieza a rizarse.
Faith sonríe y gira la cabeza para darme un beso en los labios.
-Yo también te quiero mucho, Can.
Después de una sesión de besos muy placenteros y de prometerle que pienso devolverle el inmenso favor que me ha hecho en la ducha con intereses, nos secamos y Faith insiste en peinarme. Así que me siento en la cama y ella se coloca de rodillas detrás de mí para recogerme el pelo en una media cola y coger otro mechón para hacerme una fina trenza.
-Listo – dice cuando termina.
Se baja de la cama y se coloca sus Vans rosas claras. Se recoloca el pelo rizado cuando se baja de la cama y camina hasta el armario para sacar la sudadera que me cogió hace unas semanas porque yo me quedé con su camisa de cuadros favorita.
-Tienes que ponértela – camina hacia mí y me la da -. Ya casi no huele a ti y eso no puede ser.
Sonrío sin separar los labios y cojo la sudadera de su mano para ponérmela. Si ella me lo pide, me tiro de un avión sin paracaídas si hace falta. Sólo por ella.
-Estás muy guapo – me toca un mechón de pelo suelto -. ¿Te he dicho alguna vez lo bien que te quedan las mechas?
-Alguna que otra – sonrío.
-¿Preparamos el almuerzo ya? Me está entrando hambre – se lleva la mano al estómago.
-Sí, vamos.
Recogemos el baño y vamos a la cocina. Mi hermano está en el salón revisando unos contratos de la empresa en el ordenador y cuando le decimos si se apunta a cocinar con nosotros, no duda ni un segundo en cerrar el ordenador y unirse al plan. Preparamos dolmas y pasta con una salsa pesto que a Faith le queda de muerte. Todo lo que esas manitas preparan está de muerte. Comemos en el salón mientras hablamos sobre la llegada de nuestro padre y luego nos tiramos en el sofá a ver películas y capítulos de El Pueblo durante el resto del día. Al entrar la noche llegan los chicos y preparamos la cena para luego pasar un buen rato cantando con Faith y su guitarra

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora